Nos hicieron creer que la vida se perdía al final del trayecto cuando el destino decide que ha llegado la hora de recoger lo que sobra. Es mentira. Mueres una y mil veces en la inercia de los días que vives recordando lo que el corazón debe olvidar.
Nos contaron que esto iba de dos trenes que salen desde la misma estación y no de dos que se equivocan de raíles y se cruzan para siempre.
Nos enseñaron a encajar piezas cómplices de puzzles desordenados como juego de niños sin saber que es lo serio de la vida y que el destino hace su trabajo porque no hay que esperar lo que no llega ni aceptar lo primero que viene o buscar lo que no se encuentra.
Nos hicieron creer que siempre había que ganar sin decirnos que, a veces, al perder ganas lo que está bien perdido.
Que la vida reparte cartas pero tú juegas la partida. Las mejores pueden estar escondidas al final. El póker del misterio de la vida.
Nos engañaron al hacernos creer que volar era tirar una cometa al cielo o subir en globo dejando el mundo a tus pies sin avisarnos que era hacerlo todos los días sin despegarlos del suelo.
Nos mintieron haciéndonos creer que amar era llorar sin escribirnos al margen de la hoja: "No. Esto va de cerrar los ojos y reír".
Nos hicieron aceptarlas como vengan dadas porque sufrir también es vivir, sin dibujarnos a un niño corriendo en busca de sus muñecos. Mentiras cobardes que tú ya sabes porque esto da muchas vueltas. Y si hoy la vida te sacó a empujones, no es verdad que sea el pago de tus errores, es para que no dejes de luchar jamás por tus sueños.
Emilio Leiva
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