Desde siempre, se ha considerado la muerte como el final de todo. Pero al ser humano le cuesta asumir que eso es así y ha buscado mecanismos que le continúen uniendo a sus seres queridos fallecidos. De ahí tradiciones como el Día de difuntos y las visitas a los cementerios, cuyas lápidas y nichos son, quizá, el último vínculo físico que les una a los muertos.
También la tecnología ha buscado continuar con ese deseo de conexión con los ya desaparecidos. De ahí la creación de chatbots, programas basados en inteligencia artificial capaces de conversar con los humanos. Están constituidos a partir de la huella digital que el ser querido ha dejado: todo un legado de publicaciones en redes sociales, vídeos, fotos, mails y mensajes de texto que alimentan una red neuronal artificial que permite imitar el estilo y la forma de pensar de la persona fallecida.
La Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Universidad de Aalborg (Dinamarca) trabajan en una investigación conjunta, financiada por una beca de la Fundación Víctor Grífols i Lucas, para ahondar en el debate bioético que rodea a estas herramientas tecnológicas que trabajan con cuestiones como el legado digital y el duelo.
Una de las participantes en esa investigación es Belén Jiménez Alonso, doctora en Psicología y profesora asociada de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
«La finalidad de un griefbot (literalmente robot de duelo) es que los seres queridos de la persona muerta puedan seguir conversando con ella, de forma virtual», explica Jiménez. «El principal argumento de los pensadores de esta tecnología radica en que su creación podría ofrecer una fuente de apoyo para las personas en duelo». Dos de los investigadores e impulsores de este tipo de herramientas han sido Eugenia Kuyda y Muhammad Ahmad. La idea, cuentan ambos, les vino cuando perdieron a su mejor amigo, en el caso de Kuyda, y a su padre, en el caso de Ahmad.
«Estos autores presentan los griefbots como una versión moderna de los rituales de duelo y de las formas clásicas de recuerdo, como podría ser organizar un funeral o consultar un álbum de fotos. Desde su punto de vista, los griefbots cumplirían una función psicológica positiva en el proceso del duelo, permitiendo a las personas interactuar de forma más sofisticada con el recuerdo de la persona fallecida, conmemorando su vida y contribuyendo, así, a mantener viva su memoria», detalla la doctora en Psicología de la UOC.
«De hecho, Ahmad sostiene que el griefbot de su padre se inspira directamente en el deseo de que sus hijos conozcan a su abuelo, ofreciendo, de esta manera, una experiencia interactiva y directa que iría más allá de las clásicas historias narradas y transmitidas de generación en generación sobre quién fue su abuelo».
«Estos programadores también sostienen que las conversaciones con sus seres queridos muertos ayudaron, en cierta medida, a poner palabras a los sentimientos que los embargaron en el momento de la pérdida, y poder expresar libremente sus miedos y preocupaciones, algo que no se hubieran atrevido a hacer con alguien real por miedo a ser juzgados. Concretamente, Kuyda subraya que el chat con su mejor amigo muerto la ayudó a hablar de la muerte y le permitió descubrir aspectos de sí misma que no conocía».
Siempre he escuchado que el duelo tiene sus fases y que su finalidad es asumir que ese ser querido ya no está, que la muerte es un eslabón más de la cadena de la vida. Estos bots y otras herramientas tecnológicas de este tipo, ¿no van contra eso? ¿No alargan la agonía, por decirlo de alguna manera?
No me extraña que siempre hayas escuchado que el duelo tenga sus fases, porque esto es uno de los mitos clásicos en lo que a esto se refiere. Esta idea, con otras como que existe un tiempo determinado para hacer el duelo o que es necesario despedirse de una vez para siempre del ser querido, son dos de los mitos top five (que tanto daño hacen a la gente, dicho sea de paso).
El mito de las cinco fases, esto es, la idea de que el proceso de duelo tiene un principio y un final que lleva a todo doliente a avanzar, etapa tras etapa, desde la negación, pasando por la ira y la depresión, hasta llegar a la aceptación, está enraizada en el trabajo de Elisabeth Kübler-Ross (¡pero si la propia Kübler-Ross nunca tuvo la intención de que estas etapas fueran un marco rígido aplicable por igual a todas las personas en duelo!). Claro, planteada así, tenemos una fórmula intuitiva, fácil de entender y de prescribir, que han hecho de la misma un éxito de masas y que ha sido –y sigue siendo– vehiculada por medios de comunicación, etc.
