El
Cronista se propone presentar la historia de su pueblo de tal modo
que no termine en el desastre del destierro babilónico. Este final
oscuro es el que tiene como fondo el narrador Deuteronomista. La
historia del Cronista pretende acentuar la restauración del pueblo
después de la crisis. De ahí que nos presente a la comunidad judía
en su nacimiento, con sus dificultades y la superación de las
mismas. Por
otra parte, era necesario contrarrestar la exaltación del Sinaí y
de Moisés (centros de gravedad de los bloques históricos
anteriores) que podían ahogar la importancia y autoridad de la
dinastia davídica y del ritual por él establecido. De todo el libro
se destaca el apartado del reinado de David, que es introducido con
la muerte de Saúl, por ser el iniciador de la monarquía hebrea,
(1Cr 10-29); la fuente más importante de información la tiene en
los libros de Samuel y de los Reyes; se acentúa todo lo relativo a
los preparativos para la reconstrucción del templo que es donde se
centra el estudio de 1 Cr 22-29.
La
concentración del cronista sobre David siempre ha sido reconocida,
basta ver la monografía clásica de von Rad que se organiza dentro
de los temas de David y el arca, David y el personal de culto, David
y el templo, David y el culto, y David e Israel. No
se puede negar que un porcentaje inusualmente elevado de la labor del
cronista parece referirse a sí mismo con David. El cronista ha visto
David como el autor de los instrumentos musicales, un contribuyente a
la letra de algunas de las consignas y el responsable de lla música
en el templo. Es probable que el cronista haya visto a David como
responsable de las divisiones restantes, aunque la naturaleza exacta
de su actividad aquí es más difícil de evaluar. Por otra parte,
los pasajes importantes de Samuel y Reyes, que podrían considerarse
desfavorable a David, como los detalles de sus días fuera de la ley,
su adulterio con Betsabé y el asesinato posterior de Urías, y la
debilidad física de sus últimos días, están ausentes en Crónicas,
por lo que resulta una cuenta idealizado que parece verse reforzada
por el escritor en diversas maneras (1 Cr 12,39-41 [38-40]). Si
bien hay algo de verdad en este cuadro, cabe señalar que el cronista
no representa para nosotros un David sin culpa. Su responsabilidad
por el censo abortivo, por ejemplo, se amplía en Crónicas (1 Cr
21). Por encima de todo, su rechazo como el constructor del templo,
está encargado específicamente a que se ha derramado mucha sangre
(1 Cr 22,8) y es un hombre de guerra (28,3).
Los
preparativos para la construcción del templo ocuparon, según 1 Cr,
la atención de los últimos años del rey David, hasta el punto de
constituir el centro principal de su interés y de sus últimas
decisiones. Los cap. 22-29, con la interrupción de 1 Cr 23-27,
presentan los textos más importantes sobre la cuestión, en los
cuales David aparece como "revestido
de un manto profético".
Dos de estos pasajes merecen una atención especial: El mandato
explícito dado a Salomón por David (1 Cr 22,6-16) y La última
asamblea de David con su pueblo, en la que David presenta el modelo
del templo (23,1-2a; 28,1-29,20).
En
esta parte podremos constatar las disposiciones de David sobre la
construcción y el modelo del templo en los libros de las Crónicas,
donde David, con autoridad, actualiza y completa los decretos de
Moisés, como veremos al final, según las necesidades de la época
del segundo templo, una vez los deportados hubieran regresado del
exilio en Babilonia, hacia el 538 aC. Esto nos permite poner de
relieve el apelativo dado a David de "hombre
de Dios".
David
ordena a su hijo en 1 Cr 22,6 la construcción del templo, que en 1
Re 2,1-9 tiene el tono de un testamento. Los intereses expresados en
1 Re han cambiado aquí de manera significativa, hasta el punto de
que pasa a un primer plano un tema allí ausente: el mandato de
construir el templo. De este modo David
es el primer responsable de su construcción, al igual de como lo es
de las principales instituciones de Israel.
Interesa retener que Cr contempla todo este episodio como debido a
una actuación profética de David. En efecto, el mandato dado a
Salomón precede a la alocución de 1 Cr 22,7-16 en la que David se
hace eco de la promesa de 1 Cr 17 (la promesa de Natán), con una
peculiaridad significativa: que David habla como si esta promesa la
hubiera recibido él mismo directamente de Dios (22,8; cf. 28,3).
Este hecho confiere a su alocución un tono profético, no sólo por
la forma como está expresada, sino también por el hecho de que
expone los mismos conceptos transmitidos a él proféticamente, en
otros textos, por Natán.
