El hecho religioso del ser humano reside en el
descubrimiento de su trascendente hacia algo, llamémosle Misterio, que le
supera y abruma. Bajo esa consciencia meta-humana se construye todo un
artificio de búsqueda de verdad y comprensión. Los cristianos, como infinidad
de religiones, han buscado dar sentido y respuesta a ese hecho y lo han
centralizado en la figura de Jesucristo como encarnación de un Dios paternal (Abba),
y que es el eje principal de su creencia-verdad y con la que interaccionan
con los demás... sin perder el horizonte
del objetivo salvífico por su mediación (A Dios por Cristo).
Uno de los mayores desafíos a los que se confronta una
teología cristiana de las religiones, es la de reconocer que cada religión
merece ser estudiada en sí misma con sus luces y sus sombras, lógicamente nos
acercarnos a ellas desde nuestra historia, cultura y creencia y para ello la
Declaración nos marca una pauta interesante desde el magisterio eclesial, al
que todo buen católico debe respetuosa obediencia... pero cayendo en la
tentación de centralizar la salvación también desde la Iglesia (A Dios por
Cristo y A Cristo por la Iglesia), cuya misión quizás debería ser más magisterial.
Y todo esto queda bastante bien reflejado en una buena parte
de la Declaración donde se hace insistencia en el aspecto de Jesucristo como
elemento salvífico más importante para
los cristianos, pero que al ser considerado como único, anula la posibilidad de
un diálogo interreligioso, alejándonos del objetivo que es el Misterio. Y en el
fuerte peso que se le da a la Iglesia como universale salutis sacramentum (tema
que ocupa una parte del documento)
Otro tema recurrente en el
documento es el problema de la verdad de las otras religiones. De hecho, esta
cuestión es tratada de un modo explícito por dos veces en el documento, lo que
da idea de la importancia que le atribuye: cuando realiza el status quaestionis
y cuando se abordan en la tercera parte las consecuencias teológicas de los
presupuestos tratados. El documento trata de acoger y respetar los valores de
las religiones, siguiendo el ejemplo que entonces ya había dado el más reciente
magisterio. Pero a la vez evita todo relativismo, no habla de las religiones
como caminos de salvación, aunque se afirma la posibilidad de que en algunos
aspectos puedan ayudar en este sentido a sus seguidores. Unas religiones que
aunque pueden reflejar algún rayo de la Verdad, no las ilumina la Verdad
completa.
Considerando que la problemática
de todas las religiones es el esclarecimiento del hecho trascendente del ser
humano para el descubrimiento de ese Misterio al que se llama Dios y que los
cristianos lo centralizan con la vía salvífica de la encarnación de Jesús, es
normal que se pongan los aspectos teologales básicos del cristianismo para
aportar una base de diálogo enriquecedora, el problema es encontrar los puentes
de conexión.
Estos textos y otros parecidos
sientan con nitidez la doctrina de Cristo, único Salvador a través del misterio
de la Iglesia, pero guardan un respetuoso silencio respecto al modo en que la
eficacia salvadora de Jesús alcanza a todos los hombres no cristianos. Se nota
el rumor de una misteriosa operación divina, que debe ser mucho más adorada que
escrutada con los instrumentos de la razón humana, lo cual recomienda a la
teología un tono de sobriedad intelectual en presencia de lo misterioso al que
no alcanzamos con facilidad y que requiere el trabajo de todos
Nacho Padró
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