Hay quien piensa que eres más libre de joven, cuando tienes menos preocupaciones, menos responsabilidades
Cuando aún disfrutas del equilibrio entre el niño que ya no lo es, y va ganando autonomía, y el adulto que aún no ha llegado, por lo que te puedes refugiar en que aún estás decidiendo, eligiendo, creciendo y formándote.
Después empiezan a llegar las decisiones concretas. Los compromisos, que a veces tocará vivir como alianza y otras veces como atadura.
El tiempo empieza a estrecharse, y los años, que antes te parecían eternos, vuelan.
Quizás en ese momento pasas por un tiempo en el que añoras, y hasta envidias, cuando la ves en otros, esa otra libertad liviana y despreocupada.
Pero la verdadera libertad está aún adelante. Se va conquistando a lo largo de la vida. Es ir aceptando y venciendo en las luchas que toca afrontar: con Dios, contigo mismo, con los otros.
Es aprender a bailar con las limitaciones (propias y ajenas), sin drama ni indiferencia. Es ir despojando de capas innecesarias la vida. Aprendiendo a ver la belleza sin quedar cegado por brillos efímeros. Es valorar lo que tienes, con la perspectiva de un mundo donde tantas necesidades hay. Y aprender a compartirlo. Es encontrar tu misión. Y volcarte en ella.
Quizás, hasta la última hora, nunca seremos enteramente libres. Pero estamos en camino.
José María Rodríguez Olaizola, sj
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