Nos
encontramos en el capítulo 22 que existe
una gran diferencia entre el marco del espíritu de David en el
comienzo del capítulo anterior y en el principio de este. Allí, en
el orgullo de su corazón, él fue censar al pueblo, aquí, en su
humildad, la preparación para el servicio de Dios, se inician los
pasos de ese "hombre de Dios". Fue en ocasión del juicio
terrible infligido a Israel por el pecado de David que Dios le dio a
insinuación de la creación de otro altar, y el lugar donde tendría
que ser el templo construido, en la que David estaba emocionado con
gran vigor para hacer la preparación para esa gran obra. A
partir de este momento, David,
después de haber dado la carga relativa a la construcción del
templo, en este y los siguientes capítulos se establece el método
del templo de servicio y pone en orden las oficinas y los
funcionarios de la misma, mostrándosenos como un eficiente
organizador y legislador: declara a Salomón como sucesor (1 Cr
23,1), determina el número de los levitas, (1 Cr 23,2-5), da cuenta
de las varias familias de los levitas (1 Cr 23,6-23), hice un ajuste
de cuentas nuevas de ellos de veinte años (1 Cr 23,24-32), organiza
a los cantantes y músicos en el templo y las personas que iban a ser
empleados: Asaf, Hemán y Jedutún (1 Cr 25,1), sus hijos (1 Cr
25,2-6), y otras personas hábiles (1 Cr 25,7), organiza el orden en
que iban a asistir a determinar por sorteo, (1 Cr 25,8-31), de los
levitas, designa para ser porteros (1 Cr. 26:1-19), y otros son
designados para ser tesoreros y encargados de almacén, (1 Cr
26,20-28), y a los que eran oficiales y jueces en el país se les
confió la administración de los asuntos públicos (1 Cr 26,29-32).
Ahora David, se convierte en un profeta, así como un príncipe
legislador, por el orden de lo divino y con el objetivo de, "poner
en orden las cosas que se desean."
1
Cr 28-29 refiere la última asamblea de David con su pueblo en la que
el anciano monarca confía a su hijo y al pueblo diversas
recomendaciones sobre la construcción del templo. Ambos capítulos
son atribuidos al redactor Cronista, el cual, por medio de un uso
libre de materiales bíblicos, relacionados, algunos de ellos, con la
figura de Moisés en el segunda plano, consigue dar un mayor relieve
a estas disposiciones de David. De ellos destacamos, en particular, 1
Cr 28,11-19. Después de las recomendaciones al pueblo y a Salomón,
contenidas en 28,1-10, "David
entregó a su hijo Salomón los planos del atrio y del templo"
(28,11). y sobretodo "El
proyecto que había concebido sobre los atrios del templo y las
habitaciones circundantes para el tesoro del templo de Dios, para los
dones votivos, para las clases sacerdotales y levíticas, para los
diversos servicios del culto del templo y para los objetos sagrados
del mismo"(28,
12-13). Según el redactor Cronista tanto el proyecto del templo
como la organización de las clases levíticas como la determinación
de los objetos rituales forman parte del proyecto concebido por
David. Un proyecto que el autor no imagina como ideado
arbitrariamente o transmitido tan sólo oralmente, pues unos pocos
vv. más adelante añade: "Todo
esto se hallaba en un escrito que el Señor le había consignado,
explicando la fabricación del modelo"
(28,19). Esta última expresión señala una inspiración divina
sobre la persona de David, o, más bien, un rasgo profético. Si ello
es así, permitiría interpretar también en sentido profético la
expresión brûa
immô.
Así lo comprendió el Tg 1 Cr 28,12. Teniendo en cuenta de qué
manera escribe la historia el Cronista, queda tanto o más destacada
la dimensión profética que la propiamente legislativa.
Una
gran cantidad de servicios que David había hecho en su día, habían
servido a su generación según la voluntad de Dios (Hechos 13,36),
aunque respecto al Templo, declaró el propósito que había formado
para construir un templo para Dios, (1 Cr 28,3). El Templo no es
únicamente una obra de un legislador, sino el resutado de una
petición divina, como en los profetas. Ha de construir una casa de
descanso para el arca que aquí se dice que es una casa de descanso
para el estrado de Dios. Por
ello él les mandó que se adhieren fijamente a Dios y de su deber (1
Cr 28,8). A tener en cuenta: Mantener, y buscar todos los
mandamientos de Jehová su Dios: el Señor era su Dios, sus
mandamientos debe ser su gobierno, y que deben tener respeto a todos
ellos, deben hacer conciencia de mantenerlos, y la búsqueda en las
escrituras,
Interesa
destacar finalmente la alusión de Ex 25,9 y 25,40 que 1 Cr 28,11-19
contiene. En el pasaje de Ex, de tradición sacerdotal, el Señor
confía y muestra a Moisés el modelo del santuario que debe ser
construido. Ambos pasajes presentan un vocabulario afín: así la
expresión “modelo, planos” que hallamos en Ex 25,9 y 1 Cr 28,11;
Ex 25,40. De común tienen además la referencia a los “utensilios”
en Ex 25,9 y 1 Cr 28,13, que forman parte del modelo que les es
confiado por el Señor. Estas alusiones de Cr a Ex contribuyen a
realzar literariamente la importante función que según el cronista
desempeña David en lo que respecta a la construcción del templo y a
la organización del culto. Se trata, en efecto, de una función
paralela a la desempeñada por Moisés. Otro detalle literario
confirma este paralelismo: en 1 Cr 29,1-9 David invita a colaborar,
con ofrendas voluntarias, a la construcción del futuro templo, de la
misma manera que en Ex 35,4-29 (cf. Ex 25,2) Moisés había realizado
una petición de tributos para la construcción del santuario. En lo
que se refiere al modelo del templo, David asume, por tanto, en Cr
funciones análogas a las que en Ex ejercía Moisés.
Nacho Padró
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