desde siglos atrás, una parte de la población armenia había vivido dentro de las fronteras turcas. La incomodidad que este pueblo provocaba en los otomanos había sido motivo de varios enfrentamientos y ataques directos por parte del estado. Pero no fue hasta 1915 y en mitad del caos provocado por el primer año de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando el Imperio otomano dirigió un ataque organizado e indiscriminado contra esta población de credo cristiano instalada al este del territorio turco. Hacia mayo de ese año empezaron las primeras deportaciones que terminaron por convertirse en marchas de la muerte, en las que los deportados debían cruzar el desierto sin ningún tipo de ayuda, pues el gobierno turco detuvo el transporte de cualquier suministro que pudiera ayudar a los armenios a alcanzar la frontera siria. En la imagen, una niña yace en el suelo en mitad del desierto víctima del hambre y el cansancio. Los paralelismos con el Holocausto son múltiples, pues el Imperio otomano, además de violaciones, torturas o expropiaciones impunes, también organizó campos de concentración y exterminio, usó personas para experimentos médicos y utilizó gas tóxico o quemó grupos de gente con el objetivo de terminar con el pueblo armenio. No existe consenso en el número de muertos, pero la mayoría de fuentes coinciden en que al menos más de un millón de personas fueron víctimas del genocidio.
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