según la mitología griega, tras la aplastante victoria de Zeus y los dioses olímpicos sobre los titanes, los poderosos seres que se habían rebelado contra su dominio, estos fueron enviados al inframundo. Pero hubo algunas excepciones, como Atlas y su hermano Prometeo. Este último fue condenado por los dioses por entregar el fuego a los hombres y Atlas también fue sometido a un terrible castigo: soportar el peso del firmamento sobre sus hombros durante toda la eternidad. Aunque a pesar de las limitaciones que le imponía tan ímproba tarea, Atlas también jugó un papel muy destacado en las historias que tuvieron como protagonistas a dos grandes héroes: Heracles y Perseo.
Pero ¿dónde se encontraba Atlas? Cuenta el poeta Hesíodo, que Atlas se hallaba en el país de las Hespérides, en el extremo del mundo conocido, mientras que para el filósofo Platón, Atlas fue el primer rey de la mítica Atlántida. De hecho, asociamos el nombre del titán con el de la gran cordillera que recorre el norte de África y con el océano Atlántico. Asimismo Atlas, gracias a la increíble gesta que se veía obligado a realizar, está considerado el epítome de la fuerza física, además de simbolizar el tesón, la firmeza y el compromiso.
LA FAMILIA DE ATLAS
Peo ¿qué sabemos de sus orígenes? La mayoría de escritores clásicos refiere que Atlas era hijo del titán Japeto y de la oceánide Clímene, aunque algunos apuntan a que su madre podría haber sido la ninfa Asia. El escritor romano Higino es el único que menciona a Atlas, en su obra Fábulas, como hijo de Éter y de Gea, y lo sitúa en la lucha de los gigantes contra los olímpicos (la gigantomaquia), un acontecimiento que cronológicamente es posterior a la guerra de los titanes. Atlas tenía varios hermanos, titanes como él, entre los que se encuentran Epimeteo, Menecio y Prometeo.
El escritor romano Higino sitúa a Atlas en la lucha de los gigantes contra los olímpicos.
Como titán, Atlas era un ser gigantesco, dueño de un cuerpo poderoso, pero también estaba dotado de una enorme sabiduría. Algunos mitos cuentan que se casó con Pléyone, una oceánide hija de Océano y Tetis, y que con ella engendró a las Pléyades. Según otras versiones, Atlas también era el padre de las famosas Hespérides, conocidas como las "ninfas del ocaso", guardianas de las preciadas manzanas de oro que el héroe Heracles tuvo que robar en uno de sus doce trabajos. Entre tantas hijas, el único hijo varón de Atlas fue Hias o Hiante, encarnado en la constelación de Acuario.
EL PESO DEL UNIVERSO
La principal fuente que ha llegado hasta nosotros sobre la guerra que tuvo lugar entre los titanes y los dioses es la Teogonía de Hesíodo, donde se cuenta que los titanes, liderados por Atlas, fueron derrotados y arrojados al Hades por Zeus. Pero el dios supremo tenía reservado para Atlas un castigo muy especial. El titán fue conducido hasta el borde mismo de la Tierra y condenado a cargar con la bóveda celeste por toda la eternidad. Aunque no todos los autores están de acuerdo con esto. Por ejemplo, según Homero, "Atlante vigila las largas columnas, sustento del cielo". El gran poeta épico también cuenta que Atlas sufrió un castigo añadido cuando el hijo de Helios y Clímene, Faetón, se precipitó sobre la Tierra mientras conducía el carro solar, con lo que Atlas tuvo que soportar en sus propias carnes el abrasador fuego del Sol que se acercaba cada vez más a la superficie terrestre.
La principal fuente que ha llegado hasta nosotros sobre la guerra que tuvo lugar entre los titanes y los dioses es la Teogonía de Hesíodo.
El terrible castigo decretado por Zeus sobre Atlas obligaba al titán a permanecer inmóvil mientras sostenía el peso del mundo, aunque eso no fue óbice para que algunos héroes recalaran en sus dominios en el transcurso de sus aventuras, tal como cuentan diversos autores. Según el poeta romano Ovidio, tras vencer a la terrible gorgona Medusa, Perseo llegó al reino de Atlas, situado en el extremo más occidental de la Tierra "donde el Sol para a los caballos cansados", y le pidió refugio esgrimiendo que era hijo de Zeus.
