Esta semana santa no se han visto desfilar por las calles imágenes de Cristo crucificado y en los templos tampoco han sonado las plegarias de los fieles clamando por la vida eterna que prometía aquel sacrificio. Sin embargo, la mayor pandemia de la que haya registros no ha logrado trastocar, al menos de momento, la sólida trenza de valores morales sobre los que se asienta nuestra civilización, muchos de los cuales, según el historiador británico Tom Holland (Wiltshire, Reino Unido, 1968), tienen su raíz en el cristianismo. Con dedicación de taxidermista, el investigador desmadeja y clasifica los hilos de esa trenza ética y cultural en ‘Dominio’ (Ático de los libros), un ensayo que no se lee como un tratado de religión, sino como “la mejor historia jamás contada”.
-¿Por qué define así la historia del cristianismo?
-Juzgue usted mismo. Esta es la historia de un hombre que muere de la peor forma imaginable, crucificado, humillado como un esclavo, sin dignidad, y que, tiempo después, acaba siendo alabado como un dios por el mismo sistema imperial que lo había torturado y pone en pie un sistema de valores que perdura durante dos mil años. No se me ocurre una historia más fascinante.
-¿Por eso se animó a relatarla?
-Lo que me movió a llevar a cabo esta investigación fue la contradicción que encontraba continuamente en mi trabajo. Como historiador del mundo clásico, me siento más cerca de Poncio Pilato que de Jesús de Nazaret. Las historias de los griegos y los romanos siempre me parecieron más interesantes que las de los cristianos, y sus dioses, mucho más seductores. Sin embargo, vi que cuanto más sabía de ellos, más extraños me parecían sus patrones morales. Algunos me llegaban a dar miedo. Hasta que descubrí que la culpa era del cristianismo.
-¿Del cristianismo?
-Me di cuenta de que mi mirada está condicionada por los valores que he mamado desde pequeño y que forman parte de mí sin darme cuenta. No hablo de algo personal, sino una realidad cultural. Desde la familia hasta el sexo, desde las costumbres hasta el orden social, todo lo que nos rodea está marcado por esa influencia. Para explicarlo, suelo usar el símil de la pecera. Si la sociedad en la que vivimos es una pecera y nosotros somos los peces, el cristianismo es el agua en el que nadamos. Ha conformado nuestra mentalidad moderna desde parámetros morales e intelectuales.
"El cristianismo
ha conformado nuestra
mentalidad moderna desde parámetros morales e intelectuales"
-¿Cuáles son esos valores cristianos a los que se refiere?
-Esto no va de fe, sino de principios éticos. En esencia hay dos. Uno proviene del Génesis y es la idea de que hombres y mujeres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, que todos somos iguales y cada uno tiene su propia dignidad que debe ser respetada. Esto no existía en la Roma anterior a Jesús, ni en Grecia, pero está en la base de muchas de las revoluciones que hubo siglos más tarde. El otro gran valor cristiano que perdura tiene que ver con la cruz.
-¿Con la cruz?
-Jesús decía que los últimos en la Tierra serán los primeros en el Reino de los Cielos, y esto se hizo realidad en la cruz, que es el elemento que simboliza que el débil puede convertirse en el poderoso. Esta idea es enormemente revolucionaria y empapa nuestra cultura hasta límites imperceptibles. La creencia de que a través del sacrificio se puede mejorar en la vida y cambiar el orden de las cosas ha sido uno de los motores que ha hecho avanzar nuestra civilización. Por eso digo que el cristianismo ha sido la revolución más radical de la historia.
-¿Y no cree que esos valores trascienden a lo cristiano y habrían guiado nuestra cultura aunque el cristianismo no los hubiera proclamado?
-Eso nunca lo sabremos. Lo único que sabemos es que esa concepción fraterna e igualitaria del ser humano no existía antes de Jesús. El egoísmo forma parte de nuestro instinto desde la noche de los tiempos. De hecho, la lógica darwiniana dice que el fuerte destruye al débil para mejorar la especie. En ese sentido, el cristianismo fue una extraña mutación de ese gen.
-¿En qué medida el devenir de la historia ha reforzado la influencia del cristianismo en el mundo?
