Los peces son algo más que animales para los japoneses. Algunas especies, como la carpa Koi, esos peces naranjas que vemos en cualquier estanque nipón que se precie, son símbolo de la fortaleza y la resistencia ante la adversidad, y atraen la buena fortuna. Pero también son un elemento decorativo que no suele faltar en la iconografía cultural de la isla. Son, en definitiva, la belleza.
Y con la belleza de los peces de colores han querido jugar en el Art Aquarium, ubicado en el barrio de Nihonbashi, en Tokio, un espacio de 2.321 metros cuadrados distribuidos en dos niveles. Más de 30.000 peces nadando dentro de tanques de agua de todas las formas y colores, esculturas de vidrio, como las definen desde la dirección del Art Aquarium.
El museo es un espacio extraño donde se mezclan la tradición, reflejada en las fuentes esféricas Oiran Way que imitan las del periodo Edo, y en los cilindros inspirados en el bosque de Kingyo, junto con el arte digital y la espectacularidad de las luces de neón.
Sin embargo, no son ni esa luz ni esa tecnología las protagonistas de este lugar, sino que funcionan, como expresaba Hidetomo Kimura, el creador y director de este museo en una entrevista para Live Japan, como el telón de fondo que resalta al elemento principal, los peces.
«No busco llevar el arte digital al frente de las cosas. Se usa solo como un papel de apoyo para ayudar a representar seres vivos reales. Por lo tanto, aunque se puede usar como un medio para expresar una forma viva, el arte digital no es realmente el enfoque principal».
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