Este mito da cuenta de la gran importancia que tuvo, y sigue teniendo, la hoja de coca en la vida cotidiana de las comunidades que habitan los Andes. Ya se consuma mediante una infusión (mate de coca) o mascándola, la coca se usa hoy día, más allá de la sensación placentera que procura, para combatir el mal de altura, resistir los esfuerzos físicos, completar la alimentación e incluso leer el futuro, aunque «sólo funciona si se cree en ella».
SUSTANCIA ENERGÉTICA Las propiedades medicinales de la coca han sido avaladas por la ciencia moderna. La hoja de coca contiene alcaloides que actúan como estimulante, aportando fuerza física y eliminando el hambre o la sed. Además es rica en hierro, contiene vitaminas B y C y ayuda a estabilizar los niveles de azúcar en sangre , por lo que el efecto vigorizante es aún mayor. Favorece la relajación muscular y la apertura de las vías respiratorias, motivo por el cual mejora la sensación de asfixia en un contexto de grandes alturas, donde la falta de oxígeno provoca el soroche o mal de altura. Tiene la facultad de aumentar el pH de la sangre, facilitar la digestión y evitar el estreñimiento, y se usa para combatir las alteraciones gástricas . Es antibacteriana y analgésica, como pudieron comprobar los conquistadores españoles, que rápidamente la incorporaron a sus tratamientos médicos. Todo este conjunto de propiedades medicinales y curativas explica por qué la hoja de coca fue tan apreciada y, en consecuencia, sacralizada con el nombre de Mama Coca.
Porteador inca que posiblemente lleva en su mano derecha un contenedor para hojas de coca. Perú, 1430-1532.
Foto: Cordon Press
El consumo de la coca se remonta a las primeras sociedades andinas, pues tenemos evidencia de su consumo en culturas tan antiguas como la de Las Vegas , en Ecuador (8850-4650 a.C.). Sin embargo, fue durante el Imperio inca –a partir del siglo XIII– cuando alcanzó una particular significación religiosa y socioeconómica. En efecto, los incas hicieron de la coca una planta sagrada, que era ofrendada a las divinidades –en su estado natural, masticada o quemada– y que complementaba los sacrificios humanos y animales. Se gastaba en cantidades ingentes durante las grandes ceremonias en Cuzco, la capital del Imperio, y formaba parte de los ajuares funerarios que acompañaban a los muertos en su viaje al Más Allá. También se le atribuían propiedades mágicas . Cristóbal de Molina, un sacerdote español que vivió en Cuzco en torno a 1565 y que fue conocedor de las tradiciones incas, explica en su crónica que los incas soplaban la coca en dirección al Sol –principal deidad inca– y a los otros dioses para curar a los enfermos. Había especialistas dedicados a leer los augurios a través de las hojas, puesto que también se le otorgaba poderes adivinatorios.
COCALEROS INCAS Los incas desarrollaron un complejo sistema de cultivo y procesado de la hoja de coca. Primero hubieron de crear campos de cultivo en regiones húmedas y calientes, las más propicias para el crecimiento de la planta. Las hojas se recolectan cuando se rompen al doblarlas, y a continuación se disponen en finas capas que se dejan secar a sol y sombra. Todo el proceso requería un especial cuidado pues los incas desechaban cualquier hoja imperfecta, ya fuera por roturas o por manchas de color. Las hojas son muy frágiles y el secado puede alterar fácilmente su superficie , lo que demandaba un meticuloso trabajo para conseguir que las hojas mantuvieran su aspecto plano y monocolor. Pese a ello, gran parte de la cosecha se estropeaba a lo largo del proceso.
Mascador de coca sentado en un banco. Cultura Capulí, Ecuador, siglo XV.
Foto: Wikimedia Commons
Todas estas circunstancias convirtieron la hoja de coca en un producto de lujo, hasta el punto de que se utilizó como medio de pago , al modo del oro y la plata. Así, a los funcionarios y señores regionales o locales se los recompensaba por los servicios prestados al Imperio con metales preciosos, textiles finos –como el cumbi– y cestos de coca. El Sapa Inca –el inca único, el rey– premiaba los actos de fidelidad repartiendo cestos de coca, por ejemplo a modo de botín de guerra entre los soldados que celebraban en una fiesta la victoria en una batalla. De entre todos los bienes de prestigio incaicos la coca era el más valorado. El Inca Garcilaso de la Vega escribió que «por ella [los incas] posponen el oro y la plata y las piedras preciosas»; una preferencia que sin duda se explica por los beneficios sustanciales para el organismo que aportaba la coca.
