Cuando en 1718, Étienne Francçois Geoffroy, hijo de un farmacéutico que ocupaba la cátedra de química en el Jardín des Plantes de París, publicó la "Tabla de las diferentes relaciones observadas entre sustancias diferentes", lo hizo en un contexto donde los químicos ya estaban intentando desvincularse del pensamiento alquímico.
El golpe de gracia lo dio el conocimiento experimental pero, sobre todo, la información clara de esos experimentos en una sociedad abierta.
Conocimiento experimental
Se suele pensar que la desaparición de la alquimia del ámbito científico tuvo lugar la experimentación sin más. Pero no fue así. Tampoco fue el desarrollo de redes cultas dedicas al nuevo conocimiento.
Lo que condenó a la alquimia al desván de las pseudociencias fue, como explica David Wootton en su libro La invención de la ciencia:
La insistencia de que había que informar abiertamente de los experimentos en publicaciones que presentaran una explicación clara de lo que había ocurrido, y que entonces debían replicarse, de preferencia ante testigos independientes.
Los alquímicos habían hecho siempre justo lo contrario: se habían dedicado al un aprendizaje secreto, convencidos de que solo unos pocos eran aptos para tener aquel conocimiento exclusivo.
Dicho de otro modo: una sociedad cerrada a propósito del conocimiento se convirtió en una sociedad abierta, transparente.
Corolario: no hemos de esperar realmente encontrar ciencia fiable antes de que las comunidades científicas empezaran a tomar forma en la década de 1640.
La desaparicion de la alquimia proporciona evidencia adicional, si es que acaso se necesitara evidencia adicional, de que lo que señala nuestra ciencia moderna no es la realización de experimentos (los alquimistas realizaban gran cantidad de experimentos), sino la formación de una comunidad crítica capaz de evaluar los descubrimientos y replicar los resultados.
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