En aquella región, cerca de Mauritania, crecía una frondosa arboleda, en cuyas ramas colgaban unas hermosas manzanas de oro. Aquellas valiosas frutas, que estimulaban la pasión tanto de hombres como de dioses, estaban constantemente vigiladas por las hijas de Atlas, las Hespérides. Tras escuchar a Perseo, Atlas recordó la profecía que le advertía de que sería un hijo de Zeus quien robaría aquellos frutos: "Llegará el momento, Atlas, y el oro será robado del árbol, y la mejor parte irá al hijo de Zeus".
ENGAÑADO POR PERSEO
Fue entonces cuando el titán hizo rodear el huerto con un muro y que un dragón de siete cabezas, llamado Ladón, custodiara las preciadas frutas. Acto seguido, para prevenir males mayores, negó la hospitalidad a Perseo. Este, sabiéndose inferior en tamaño y fuerza, extrajo entonces la cabeza de Medusa del zurrón que llevaba consigo y se la mostró al titán, que nada más verla se convirtió en piedra. Su cabello y su barba se transformaron en bosques y sus hombros y sus brazos en lo que sería la cordillera del Atlas. La cabeza del titán se convirtió en el pico más alto de la cordillera, y "el cielo descansaba sobre él con el abismo de sus constelaciones". Pero Atlas se equivocó de hijo de Zeus. Y es que la profecía no se refería a Perseo, sino a Heracles, otro de los vástagos del dios supremo.
El titán hizo rodear el huerto con un muro y que un dragón de siete cabezas, llamado Ladón, custodiara las preciadas frutas.
De hecho, el mito más famoso referido a Atlas es el que tiene que ver con el papel que desempeñó en uno de los doce trabajos de Heracles, una de las misiones que, tras el asesinato de su esposa e hijos en un rapto de locura, el héroe debía cumplir como penitencia para el rey Euristeo de la Argólida. Para llevar a cabo su undécimo trabajo, Heracles debía partir hacia Mauritania en busca de las famosas manzanas de oro, que eran sagradas para la diosa Hera. Pero incluso para un semidiós tan fuerte como Heracles era muy difícil lograr sustraer las frutas, puesto que estaban custodiadas por el terrible Ladón. Heracles pidió entonces ayuda al propio Atlas para poder llevar a cabo con éxito aquella misión.
EL ASTUTO HERACLES
Atlas, viendo por fin una oportunidad de liberarse de su pesada carga, aceptó ayudarle siempre y cuando el héroe se comprometiera a sostener la bóveda celeste mientras él recogía las manzanas. Heracles aceptó y Atlas pasó sobre los hombros del héroe el terrible peso, que este apenas podía soportar. Al límite de sus fuerzas, Heracles vio con desesperación como el titán, tras recoger las manzanas, no tenía ninguna intención volver a ocupar aquel malhadado lugar. Es más, Atlas le dijo que sería él mismo quien llevaría las frutas a Euristeo.
Atlas propuso a Heracles que sostuviese la bóveda celeste mientras él recogía las manzanas.
Así pues, mientras Heracles sostenía la bóveda celeste, pensaba en el modo de salir airoso de aquella situación. Entonces le dijo a Atlas que de buena gana aceptaría sus condiciones siempre y cuando le concediese el tiempo necesario para rehacer su capa a modo de almohada y de este modo poder soportar mejor el peso del universo sin lastimarse. Atlas, ingenuamente, sin sospechar en la trampa de Heracles, se avino a sus deseos y dejó las manzanas en el suelo para sustituir de nuevo a Heracles mientras este se acomodaba la capa. Cuando el héroe vio que el titán volvía a ocupar su lugar de nuevo, cogió las manzanas y salió corriendo.
REY DE LA ATLÁNTIDA
Pero, como hemos visto, también hay algunas leyendas que hacen de Atlas un rey en lugar de un titán. Por ejemplo, Platón, en su Critias, menciona a Atlas como el primer rey de la mítica Atlántida. Según el filósofo, el padre de este soberano era el dios Poseidón, y de su nombre se derivaría el de la legendaria isla, Atlántida, y también el del océano circundante, Atlántico. Por su parte, el historiador Diodoro Sículo, en su Biblioteca Histórica, narra que Atlas era rey de la tierra de Mauri, la actual Mauritania, además de ser un reputado matemático y astrólogo. El propio Diodoro y también Paléfato relacionan también a Atlas con las terribles gorgonas, unos seres terroríficos que, como Medusa, tenían serpientes en lugar de cabellos.
