las momias de la cuenca de Tarim -situada en la región autónoma de Xinjiang, en el noroeste de China- han despertado un gran interés desde su descubrimiento a principios del siglo XX. Además de sus ricos ropajes, lo que más llamó la atención de los estudiosos fue que la mayoría parecían pertenecer a una etnia caucásica, por lo que se estableció la teoría de que se trataba de pueblos de origen indoeuropeo que habían migrado hacia el desierto del Taklamakan, en el norte. Pero ahora un nuevo estudio afirma lo contrario: que se trataba de una cultura local y propia de esta región.
El estudio, realizado por un equipo internacional de investigadores y publicado en la revista Nature, ha sido elaborado tras realizar un análisis genético de dos grupos de momias: 13 de la cuenca de Tarim, datadas entre los años 1700 y 2100 a.C., y 5 de la cuenca de Dzungaria -situada directamente al norte de la de Tarim-, datadas entre los años 2800 y 3000 a.C. Los resultados indican que estas últimas tienen una ascendencia mixta ligada a la cultura de Afaniásevo -originaria del sur de Siberia- y a poblaciones locales, mientras que las de Tarim tienen solo una ascendencia local.
Uno de los rasgos que más han llamado la atención sobre estas momias son sus llamativos vestidos y sombreros de lana de oveja, que se han preservado en un estado de conservación excepcionalmente bueno: un caso destacado es el de la llamada “Bella de Xiaohe” o “princesa de Xiaohe”. En un primer momento tras su descubrimiento, se especuló incluso que fueran falsificaciones, algo ya descartado.
AISLADOS GENÉTICAMENTE, CONECTADOS CULTURALMENTE
Según los autores, “las culturas más antiguas de la cuenca de Tarim parecen haber surgido de una población aislada genéticamente” y, por lo tanto, los resultados son contrarios a las teorías que hasta ahora afirmaban que las momias de Tarim pertenecían a culturas hijas de los grupos nómadas que se desplazaban por Asia Central durante el tercer y cuarto milenio a.C. Sin embargo, aun siendo genéticamente distintas, el estudio también afirma que los grupos de la cuenca de Tarim “adoptaron prácticas de ganadería y agricultura de sus vecinos, lo que les permitió asentarse y subsistir en los oasis ribereños cambiantes del desierto de Taklamakan”.
La nueva hipótesis, sin embargo, ha tenido una acogida desigual entre los expertos en el tema. Algunos de ellos echan en falta un estudio más amplio que compare las muestras de ADN con las de otras culturas cercanas del mismo periodo, antes de poder afirmar taxativamente que se trataba de un grupo genéticamente distinto a sus vecinos.
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