la costumbre de pedir la intercesión de santos y vírgenes para lograr las ansiadas lluvias en épocas de sequía es tan antigua, casi, como el propio cristianismo. La historia está repleta de relatos de devotas procesiones de pueblos y regiones enteras, que sacaban a pasear las imágenes del santo o la virgen local y que eran premiados con abundantes lluvias por su devoción. Creer que estos aguaceros son o no consecuencia directa de la intervención "celestial" es cuestión de la fe individual. Lo que sí parece poder establecer la ciencia es que este tipo de milagros surgió en una época de cambio climático que trajo un aumento de las lluvias y las inundaciones en el siglo VI d.C. Sólo entonces, en las postrimerías de la antigüedad, las biografías de los santos comienzan a reflejar un nuevo poder, el de su control sobre los elementos atmosféricos.
Al menos en las historias de los santos que circulaban en Italia durante el fin de la antigüedad e inicios de la Edad Media. Así lo asegura un estudio interdisciplinario encabezado por investigadores de la Universidad de Pisa y la Universidad de Varsovia publicado en la revista Climatic Change, que vincula los datos que indican un aumento de las precipitaciones en el norte y centro de Italia durante el siglo VI d.C. con relatos históricos contenidos en textos contemporáneos sobre el vidas y milagros de santos. "En el siglo VI, al menos una parte de Italia se convirtió en una tierra de lluvias torrenciales e inundaciones", asegura Giovanni Zanchetta, profesor de geología de la Universidad de Pisa y autor del artículo, lo que se reflejó en los relatos de la época, que describen numerosas escenas en las que los santos propagan o detienen lluvias violentas, tormentas e inundaciones.
Los Diálogos, atribuidos a San Gregorio Magno (papa entre 590 y 604), contienen la biografía y obras de muchos de estos primeros santos. En esta obra, los llamados milagros de agua representan casi el 20% de todos los milagros. En cambio, en la literatura hagiográfica de este mismo período en la actual Francia, este tipo de historias están casi ausentes. Según Robert Wiśniewski, especialista en hagiografía de la Universidad de Varsovia y coautor del estudio, "las fuentes literarias, en particular las historias sobre santos, no deben tomarse como un registro directo de eventos del pasado", pero "reflejan la cosmovisión para explicar fenómenos meteorológicos extraordinarios", añade.
LA ESTALAGMITA DE RENELLA
Para establecer un eje cronológico paleoclimático de la región, los autores del estudio examinaron una estalagmita milenaria de la cueva de Renella en el norte de la Toscana. Las capas de minerales acumuladas a lo largo de los siglos funcionan como un registro de las condiciones ambientales a lo largo de los siglos. Por ejemplo,la mayor o menor acumulación de isótopos estables de oxígeno puede indicar periodos de precipitaciones más o menos abundantes.
El análisis de los niveles del isótopo de oxígeno-18 contenidos en los diferentes estratos de la estalagmita indica, según el artículo que "el período comprendido entre el Imperio Romano y la Edad Media temprana mostró oscilaciones de condiciones más secas a más húmedas". Pero la proporción más baja de toda la serie (que se asocia a un mayor nivel de acumulación de humedad y de precipitaciones) se encontraría en el fragmento de roca que coincidiría con la centuria comprendida entre los años 500 y 600 de nuestra era.
PREOCUPACIÓN POR EL CLIMA
Para los autores del estudio, estos datos coinciden con otros indicadores paleoclimáticos que muestran un aumento de los caudales y de las inundaciones en los valles fluviales de los Alpes y con fuentes escritas de la misma época "que proporcionan descripciones de eventos hidroclimáticos extremos". Así pues, todo ello, ayudaría a explicar la aparición repentina de este tipo de relatos y milagros, que serían un reflejo del estrés ambiental real al que se que enfrentaban los habitantes de la región en el siglo VI.
La aparición repentina de este tipo de relatos y milagros serían un reflejo del estrés ambiental real al que se que enfrentaban los habitantes de la región en el siglo VI.
Los hagiógrafos de la Iglesia habrían convertido eventos climáticos normales en hechos sobrenaturales, sostienen los autores del artículo, así, el aumento de precipitaciones e inundaciones pudo contribuir al desarrollo del culto a los santos y a su poder sobre las enfermedades, las personas y la naturaleza en general. Lo que sirvió para aumentar su autoridad entre la población, y de paso la de los obispos que controlaban su culto y que vieron reforzado su liderazgo en sus comunidades. Si al principio los hombres y mujeres a los que iban dirigidos esas historias lo vieron igual es difícil de saber, pero no hay duda de que con el tiempo la percepción caló entre la población de cada vez más partes de Europa.
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