Andenes del yacimiento de Pisac, cerca de Cuzco. Las poblaciones andinas crearon en las laderas de los valles estas típicas terrazas agrícolas.
Foto: Wikimedia Commons
Dado que la posesión de un cesto de coca sólo era posible por la donación del Estado, su consumo quedó reducido a las élites del Imperio. Los cronistas españoles de los siglos XVI y XVII destacan esta restricción en sus descripciones de la organización social del mundo inca. Juan de Matienzo señalaba que la hoja de coca «era manjar de los señores y caciques, y no de la gente común». Es cierto que existieron algunas excepciones, como los llamados coca-camayoqs, «sembradores de coca», que se encargaban de la ardua tarea de cultivar y procesar las hojas de coca y gracias a ello podían consumirla y aprovecharse así de su poder vigorizante.
PRESTIGIOSO E INACCESIBLE Hacia finales del Imperio, antes de la conquista española de 1533, la restricción sobre el consumo de la coca empezó a relajarse. Algunos investigadores apuntan que este cambio podría deberse al hecho de que, a diferencia de lo que ocurría en sus inicios, el Estado ya no podía garantizar la alimentación de toda la población y la coca pudo utilizarse como complemento nutricional e inhibidor del hambre. Aun así, la regla general en el Imperio fue que el consumo de coca estuviera limitado a los estamentos más altos de la sociedad.
Plantación de coca de época colonial. Grabado 1854.
Foto: Wikimedia Commons
Tras la conquista española, en cambio, el consumo de coca se generalizó al conjunto de la población indígena, como indican numerosos testimonios de cronistas españoles. La explicación de este hecho se encuentra en el modelo económico impuesto por la Corona de Castilla, basado en el trabajo forzado de las poblaciones conquistadas , lo que hizo que las autoridades españolas alentaran el consumo de coca para aumentar el rendimiento de sus trabajadores. De hecho, el cultivo de la planta se convirtió en un negocio para los terratenientes, que incrementaron su producción para satisfacer la demanda de los trabajadores. Tanto es así que el cronista Bernabé Cobo dice que era el producto «de mayor ganancia que hay en las Indias y con que no pocos españoles se han hecho ricos con ella ».
Los españoles se burlaban a veces de los indígenas por su creencia en el poder vigorizante de la coca, pero al final no podían sino rendirse a la evidencia . Por ejemplo, en 1653 el citado padre Bernabé Cobo escribía que los indios «afirman que [la coca] les da tanto esfuerzo que mientras la tienen en la boca no sienten sed, hambre ni cansancio . Yo más bien creo que lo más que publican es imaginación y superstición suya, pero no se puede negar sino que les da alguna fuerza y aliento, pues los vemos trabajar doblado con ella».
LA POPULARIDAD DE LA COCA El Inca Garcilaso de la Vega, por su parte, recoge el siguiente diálogo entre dos españoles, un caballero y un peón, que se encontraron en la zona de Cuzco. El primero le preguntó: «¿Por qué coméis cuca, como hacen los indios, cosa tan asquerosa y aborrecida por los españoles ?». A lo que el otro, que llevaba a cuestas a su hija de dos años, replicó: «En verdad, señor, que no la abominaba yo menos que todos ellos, mas la necesidad me forzó a imitar los indios y traerla en la boca; porque os hago saber que si no la llevara, no pudiera llevar la carga; que mediante ella siento tanta fuerza y vigor que puedo vencer este trabajo que llevo».
Figura con cabeza de ciervo consumiendo coca de un recipiente. Cultura Moche, Perú, siglo VII.
Foto: Wikimedia Commons
La hoja de coca fue, por tanto, una planta sagrada y un bien de prestigio para los incas , y objeto económico entre los conquistadores. Hoy es un hábito y un símbolo; el de la lucha de las culturas andinas por preservar sus tradiciones y su modo de subsistencia.
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