El tercer mandamiento de la Iglesia Católica es: "Santificarás las fiestas en nombre de Dios". Este mandamiento nos manda honrar a Dios con obras de culto en los días de fiesta.
La Biblia narra la obra de la creación en seis “días”. Al concluir "vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno (...) Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque ese día descansó Dios de toda la obra que había realizado en la creación".
Los días de precepto
En la ley antigua los días de fiesta eran los sábados y otros días particularmente importantes para el pueblo hebreo; en la nueva ley los días de fiesta son los domingos y otras festividades establecidas por la Iglesia.
Además del domingo, los principales días de precepto son Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, finalmente, Todos los Santos.
La propia palabra "domingo" significa Día del Señor, en lugar del sábado, porque en tal día resucitó Jesucristo. El sábado representaba el final de la Creación; el domingo representa el inicio de la “Nueva Creación” que ha tenido lugar con la Resurrección de Jesucristo.
Principalmente en estos días de fiesta se nos manda como obra de culto asistir devotamente al santo sacrificio de la Misa.
Recibir los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía
El cristiano santifica las fiestas en varias maneras: asistiendo a la Doctrina cristiana y a los divinos oficios, recibiendo los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y ejercitándose en la oración y en obras de caridad con el prójimo. La Iglesia concreta el tercer mandamiento del Decálogo con el siguiente precepto: "El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa"
Trabajando el día de fiesta se comete pecado mortal; pero excusa de culpa grave la brevedad del tiempo que se emplea.
Se permiten en los días de fiesta las obras que son necesarias a la vida o al servicio de Dios y las que se hacen por causa grave, pidiendo licencia, si se puede, al propio párroco. Se prohíben en las fiestas las obras serviles para que podamos atender mejor al culto divino y a la salvación de nuestra alma y para descansar de nuestras fatigas.
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