es muy posible que la mayoría de lectores desconozcan quién es Mimar Sinan. Lamentablemente, este genial personaje es un gran desconocido fuera del mundo musulmán pese a ser uno de los arquitectos más importantes de la historia de la humanidad. Su obra es la esencia del arte otomano, hasta el punto de que podemos decir que Sinan "inventó" el arte otomano. La edad de oro del Imperio otomano contó con dos protagonistas de excepción: el sultán Suleimán el Magnífico y el artista que dio forma a sus sueños de grandeza: Mimar Sinan. Comparado con Leonardo da Vinci e incluso con Miguel Ángel, Sinan, palabra que significa "arquitecto", sentó las bases de la estructura de la mezquita otomana y "dibujó" el perfil de Estambul, siendo este imposible de olvidar para los visitantes que la contemplan desde el Bósforo. Sinan embelleció la ciudad con mezquitas, hammams (baños turcos), palacios, mausoleos y grandes espacios abiertos que siguen fascinando a todo aquel que se acerca a la antigua capital del Imperio otomano.
EL ORIGEN DE UN GRAN CONSTRUCTOR
Aunque se desconocen los orígenes familiares de Sinan, es muy posible que estos fueran cristianos, armenios o griegos. Nacido en la Capadocia en el año 1488, el joven fue reclutado a los 14 años por el Devshirmé, una institución creada para la leva de niños no musulmanes con el fin de educarlos en funciones civiles y militares. Ingresó muy pronto en un regimiento de jenízaros, yeni çeri (nuevos soldados), el cuerpo de élite del sultán. En aquella época, Sinan participó en numerosas campañas militares ayudando a reparar y construir puentes y catapultas.Acompañó a los sultanes Selim I y Suleimán I el Magnífico en las campañas militares que los turcos libraron en Rodas, Persia, Corfú, el sur de Italia, El Cairo, Austria, Moldavia y los Balcanes. A lo largo de estas campañas, Sinan no solamente fue nombrado yayabashí (capitán de infantería) y después zemberekçibashí (capitán de catapultas), sino que pudo familiarizarse con la arquitectura de las grandes ciudades europeas y asiáticas, lo que influiría de un modo decisivo en su futura formación como arquitecto.
Sinan participó en numerosas campañas militares, y acompañó a los sultanes Selim I y Suleimán I el Magnífico en las campañas militares que los turcos libraron en Rodas, Persia, Corfú, el sur de Italia, El Cairo, Austria, Moldavia y los Balcanes.
Su primer contacto directo con la familia imperial lo consiguió a través de Hurrem Haseki (Roxelana), la esposa favorita del sultán Suleimán I el Magnífico, y fue contratado para construir un külliye, un complejo de edificios que rodean a una mezquita y que son administrados como una sola institución, a modo de un waqf(fundación). El külliye estaba compuesto por una madraza, un dar al-Shifa (hospital), cocinas, panaderías, baños y otros edificios anexos al servicio de la caridad para la comunidad. El sultán quedó sumamente satisfecho y la reputación que adquirió Sinan le valió un importante encargo, el primero de los muchos proyectos que acabarían convirtiendo a Estambul en la Roma otomana. Dicho encargo fue la construcción de la mezquita de Sehzade en memoria del príncipe Mehmet, el primer hijo del sultán, muerto prematuramente. A pesar de rondar ya los cincuenta años (una edad considerable para la época), Sinan fue nombrado jefe de los arquitectos imperiales por el propio sultán, y durante los restantes cincuenta años que vivió, el genio otomano perfeccionó una y otra vez sus construcciones, experimentando con distintos tipos de edificios: hammams, caravasares, palacios, madrazas y más de ochenta grandes mezquitas.
EL LEGADO DE SINAN
La mayor parte parte de la labor arquitectónica de Sinan se desarrolló en Estambul, pero también podemos encontrar edificios suyos en Anatolia, Siria, Irak, Crimea y los Balcanes. Si la abundancia de iglesias en Roma no tiene parangón, Estambul es la ciudad de las mezquitas: nada más y nada menos que 1.500, que crecen majestuosas y vibrantes a lo largo del Bósforo y de los antiguos barrios de Estambul. El estilo de Sinan sintetiza los estilos de las construcciones que pudo observar en su época de militar, integrándolos en la arquitectura otomana ya existente, la cual cambiaría por completo. Contemporáneo de Miguel Ángel, se ha llegado a decir que Sinan es el equivalente del gran genio italiano en Oriente. A semejanza de Miguel Ángel, Sinan también fue artesano, científico, un profundo innovador y un trabajador incansable.
