para los vascos es Gorka o Jurgi; para los croatas, Juraj; para los suecos, Göran. En el dialecto ligur se le conoce como Zorzo y en gaélico, como Seoirse. San Jorge, el santo al cual nos referimos, ha prodigado su nombre y su popularidad en la práctica totalidad del planeta, gracias tal vez a la conmovedora historia ligada a su figura. Un relato del que no existe ninguna certeza histórica, pero que una tradición secular se ha encargado de enraizar profundamente en muchos rincones del mundo.Empieza ahora
Jorge fue un soldado de Capadocia al servicio del emperador romano Diocleciano que murió mártir por no querer renunciar a su fe cristiana. Años después de su muerte fue canonizado y su atractiva historia lo convirtió en un paladín del imaginario medieval europeo, protector de caballeros y soldados, cruzados y templarios.
SAN JORGE, PATRÓN DE MUCHAS CIUDADES
La leyenda del dragón, según la cual abatió a una bestia y liberó de su yugo a una ciudad o a todo un reino, contribuyó también a que fuera declarado patrón en diversos países –Inglaterra, Portugal, Bulgaria, Ucrania, Etiopía, Georgia…– y en otras tantas ciudades. En España es el patrón de localidades como Cáceres, Santurce (Vizcaya), Santurdejo (La Rioja), Alcoy y Banyeres de Mariola (Alicante), o Golosalvo y Madrigueras (Albacete).
La leyenda del dragón, según la cual abatió a una bestia y liberó de su yugo a una ciudad o a todo un reino, contribuyó también a que fuera declarado patrón en diversos países como Inglaterra, Portugal, Bulgaria, Ucrania, Etiopía, Georgia…
Y de comunidades autónomas, como la aragonesa y por supuesto Cataluña, donde la diada de Sant Jordi tiene una gran relevancia por ser a la vez el día de los enamorados y del libro. Para conmemorar la victoria sobre el dragón, así como a dos grandes de la literatura que también fallecieron un 23 de abril, pero de 1616, Shakespeare y Cervantes, las parejas, los amigos y los familiares se intercambian rosas y libros.
Una celebración con la que la población tarraconense de Montblanc rescata el esplendor de su historia durante la Edad Media a través de la Semana Medieval. Y una fiesta que en Barcelona tiene lugar bajo la atenta mirada del mismísimo dragón, que vive camuflado en uno de sus edificios modernistas más emblemáticos de la ciudad, la Casa Batlló.
En Cataluña, la diada de Sant Jordi tiene una gran relevancia por ser a la vez el día de los enamorados y del libro.
En él, su arquitecto, Gaudí, dejó la impronta de ese animal fabuloso y de su leyenda: las escamas del dragón recubren la azotea; la espada de san Jorge sobresale del tejado; en el balcón superior una flor alude a la princesa, y hay calaveras en algunos balcones –las víctimas del supuesto monstruo– y columnas en forma de huesos en la tribuna. En el vestíbulo, los remates de la escalera recuerdan el espinazo de la cola del animal abatido.
Y en el desván, la sala de arcos catenarios evoca la caja torácica de la execrable bestia. Aparte de salvar a la princesa, tal vez el éxito más rotundo del soldado de la Capadocia haya sido el haber internacionalizado una fiesta que bajo la iniciativa «Books and Roses»llena de libros y flores las calles de un número cada vez mayor de ciudades en los cinco continentes.
En lugares tan distantes como Nueva York, Berlín, Londres, Tokio, Singapur, Beijing, Ciudad de México o Montevideo, se suceden los eventos (más de 150 contabilizados en la pasada edición) que pretenden difundir y compartir la pasión por los libros, la lectura y la buena literatura. También el placer de regalar la rosa, un gesto convertido en símbolo de afecto y fraternidad hacia nuestros congéneres.
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