¿Qué razones impulsaron a los cruzados a combatir? Hasta el siglo XIX la respuesta parecía clara: una religiosidad ferviente. Movidos por su fe, los caballeros europeos pretendían recuperar para la cristiandad los lugares en los que vivió Jesús. Los historiadores posteriores, sin embargo, añadieron otro tipo de causas.
El factor económico
La repúblicas del norte de Italia participaron en las cruzadas para defender sus intereses mercantiles. Venecia, Pisa y Génova controlaban las rutas comerciales por las que llegaban a Europa los productos de lujo orientales, cada vez más solicitados por una población urbana en auge.
Al servicio de Roma
La Iglesia impulsó las expediciones a Tierra Santa para consolidar su autoridad política sobre los reinos cristianos, amenazada por las rivalidades con el Imperio germánico. Además, los papas querían recuperar el control sobre la Iglesia ortodoxa bizantina, separada del catolicismo romano desde el cisma (por cuestiones de dogma) de 1054.
Válvula de escape
Los hijos de nobles que no recibían herencia (solo la adquiría el primogénito) se dedicaron a combatir en Tierra Santa. Así, se ganaban la vida y canalizaban su ímpetu guerrero. Las clases humildes también vieron en las cruzadas un medio para mejorar su nivel económico. Preferían probar suerte en tierras lejanas y desconocidas a llevar una vida mísera en los campos de Europa.
¿Defender a los oprimidos?
Para el espíritu caballeresco de la época, las cruzadas constituían una oportunidad de defender a los cristianos orientales del islam. El entusiasmo colectivo fue tal que los caballeros vendían parte de sus pertenencias para adquirir un equipo militar y costearse la expedición.
Este triunfo permitió abrir las rutas comerciales por las que llegaban a Europa las especias, la seda y otros productos de lujo orientales.
Éxito inicial
En 1099, los cruzados tomaron Jerusalén tras un ataque cruento. Este triunfo permitió abrir el camino tradicional de los peregrinos hacia Tierra Santa, así como las rutas comerciales por las que llegaban a Europa las especias, la seda y otros productos de lujo orientales.
Equilibrio inestable
El dominio occidental sobre Palestina resultó muy precario. Los territorios cristianos se fragmentaron en pequeños reinos o condados. Su pervivencia durante dos siglos se explica por la ayuda militar que recibían con cada nueva cruzada, el respaldo de órdenes militares y, sobre todo, la desunión crónica de los musulmanes.
Repercusiones
Las cruzadas afectaron de forma muy distinta a europeos y musulmanes. Para los primeros, su expulsión de Oriente Próximo en 1291 constituyó un revés transitorio en el camino hacia la hegemonía mundial. El mundo islámico, en cambio, inició un proceso de decadencia cultural a pesar de su victoria sobre los cruzados.
Desde el punto de vista occidental, las ocho expediciones a Tierra Santa tuvieron consecuencias trascendentales para la historia europea. En el terreno político, consolidaron la autoridad del papado sobre el conjunto de la cristiandad. Desde un punto de vista económico, las guerras favorecieron los intercambios comerciales y el auge de las ciudades mercantiles, como Venecia o Marsella. Este hecho propició el ascenso de la burguesía. En términos culturales, los cruzados entraron en contacto con la herencia de la Antigüedad clásica conservada por bizantinos y árabes.
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