El estilo de Sinan sintetiza todos los rasgos de las construcciones que visitó en su época de militar, integrándolos en la cultura turca y la arquitectura otomana ya existente, la cual cambiaría por completo.
Siempre ha sido objeto de debate la posible relación que mantuvo Sinan con los arquitectos renacentistas. Quizá esa influencia contribuyó a la nueva dimensión que el arquitecto otomano dio a sus cúpulas y a las proporciones del espacio. A pesar de que aquel tipo de arquitectura ya estaba presente en la arquitectura local con la basílica de Santa Sofía, del siglo VI d.C., la llegada del Islam hizo que la influencia de aquella basílica se extendiera a las diversas mezquitas que se erigieron en el siglo XV, como la Gran Mezquita de Bursa o la Mezquita de Fatih (el conquistador) en Estambul, edificios en los que la cúpula central fue adquiriendo cada vez más importancia, hasta llegar a la gran revolución arquitectónica impulsada por Sinan. El arquitecto también fue el autor de innovadoras técnicas en el ámbito de la ingeniería, al desarrollar diversos sistemas antiterremotos, sistemas urbanos de drenaje, diseño medioambiental y diseño acústicos.
UNA OBRA CUMBRE
Suleimán I encargó a Sinan una mezquita en su honor. Bella y elegante, la mezquita de Suleimán se alza en la tercera colina de Estambul; su construcción empezó en 1550 y acabó en 1558. El edificio tiene la cúpula más alta del arte otomano (23 metros) y está rodeado de un grandioso külliye. Pero aunque esta mezquita está considerada una de las obras cumbre de Sinan, la que se considera su obra maestra es la mezquita de Selim en Edirne, la antigua Hadrianópilis, situada en la Tracia, a 220 kilómetros de la capital y ya en la frontera con Bulgaria. Construida para el sultán Selim II, sucesor de Suleimán, fue erigida entre los años 1569 y 1575. Es un poco más pequeña que la de Suilemán en Estambul, pero más armoniosa y original. Además de la cúpula, la belleza de la mezquita viene dada por su exquisita decoración a base de mármol blanco labrado por la soberbia cerámica esmaltada de Iznik y por tener los cuatro minaretes más altos de toda Turquía, que alcanzan los 70,9 metros de altura. Sinan también es autor de una bella mezquita no imperial, la mezquita Rustem Pasha, acabada en 1562. Financiada por el gran visir de Selim II y uno de los hombres más ricos del Imperio, está situada en el corazón del Bazar de las Especias de Estambul. Este pequeño edificio destaca por su hermosa decoración de azulejos de Iznik.
La mezquita de Selim II es un poco más pequeña que la de Suleimán en Estambul, pero es más armoniosa y original, y posee los cuatro minaretes más altos de toda Turquía.
Una de las cosas que más sorprenden al visitar las mezquitas proyectadas por Sinan es, además de la iluminación, los huevos de avestruz que cuelgan de los grandes aros metálicos que sirven para sostener las lámparas. Tanto los guías turísticos como diversos artículos aseguran que se usaron huevos de avestruz en el interior de los templos para mantener los espacios libres de arácnidos, a los que repele el olor que desprenden estos huevos. Aunque no existe base científica que avale esta teoría, no deja de ser un un hecho curioso. En 1582, Sinan viajó a La Meca para cumplir con la Santa Peregrinación, que todo buen musulmán debe realizar al menos una vez en su vida, y la muerte le sorpendió a los cien años, cuando más entregado estaba a su trabajo, al que destinaba muchas horas al día. También se dedicaba a la docencia, enseñando a más de 250 discípulos el arte y los secretos de la arquitectura.
En su autobiografía, el propio Sinan afirmó: "Los arquitectos de cierta importancia en países cristianos se sienten muy superiores a los musulmanes, porque hasta la fecha estos jamás han realizado nada comparable a la cúpula de Santa Sofía. Gracias a la ayuda del Todopoderoso y al favor del sultán he conseguido construir para la mezquita del sultán Selim una cúpula que supera a la de Santa Sofía en cuatro zira (varas) de diámetro y seis de altura". De lo que no existe duda es de que el brillante arquitecto ha conseguido poner de acuerdo a todo el mundo, por lo menos en una cosa: en la innegable belleza de las cúpulas otomanas.
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