Yo pecador y obispo me confieso, de soñar con la Iglesia, vestida solamente de Evangelio y de sandalias; de creer en la Iglesia, a pesar de la Iglesia, de creer en el Reino en todo caso caminando en Iglesia. Yo pecador y Obispo, me confieso de haber visto a Jesús de Nazarethanunciando también la Buena Nueva a los pobres de América Latina, de decirle a María: “¡Comadre nuestra, salve!”, de celebrar la sangre de los que han sido fieles; de andar de romerías. Yo, pecador y obispo, me confieso de abrir cada mañana la ventana del Tiempo; de hablar como un hermano a otro hermano; de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa; de cultivar la flor de la Esperanza entre las llagas del Resucitado. Misericordia. Amén, amén.
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