-Uno de los grandes aciertos del cristianismo ha sido su capacidad para reinventarse y que sus valores siguieran configurando el mundo. Lo hizo al final del Imperio Romano, en la Edad Media, con la Reforma protestante, en la Ilustración y hasta en la Revolución Francesa, que estuvo inspirada en principios netamente cristianos.
-En el siglo XIX, Darwin reveló el origen de las especies, Nietzsche proclamó la muerte de Dios y Marx dijo que la religión es el opio del pueblo. El siglo XX se fundó sobre principios laicos. ¿Cómo han podido perdurar esos valores cristianos?
-Permítame advertirle de que ‘El Capital’ de Marx está lleno de referencias inspiradas en el cristianismo, como la idea de que los justos heredarán la tierra y que ésta debe ser propiedad de quien se sacrifica por ella. Nietzsche había leído a Darwin cuando proclamó que los fuertes deben triunfar sobre los débiles, pero este pensamiento derivó en el nazismo, que es el modelo más anti cristiano que existe. Su expresión en la Alemania hitleriana acabó reforzando al cristianismo, porque nos ha permitido visualizar a aquello que no debemos ser jamás.
-¿Por qué el cristianismo ha conseguido que prevalezcan sus valores y otras religiones no han tenido la misma suerte?
-El judaísmo, el hinduismo, el budismo o el confucionismo nunca aspiraron a que sus principios fueran universales. El islam sí. En ese sentido, el islam es el gemelo, y el rival, del cristianismo, pero este ha sido más hábil a la hora de reformarse y adaptarse a los distintos escenarios históricos, hasta conseguir que sus valores sean percibidos como universales hasta por los no cristianos. El cristianismo no solo es una religión y un conjunto de principios morales. También ha sido un sistema de poder a lo largo de la historia.
-En su libro dice que el ‘All you need is love’ de los Beatles es una expresión del triunfo de los valores cristianos, afirmación cuando menos atrevida.
-En su recorrido histórico, el cristianismo ha ido incorporando influencias de todo tipo y se ha adaptado a diferentes circunstancias. Su última gran mutación ocurrió en los años 60 del siglo pasado y se expresó a través de la constelación de movimientos de liberación y de justicia social que estallaron en ese momento, desde el feminismo hasta la reclamación de los derechos humanos o los del colectivo gay. Luther King, que era un sacerdote baptista, dijo: si todos somos iguales ante Dios, los negros y los blancos debemos tener los mismos derechos. El amor fraterno del movimiento hippy es el mismo que proclamaba Jesús.
"La última
mutación del cristianismo
ha sido con los movimientos
de liberación
de los años 60"
-¿Cómo andan esos valores en la actualidad?
-El cristianismo se encuentra hoy ante un dilema. Por un lado, inspira movimientos de hermandad y liberación personal. Por otro, aparece asociado al pensamiento político conservador, que se opone a esos avances. Esta paradoja tiene muchas expresiones, desde la lucha por el matrimonio gay al reto de la crisis migratoria. Merkel abrió las puertas de Alemania inspirándose en los principios cristianos con los que creció, como el de la parábola del buen samaritano. En cambio, Viktor Orbán cerró Hungría a los migrantes alegando que temía perder su identidad cristiana. Esto ya ocurrió en España en la guerra civil.
-¿A qué se refiere?
-Los republicanos eran contrarios a la iglesia, pero la justicia social que reclamaban era de inspiración cristiana. En cambio, Franco era muy católico, pero a la vez defendía el fascismo y a Hitler, que es la antítesis del cristianismo. Esta contradicción se sigue dando hoy en lugares como Estados Unidos. Trump es el presidente menos cristiano que ha tenido ese país, pero reúne el apoyo de millones de votantes que se declaran cristianos.
-¿Qué futuro augura al cristianismo?
-Es difícil saberlo. A pesar del laicismo imperante, el cristianismo continúa ganando adeptos en África y América Latina y sigue siendo el credo con más seguidores del planeta, pero es probable que en Occidente haya llegado a su final natural. Esto no significa que sus valores desaparezcan. El cristianismo cumplió la misión de proclamarlos y propagarlos y ya forman parte de la cultura universal.
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