No eres tu nombre ni el lugar donde naciste.
No eres lo que haces ni lo que tienes.
No eres tu trabajo, tu ropa, tu coche, tu casa o tus posesiones.
Tampoco eres lo que los demás piensan de ti.
Estás tan acostumbrado a ser quien se supone que has de ser, que no tienes ni la más remota idea de cuál es tu verdadera identidad. Y para disimularlo, te pasas el día detrás de una máscara, relacionándote con otras caretas que esconden seres humanos que tampoco se conocen a sí mismos. Por eso la sociedad es un gran teatro. Y no lo digo metafóricamente.
Cada uno de nosotros se ha convertido en un actor que interpreta un guión de vida escrito por otros y orientado a cumplir las expectativas de los demás. Tu malestar es proporcional a tu confusión. Y ésta se refleja por el disfuncionamiento de tu mente. Va completamente a su bola. Aunque te cueste comprenderlo, no eres lo que piensas acerca de ti mismo. De hecho, no te pareces en nada a la persona que crees que eres.
Sin embargo, te identificas con todo tipo de pensamientos, algunos de los cuales están locos de atar. ¿Cómo vas a ser tu mente si tienes la capacidad de observarla? ¿Cómo puedes ser tus pensamientos si puedes modificarlos? No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla.
Borja Vilaseca
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