Entre el Cielo y la Tierra suspendido
estás en una cruz por mis pecados;
pecados que son tantos, tan pesados,
que más que allí clavarte te han cosido.
Nadie puede, Señor, nadie ha podido
robarte tantos frutos acotados
como yo con mis golpes desalmados
que parecen los golpes de un bandido.
Vengo a pedir perdón por tanto robo,
que quiero ser ladrón arrepentido,
Si tú eres el Cordero y yo el Lobo
arráncame esta piel, pero te pido...
Más, ay, que sobran las palabras cuando
por mí, Cristo Jesús, está llorando.
Mariano Sedano
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