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Según la leyenda japonesa, la primera sirena fue un pescador del lago Biwa – cerca de Kyoto – que cometió la ofensa de pescar en aguas reservadas al emperador y, como castigo, fue transformado en una monstruosa criatura mitad hombre y mitad pez . Al morir, su cuerpo fue colocado en un santuario como advertencia para la gente, pero tuvo el efecto contrario, puesto que dio lugar a la creencia de que quien comiera carne de sirena obtendría la inmortalidad.
Dibujo de una ningyo, ca. 1805.
Foto: Waseda University Theatre Museum (CC)
COLECCIONISMO Y ESPECTÁCULO Ese fue seguramente el origen de un provechoso negocio de falsificación que consistía en coser el torso y la cabeza de un mono juvenil a la cola de un pez de tamaño mediano y dejarlos desecar, de modo que al final del proceso parecían una sola criatura.
En 1822, un capitán de barco estadounidense compró una de estas sirenas a unos pescadores japoneses. La criatura fue exhibida en museos europeos y americanos antes de terminar en el Barnum's American Museum de Nueva York , donde en 1842 un incendio la destruyó junto con otras piezas de las colecciones. El propietario del museo, Phineas Taylor Barnum, era famoso por su afición a las excentricidades, y describió la “sirena” como “un espécimen diminuto, negro y seco de unos 3 pies (algo menos de un metro) de largo. Su boca estaba abierta, su cola doblegada y sus brazos estirados hacia arriba, dándole la apariencia de haber muerto con una gran agonía”.
Un dibujo de la "sirena de Barnum" hecho por él mismo.
Foto: P.T. Barnum (CC)
Como los restos de aquel espécimen nunca fueron encontrados, aparecieron a lo largo del tiempo numerosos estafadores que afirmaban poseer la “sirena de Barnum”, supuestamente rescatada del fuego. Otros, habiendo descubierto la técnica para fabricarlas, crearon sus propias versiones, de aspectos tan diversos como las especies utilizadas para fabricar la quimera. Utilizando las primeras técnicas de proyección cinematográfica, algunos lograban incluso crear la ilusión de que la “sirena” se movía dentro de un tanque de agua, proyectando la imagen de una mujer sobre el torso de la criatura.
MONSTRUOS Y SIRENAS Por su parte, en Japón, la Restauración Meiji de 1868 marcó el inicio de la occidentalización de Japón y de la mezcla de sus tradiciones ancestrales con las occidentales . Entre las novedades que entraron en un país que había permanecido aislado durante más de 250 años se encontraba la literatura europea, que resultaba tan fascinante a los japoneses como lo oriental fascinaba a los occidentales.
Una de estas obras era La sirenita , del escritor danés Hans Christian Andersen , que daba una visión completamente opuesta de las sirenas respecto a las monstruosas ningyo . Mientras estas continuaron perteneciendo al mundo de los monstruos, otro tipo de criatura más parecida a la sirena de cuento de hadas ocupó su lugar en el imaginario, a la cual se atribuía a veces la salvación de pescadores en dificultades, que en realidad habían sido arrastrados a la costa por delfines. A esta criatura benévola se la distinguió de las anteriores como māmeido (pronunciación japonesa de mermaid , sirena en inglés).
El folklore sigue teniendo mucha presencia en Japón y, aunque difícilmente haya quien crea que comiendo carne de ningyo alcanzará la inmortalidad, las leyendas de sirenas y otros seres sobrenaturales constituyen un buen reclamo turístico para las zonas rurales.
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