Actualmente, en la iglesia las mujeres pueden leer los pasajes de la biblia en misa y ayudar al sacerdote, pero ese ínfimo cargo no tiene algún tipo de relevancia ya que incluso un niño puede hacerlo. Aparte de esto, solo pueden tener el papel de creyente, monja o cuidadora y hasta allí llega la participación permitida de la mujer en la vida religiosa.
Los representantes de la iglesia siempre han sido hombres, y aunque las mujeres pueden ser parte de la iglesia, siendo monjas, no pueden tomar el cargo de sacerdotisas o cargos más elevados, por tanto se las excluye de todo papel representativo o relevante.
Sería iluso de nuestra parte pensar que la solución más sencilla es poner mujeres en altos cargos y ya está porque la realidad es que el problema no es tan fácil de solucionar como nos puede parecer en primera instancia. El problema radica desde lo más profundo de la iglesia, claro que hay que empezar con un cambio de la ley que permita a la mujer acceder al sacerdocio, y a todas las posiciones, incluido el papado, pero también es necesario un cambio de costumbres. En este mundo con cada vez menos creyentes y con las mujeres teniendo un papel más relevante en la sociedad, sería un desperdicio no permitirles acceder a esas posiciones, y eso es lo que los contrarios a esta propuesta tiene que entender, las mujeres no les quitarán el sitio ni destruirán la tradición que tan fervientemente defienden (una “tradición errónea en la creen ciegamente sin investigar un mínimo, ya que en las primeras comunidades cristianas las mujeres formaban parte de la vida religiosa, tal y como se puede ver en los mismos evangelios), ellas solo vienen a conseguir lo que siempre han merecido.
Alexandra Beltrán, Emi Ramos, Rita Serra, Aaron Alonso, Ángel Méndez, Qi Pan, Carla Pintado, Olga Camps, Huiying Gao
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