Iba el hermano Francisco
por caminos y poblados
pidiendo limosna para
ayuda de sus hermanos;
con las alforjas al hombro
parecia tan humano.
Cuando llenas de mendrugos
las tenía, por los campos
regresaba a su convento,
regresaba el buen hermano
y en santa simplicidad
consigo mismo iba hablando.
Y aquellos pobres decires
o acaso deshilachados
discursos del buen Francico
tenían el dulce encanto
de atraer las bestezuelas
y los peces y los pájaros
que alborotados salían
para oírle, de sus antros,
y escuchar aquellas charlas
del frailecillo descalzo.
Así un dia y otro día
por caminos y poblados
predicaba el buen Francisco
con ejemplo, por cuanto
la humildad y la pobreza
le iban siempre acompañando
Y el Poverello de Asís
-que a todos llamaba hermanos-
un día, sin saber como,
se murió para ser Santo.
Mariano Sedano
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