una de las obligaciones más sagradas para los atenienses era dar digna sepultura a los muertos. Las mujeres ungían el cadáver con aceite y lo vestían y amortajaban para exponerlo en la entrada de la casa durante uno o dos días, en los que se recibía la visita de familiares, vecinos y conocidos. Además, al difunto se le ponía un óbolo bajo la lengua para pagar su pasaje a Caronte, el barquero de la laguna Estigia que lo llevaba a la morada de los muertos.
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