El historiador Diodoro Sículo, en su Biblioteca Histórica, narra que Atlas era rey de la tierra de Mauri, la actual Mauritania.
Según todos estos autores, aquellos seres vivían en unas islas del mar de Etiopía, cuya isla principal se llamaba Cerna (estudios recientes sugieren la posibilidad de que estas islas puedan corresponderse con las del actual archipiélago de Cabo Verde). Y siguiendo con las serpientes, según el romano Ovidio, después de que Perseo convirtiera a Atlas en una montaña, el héroe se alejó del lugar sobrevolando Etiopía y de la sangre de la cabeza de Medusa que goteaba de su zurrón nacieron las actuales serpientes que pueblan la zona.
EL TITÁN CARTÓGRAFO
El mito de Atlas, el titán que sostiene eternamente el firmamento sobre sus espaldas, no se encuentra solo en la literatura. También está presente en muchos otros ámbitos artísticos, como por ejemplo en la arquitectura. En esta disciplina, algunas columnas y pilastras usadas para sostener edificios o techos, que reciben el nombre de "atlantes" o "telamones", adoptan la forma de un hombre dotado de una fuerza descomunal. Pero no solo la arquitectura ha rendido homenaje a la figura de Atlas. También la escultura ha representado al forzudo titán.
Por ejemplo, en la Antigüedad clásica se esculpieron grandes estatuas de Atlas, como las que adornaron el templo de Zeus en Agrigento, en la isla de Sicilia. Aunque tal vez la escultura más impactante del titán que ha llegado hasta nosotros sea el famosísimo Atlas Farnesio, una copia romana de un original helenístico que actualmente se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles y en la que Atlas aparece arrodillado, con el orbe sobre sus hombros, sujetándolo con un gran esfuerzo.
Tal vez la escultura más impactante del titán que ha llegado hasta nosotros sea el famosísimo Atlas Farnesio.
Siglos después, también los artistas del Renacimiento pondrían su mirada en la colosal figura de Atlas. Así, tenemos el grabado del artista italiano Francesco di Giorgio, donde se muestra a Atlas como rey de Mauritania, en su faceta de astrólogo. En esos años, a Atlas se lo relacionó asimismo con una pujante disciplina científica: la cartografía. Uno de los primeros editores que asoció al titán con los mapas fue el impresor francés Antonio Lafreri, quien usó su imagen para ilustrar la portada de la obra Tavole moderne di geografia de la maggior parte del mondo di diversi autori, del año 1572. Asimismo, cuando el emperador Carlos V abdicó en favor de su hijo Felipe II, el acontecimiento se conmemoró con la acuñación de unas monedas en las que se representa la historia de Atlas. En ellas se muestra al emperador como el titán, colocando el peso del poder sobre los hombros de su joven hijo Felipe, que se encarna en la figura del héroe Heracles.
LA RESIGNACIÓN DE ATLAS
En la actualidad, el mito de Atlas sigue vigente. La psicología, por ejemplo, se refiere al "síndrome de Atlas" para definir el comportamiento de todas aquellas personas que son incapaces de delegar, es decir, que cargan con todo el peso de la responsabilidad del trabajo sobre ellos, al igual que hizo el titán con la bóveda celeste. Pero ¿por qué Atlas nunca se rebeló? ¿Por qué se avino siempre a cargar con el peso del universo sobre sus hombros sin protestar? De hecho, solo una vez intentó sustraerse a su funesto destino (aunque de un modo efímero) cuando logró engañar al héroe Heracles diciéndole que sujetara su pesada carga por un momento.
¿Por qué Atlas nunca se rebeló? ¿Por qué se avino siempre a cargar con el peso del universo sobre sus hombros sin protestar?
Esta actitud sumisa ha sido tratada en la moderna literatura, que se ha hecho eco de ella de algún modo, como en la novela distópica La rebelión de Atlas, de la autora Ayn Rand, publicada en 1957. En ella, uno de los personajes le pregunta a otro: "Si vieses a Atlas en la mitología, el gigante que sostiene al mundo sobre sus hombros, si vieses que está de pie, con la sangre latiendo en su pecho, con sus rodillas doblándose, con sus brazos temblando, pero todavía intentando mantener al mundo en lo alto con sus últimas fuerzas, y cuanto mayor sea su esfuerzo, mayor es el peso del mundo que carga sobre sus hombros, ¿qué le dirías que hiciese?", a lo que el interpelado contesta "que se rebele". Algo que el titán, al parecer, nunca se planteó hacer.
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