Los Reyes Magos están en zona de guerra. Donald Trump y los ayatolasse han liado a golpes, han empezado en Bagdad, pero el próximo acto puede ser en Teherán, cerca de donde Marco Polo encontró la tumba de los Magos de Oriente. “En Persia está la ciudad llamada Saba (actual Saveh, a 130 kilómetros de Teherán), de donde partieron los Tres Reyes que fueron a adorar a Dios cuando nació. En esa ciudad están enterrados los tres Magos en una bella sepultura, y están todavía incorruptos, con barba y con cabello”, cuenta el famoso viajero veneciano en su Libro del Millón.
Marco Polo añade más datos históricos a su hallazgo. Dice que nadie en Saba supo informarle sobre aquellos enterramientos, salvo que eran muy antiguos, pero que a tres jornadas de allí visitó el castillo de Calasata(en la actualidad Ghez Ghale), que quiere decir “de los adoradores del fuego”, donde guardaban memoria de los Tres Magos. Resultó que uno de ellos había sido rey de Calasata, y la gente de allí contaba la misma historia que recoge el Evangelio de Mateo, es decir, que “unos magos de Oriente”, viajaron guiados por una estrella para adorar “al que ha nacido, el Rey de los Judíos”. Le ofrecieron unos regalos, oro, incienso y mirra, y luego “regresaron a su país”.
Los de Calasata añadían sin embargo un estupendo colofón al relato evangélico. El Niño Jesús les dio cuando se volvieron a Oriente una bolsa cerrada con un regalo, que se decidieron a abrir tras varios días de viaje, encontrado una simple piedra. Desconcertados la tiraron a un pozo, y entonces descendió un fuego del cielo y el pozo empezó a arder. Ante semejante maravilla, los Reyes Magos se trajeron el fuego a Calasata y lo depositaron en un templo, donde desde entonces lo adoraban. Los fuegos que salen de la tierra como por milagro son algo frecuente en Irán e Irak, debido a las emanaciones gaseosas de los depósitos de hidrocarburos, quien esto escribe los ha visto.
Santa Elena lo puso en marcha
Hay que decir que Marco Polo no encontró la tumba de los Reyes por casualidad, era algo sabido desde los tiempos antiguos. De hecho Santa Elena, la madre del emperador Constantino, que diseñó los Santos Lugares –descubrió el Portal de Belén, el Santo Sepulcro de Jesucristo e incluso la Santa Cruz donde murió- había enviado una expedición arqueológica a Saba mil años antes de Marco Polo. Esa expedición, naturalmente, regresó con los restos mortales de los Reyes Magos, que Santa Elena se llevó a Constantinopla.
Como habrá comprendido el lector, el relato de Marco Polo respaldaba y a la vez contradecía a Santa Elena. La tradición local confirmaba que en Saba estaba la tumba de los Magos de Oriente, pero si Marco Polo contempló sus cuerpos incorruptos ¿qué restos le habían traído a Santa Elena?Esas contradicciones no impidieron que se convirtieran en una de las reliquias más famosas y veneradas de la cristiandad. Por diversos avatares históricos los Reyes Magos siguieron siendo unos viajeros impenitentes aun después de muertos. El emperador Constantino, por razones políticas, le confió los restos a un noble bizantino llamado Eustorgio, al que había nombrado arzobispo y legado imperial en Milán, y los Reyes Magos se fueron a la gran ciudad del Norte de Italia. Pero en el siglo XII el emperador germánico Federico Barbarroja saqueó Milán, que se había enfrentado al poder imperial, y se llevó a los Reyes a Colonia.
Para guardarlos se hizo un fabuloso relicario de tres féretros de oro, plata, esmalte y un millar de piedras preciosas. Y para albergar al relicario se levantó la catedral de Colonia, la obra cumbre de la arquitectura gótica, lo que fue posible por los inmensos ingresos que aportaban los peregrinos. Gracias a los Reyes Magos, Colonia llegó a competir con Santiago de Compostela como destino de lo que podríamos llamar “turismo de masas” de la Edad Media.
Todavía podían haber continuado los Reyes su periplo desde Oriente hacia Occidente. La victoria española en la batalla de Pavía (1526), donde el rey Francisco I de Francia fue hecho prisionero, deparó a la corona española entre otras cosas el rico Ducado de Milán. Desde entonces los reyes de España fueron también duques titulares de Milán, y en su calidad de duque de Milán, Felipe II reclamó a Colonia que le devolviese las reliquias de los Reyes Magos. Por aquellos tiempos, Felipe II había revolucionado el mercado mundial de reliquias porque deseaba reunir una gran colección en el monasterio del Escorial, como hizo. Si los alemanes hubiesen cedido, es muy probable que, en vez de volver a Milán, los Reyes Magos se hubieran venido al Escorial, pero en Colonia se resistieron con uñas y dientes a soltar la gallina de los huevos de oro, el triple sepulcro que era fuente de su prosperidad.
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