Mediante los ritos funerarios se aseguraba que las almas de los difuntos llegaban al Hades y no volvían para atacar a los vivos. Escena de funeral del Pintor de Gela en un pínax de figuras negras, ática, hacia 550 a.C.
una de las obligaciones más sagradas para los atenienses era dar digna sepultura a los muertos. Las mujeres ungían el cadáver con aceite y lo vestían y amortajaban para exponerlo en la entrada de la casa durante uno o dos días, en los que se recibía la visita de familiares, vecinos y conocidos. Además, al difunto se le ponía un óbolo bajo la lengua para pagar su pasaje a Caronte, el barquero de la laguna Estigia que lo llevaba a la morada de los muertos.
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