Pero explicar el duelo –como otras muchas cosas– no es tan sencillo y no se nos puede olvidar, como subraya la excelente profesional y especialista en duelo Alba Payás (te aconsejo su libro El mensaje de las lágrimas), que el proceso de duelo es único para cada persona: existe una extraordinaria variabilidad con respecto a cómo las personas reaccionan ante la muerte de un ser querido y, al contrario de lo que se pensaba, no hay una manera específica de vivir el duelo ni un orden determinado por el que las personas deban pasar.
Por otra parte, ¿qué quieres decir, o qué se quiere decir comúnmente, con que «el ser querido ya no está»? Precisamente, lo que los estudios en psicología están poniendo de manifiesto es que las personas en duelo seguimos manteniendo cierta relación –evidentemente de forma diferente– con nuestros seres queridos fallecidos (es lo que se llama en inglés los lazos continuos, continuing bonds). Investigadores como Dennis Klass o como Robert Neimeyer han señalado que estos lazos no son necesariamente negativos y/o perjudiciales. Es más, en algunos casos, incluso pueden ayudar al doliente a hacer frente al dolor por la pérdida. Precisamente de esto último trata también el proyecto de investigación: estudiar el tema de los griefbots a la luz de las nuevas investigaciones en psicología sobre lazos continuos.
Por último, fíjate en otras de las asunciones que hay en tu pregunta: «asumir que la muerte es un eslabón más de la cadena de la vida». Pero ¿quién asume esto, en qué contexto cultural, etc.? Para muchas personas la muerte no es el final de la vida. E incluso hay culturas en las que es habitual y nada raro seguir hablando con sus muertos».
Si el ser humano ha buscado la inmortalidad, ¿no son estas tecnologías y herramientas un paso en ese sentido? Un no morir…
Una observación superpertinente porque, de hecho, los discursos sobre la inmortalidad y todas las nuevas tecnologías aplicadas a la muerte son algo que vamos a tener que estudiar con el proyecto de investigación. Ya no se trata solo de la cuestión de la memoria de nuestros seres queridos (cementerios virtuales, memoriales en línea, etc.), sino que ahora hay, incluso, empresas que abogan por la creación de réplicas virtuales de nosotros mismos que podrían continuar después de nuestra muerte, digamos, física. Y, bueno, supongo que, además de Black Mirror, también conoces la serie Upload, que invita a pensar en ese futuro pensado por el transhumanismo.
Como psicóloga, ¿cuál es tu postura al respecto?
Mi postura como investigadora es que el debate debe abrirse y debemos hacerlo con un espíritu abierto, siendo conscientes de nuestras propias asunciones (y miedos…) con respecto al duelo y a la muerte. Me gustaría señalar que tecnologías ha habido siempre: siempre hemos hecho frente al duelo y a la muerte con las herramientas que teníamos. Ahora, las nuevas tecnologías están transformando nuestra experiencia de duelo (redes sociales, chatbots, etc.), incluso nuestra manera de entender la muerte, y por ello es importante que lo estudiemos.
En esto consiste precisamente el proyecto de investigación, en tratar de reflexionar sobre estas preguntas: ¿se han de entender estas conversaciones con la persona fallecida como parte de un nuevo rito de transición para los vivos? Si fuera el caso, ¿qué rituales serían buenos en estos contextos de duelo? ¿No se podría caer en la idea de que hay buenas o malas formas de hacer el duelo?, etc.
Lo que sí creo que es importante subrayar de nuevo es que el duelo no es exclusivamente un proceso psicológico, sino que está profundamente intrincado en un contexto social y cultural. Incluso si el dolor por la pérdida de un ser querido es universal, el duelo, como pérdida de la relación con una persona significativa para nosotros, se narra, como sugiere Neimeyer, de forma personal, se comparte socialmente y se expresa en conformidad o en contradicción con respecto a reglas sociales.
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