Fue un conjunto de acciones militares provenientes de Europa Occidental para retomar Jerusalén y el resto de Tierra Santa derrotando en primer lugar al poderoso estado ayubí de Egipto. El papa Inocencio III y su sucesor, el papa Honorio III convocaron los ejércitos cruzados liderados por las enormes fuerzas militares del rey Andrés II de Hungría (1175-1235) y por los batallones del príncipe austríaco Leopoldo VI de Austria.
Más tarde, en 1218, un ejército dirigido por el alemán Oliver de Colonia, y un ejército mixto de soldados holandeses, flamencos y frisios dirigidos por Guillermo I de Holanda se unieron a la cruzada.
En abril de 1213, el papa Inocencio III publicó la bula papal Quia maior llamando a toda la cristiandad a unirse a una nueva cruzada. Esta fue seguida por otra bula, la Ad Liberandam en 1215.
En 1215 el papa Inocencio III convocó el IV Concilio de Letrán, donde, junto con el patriarca latino de Jerusalén, Raúl de Merencourt, habló sobre la recuperación de la Tierra Santa, entre los cometidos de la Iglesia. Cada cruzado recibiría una indulgencia, incluyendo aquellos que simplemente ayudasen a pagar los gastos de un cruzado, aunque ellos mismos no fueran a la cruzada.
Oliver de Colonia había predicado la cruzada en Alemania y el emperador Federico II intentó unirse en 1215.
Federico II era el último monarca al que Inocencio quería ver unirse, ya que había desafiado al Papado (y lo haría de nuevo en los siguientes años). Inocencio, sin embargo, murió en 1216.
Le sucedió el papa Honorio III, quien prohibió a Federico II participar, pero que encomendó la organización de los ejércitos cruzados al rey Andrés II de Hungría y al duque Leopoldo VI de Austria.
Se sabe que Andrés II también llevó muchos artículos y joyas de gran valor que vendió para cubrir los gastos cruzados, como por ejemplo la corona de la primera reina consorte húngara Gisela de Baviera .
La cantidad de soldados que se lograron reunir en las huestes húngaras es aún un tema debatido, pero se estima que rondaba cerca de los treinta y dos mil hombres (veinte mil caballeros y doce mil soldados),
El rey húngaro había coordinado la empresa con el duque Leopoldo VI de Austria, y esperaba ensamblar una fuerza combinada con los dos ejércitos como jamás se había visto. Los primeros ejércitos cruzados occidentales partieron desde el puerto de la ciudad de Vlaardingen el 27 de mayo de 1217 en trescientos barcos hacia Oriente.
Los ejércitos cruzados se dirigieron al sur hacia la cadena montañosa junto a Acre y fijaron un campamento en las afueras de Riccardana, pues las primeras expediciones partieron en busca de provisiones para mantener el enorme ejército.
En 1218 llegó un nuevo ejército al mando de Oliver de Colonia, que junto con Leopoldo VI y Juan de Brienne, decidieron atacar finalmente el puerto egipcio de Damieta. Se logró tomar la plaza en 1219. Acto seguido, comenzaron las disputas entre los cristianos por el control de la ciudad. Estas disputas retrasaron la continuación de la campaña hasta el año 1221 Para entonces, el nuevo Sultán al-Kamil había reorganizado sus fuerzas, lo que, unido a las inundaciones del río Nilo que diezmaron al ejército cruzado en su marcha hacia el sur, acabó con la definitiva derrota cristiana y su posterior rendición.
Los resultados de esta rendición supusieron la vuelta de Damieta a manos de Al-Kamil, quien aceptó un acuerdo de paz de ocho años de duración. Fue por tanto una cruzada inútil, que apenas alteró el equilibrio de poder entre cristianos y musulmanes.
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