Introducción.
A principios de 1900 Barth realizó su carrera de teología en varios lugares de Alemania. En 1919, su libro “La epístola a los romanos” lo ubicó como un teólogo celebre en el ámbito lingüístico alemán. Enseña en la universidad de Basilea. En 1948 participa en Ámsterdam en la Primera Conferencia Mundial de las Iglesias, allí aprendió que en la teología científica tenía que haber algo así como un ecumenismo. Pero el Papa de Roma no participo de esa asamblea ecuménica, con lo cual Barth hizo sus profundas críticas.
La Teología según Karl Barth
A la teología de Barth se la ha incluído dentro de la Teología de la Dialéctica, que se entiende un movimiento intelectual surgido dentro de la teología protestante después de la primera guerra mundial, el cual ocupó entonces en las discusiones teológicas y filosóficas el mismo lugar que después de la segunda guerra mundial ocupa el problema de la - desmitización. Sus principales representantes fueron K. Barth, E. Thurneysen, E. Brunner, F. Gogarten y R. Bultmann. Algunas características importantes serían:
Los textos bíblicos o la palabra escrita (das geschriebene Wort) no son simples documentos de investigación filológico-histórica, sino que hacen posible el encuentro con el “totalmente distinto”; los testimonios perfectamente humanos de la Biblia, contiene la palabra de Dios, la palabra revelada (das geoffenbarte Wort), que el hombre puede reconocer, acatar, y profesar públicamente. Para Barth, sin embargo, la Biblia misma no está libre de errores —Barth se mantiene fiel a la crítica bíblica—, sino que se trata sólo de la transmisión humana de los primeros testigos. La Biblia es, por tanto, «el medio concreto por el cual la Iglesia recuerda el acontecimiento de la revelación de Dios»
Lo que se le exige al hombre va más allá del mero observar e interpretar con objetividad una fe que siempre es una empresa arriesgada: lo que está en juego es la salvación o condenación. Idea expuesta con toda radicalidad en su comentario a la Carta a los Romanos, según el cual, "un Cristianismo que no sea totalmente escatología no tiene absolutamente nada que ver con Cristo" (Römerbriefkommentar 300).
La misión de la Iglesia consiste en hablar en la sociedad sin hacer concesiones y a través de la palabra humana de la predicación, de esa palabra de Dios que el hombre puede aceptar confiado una y otra vez. Karl Barth no sólo rechazó la validez de la teología académica del pasado, sino que ya desde sus primeros años se mostró profundamente preocupado por la poca incidencia de la teología en la predicación eclesial así como por la situación social y laboral de los trabajadores de la comunidad donde ejercía de pasto
Tanto la predicación como la dogmática de la iglesia han de concentrarse totalmente en Jesucristo, en quien, para los creyentes, no solo habló y obró un “hombre bueno” ejemplar, sino, el mismo Dios; Jesucristo es el criterio decisivo de todo discurso sobre Dios y el hombre. Por eso Barth, sobre todo, es tan contrario a ver en el Cristianismo una “religión”. Religión significa para él, el intento humano de superar la diferencia cualitativa que impera entre el hombre y Dios. Según él, el carácter engañoso de la “religión” únicamente pude ser desenmascarado en confrontación directa con al concepto clave del Cristianismo, a saber, la Revelación sobrenatural en Cristo. A partir de esta revelación ya no tiene significado la religión sino únicamente la “fe”
En esta teología, el teólogo debe hablar de Dios, pero como hombre no puede hacerlo. Su discurso se reducirá a dar «testimonio de la verdad de Dios» (Das Wort Gottes und die Theologie, Mun 1924). Para este fin habrá de seguir preferentemente el camino dialéctico, que une en sí la vía dogmática y la crítica, «manteniendo fija la mirada sobre su presupuesto común, sobre la verdad viva e inefable que está en el centro y da su sentido a la afirmación y a la negación» (Ibid. 171). Este centro, a saber, el hecho de que Dios se hace hombre, no puede ser ni aprehendido ni contemplado; no puede, por ende, ser expresado directamente. «Así sólo nos queda... referir una a otra la posición y la negación, esclarecer el sí por el no y el no por el sí, nunca detenernos más de un instante sobre el sí o sobre el no» (Ibid. 172). Y nunca debe olvidar el dialéctico que su discurso se funda en «el presupuesto de esta originaria verdad viviente que se halla allí, en el centro» (Ibid. 174).
Conclusiones
Barth da un giro hacia atrás, un giro no ciertamente falto de crítica, pero si chocante a los dogmas que fueron objeto de controversia en la era moderna, en la trinidad y el parto virginal, hasta la baja de los infiernos y la ascensión a los cielos: no solo volvió a la ortodoxia del primer protestantismo sino también a la escolástica medieval y a la patrística de la iglesia antigua.
Barth movilizó después de la guerra como ningún otro, la fuerza crítica de la fe y exigió programáticamente, partiendo de la Epístola a los romanos el giro hacia una teología de la palabra, denominada a menudo teología de la dialéctica. Y eso significaba retroceder hasta antes de Schleiermacher, pero también avanzar más allá de Schleiermacher
Barth marca un quiebre con la teología moderna, la cual era antropológica y ontológica (confundía a Dios con el ser). En sentido positivo, es una apertura hacia un nuevo paradigma (este paradigma y el moderno son inconmensurables por cuanto no se entienden entre si). La teología ha de partir de la revelación y no del hombre.
BIBLIOGRAFIA.
Kung; Hans. Grandes pensadores cristianos. Una pequeña introducción a la teología. Editorial Trotta: Madrid, 1995. Pp. 181 -212.
Nacho Padró
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