¿Fue realmente Homero el creador de la Ilíada y la Odisea tal y como las conocemos? ¿Son la Ilíada y la Odisea los únicos poemas épicos que hubo en la antigua Grecia? En caso de que hubiera más, ¿eran también de Homero? Hace décadas que los especialistas buscan respuesta a estas incógnitas. No podemos asegurar nada con total certeza. Esto es lo que llamamos “la cuestión homérica” desde que, hace ya casi un siglo, se empezara a dudar de la existencia de Homero como autor de los poemas épicos.
Sin embargo, para los antiguos, Homero había sido su autor. No les cabía ninguna duda. Siete pequeñas obras biográficas, aparte de otras bizantinas, y la que conocemos con el título del Certamen de Homero y Hesíodo, pertenecientes todas ellas a la Antigüedad tardía, ofrecen datos sobre su supuesta vida, tomados a su vez de obras anteriores, hoy perdidas. Hablan acerca de su lugar de nacimiento, de dónde murió y de sus viajes por distintas ciudades griegas, sobre todo de la costa jonia, hoy Turquía.
El uso de fórmulas repetitivas
Sabemos que tanto la Ilíada como la Odisea circularon de manera oral quizá durante siglos en distintas versiones antes de convertirse en un texto escrito definitivo. ¿Cómo es posible que un poema escrito por un supuesto único autor tuviera tal cantidad de variantes hasta su puesta por escrito? ¿A qué se deben las incongruencias argumentales? Milmam Parry y, a su muerte, Albert B. Lord, buscaron las raíces de estos poemas comparándolos con la tradición oral épica de la antigua Yugoslavia. Esta sigue aún viva. Vieron que, en la composición y transmisión de los poemas, la formularidad era un elemento esencial.
¿En qué consiste dicha técnica? Cuando leemos la Ilíada o la Odisea, observamos que determinados epítetos se repiten constantemente. De este modo, Agamenón es “soberano de hombres”, la Aurora “de dedos rosados”, Aquiles “de pies ligeros”, Néstor “de meliflua voz”, etc. Esto es lo que consideramos fórmulas y nuestros poemas están plagados de ellas.
Se observó que el cantor podía cubrir con ellas diferentes secciones de los hexámetros, el verso heroico griego. Comprendieron que este sistema de composición pertenecía a un repertorio improvisado por cantores profesionales, que en la antigua Grecia se llamaban aedos (en la épica serbocroata se denominan guslaris). Sus composiciones tienen una forma lingüística y métrica concretas y son constantemente introducidas en la composición a medida que se iba improvisando para mantener en la memoria el pasado heroico.
Una biografía inconsistente
El uso continuo de estas fórmulas en la Ilíada y la Odisea planteaba dudas sobre la existencia de un único autor de los poemas. Al mismo tiempo, se pudo probar la inconsistencia de los datos biográficos, que sólo ponían en evidencia nuestra absoluta ignorancia acerca de Homero. Hoy se tiende a considerar su nombre desde la tradición mítica, al igual que otros famosos cantores de la Antigüedad griega, como Orfeo, Museo, Arión, etc. Homero representa la tradición oral, transmitida de generación en generación, de una manera de componer la épica por los aedos, que se acompañaban de la forminge, un instrumento de cuerda.
Además del uso de fórmulas, y de la poca fiabilidad de los supuestos datos biográficos, hay más características que indican más de un único autor. Por ejemplo: la lengua de los poemas no es uniforme. Si el poeta era jonio, ¿por qué encontramos abundantes rasgos de otros dialectos griegos antiguos? Además del jonio, hay elementos de origen eolio o ateniense. Incluso algunos son de un dialecto conocido como arcadiochipriota, posiblemente de tradición micénica.
Ausencia de rasgos dorios
Misteriosamente, los poemas no tienen rasgos dorios, un dialecto crucial en la literatura posterior a Homero, que buscó sus argumentos en los poemas épicos, (por ejemplo, en la tragedia ática). Esto plantea problemas: en primer lugar, porque si hay una supuesta tradición épica micénica, no se explica que los aqueos, continuadores de la cultura micénica en el continente, la perdieran tras la caída de los palacios micénicos hacia el 1200 AEC; y, en segundo lugar, porque si dicha tradición épica es posterior a la desaparición de la cultura micénica, los poemas deberían tener rasgos de la lengua doria.
Aquí es cuando Atenas y sus tiranos, especialmente Pisístrato, entran en la historia de nuestros poemas. Entre el 546 y el 514 AEC, Atenas vivió un momento de gran auge económico y, consecuentemente, cultural. Es el momento de reorganización de las Grandes Panateneas. También entonces nace el teatro, en el 534. Sus gobernantes quisieron mostrar al resto del mundo heleno la nueva potencia de esta pólis. Las distintas variantes de la Ilíada y la Odisea que circulaban se pusieron por escrito en una única versión, que es en gran medida la que ha llegado a nosotros. La conocemos como la redacción pisistrática. Era obligatorio cantarla y/o recitarla durante varias jornadas en los festivales atenienses.
Los otros “Homeros”
¿Qué sucede, entonces, con los demás ciclos épicos que se le atribuían? Los antiguos pensaban que Homero también había sido el autor de la Tebaida, de los Himnos, del Margites, de los Nostoi, los Cypria, etc. La investigación actual rechaza plenamente esta posibilidad. Conocemos los nombres de unos cuantos compositores épicos: en zona eolia, Lesques de Lesbos y Hesíodoy Quersias de Beocia; también a Estásimo y Hegesias de Chipre, a Eugamón de Cirene y a los áticos Hegesino y Onomácrito, además de diez jonios. De todos ellos, sólo Hesíodo habla de sí mismo como autor de sus obras, la Teogonía y Los trabajos y los días.
En resumen, no sabemos cuándo tomaron su forma definitiva la Ilíaday la Odisea. No obstante, la redacción pisistrática es la teoría más consistente debido a los novedosos rasgos atenienses de los poemas. Además de la inclusión de aticismos en los poemas, a partir del 520 AEC proliferan los vasos áticos con motivos homéricos, cuando antes no habían sido tan frecuentes, y la incineración de cadáveres, que aparece en los poemas, se practica en Atenas desde el 464 AEC.
Ello nos lleva a pensar que esta tradición oral culminó en una puesta por escrito ateniense a cargo de los tiranos de la pólis. Su fin es claro: una útil propaganda del nuevo poder adquirido. Por todo ello, Homero no puede ser considerado su autor, en el sentido moderno de la palabra, aunque ello no afecta a la calidad de las dos primeras obras de la literatura griega, patrimonio de todos nosotros.
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