Los persas antiguos ejercieron su influencia más duradera por medio de la religión. Sus doctrinas religiosas tenían origen remoto y se habían desarrollado mucho cuando iniciaron sus conquistas. Y era tan poderosa su atracción y tan maduras las condiciones para que fuesen aceptadas, que se extendieron por casi toda el Asia Occidental. Substituyeron a otras religiones y a creencias que se venían manteniendo desde hacía siglos. Trastornaron y modificaron la visión del mundo que tenían hasta entonces las naciones.
A lo largo del Imperio se practicaban diversas religiones, correspondientes a las tradiciones de los pueblos conquistados. Así, Ciro rindió culto a Marduk al conquistar Babilonia y Cambises II se proclamó faraón en Egipto practicando la religión propia del lugar. El promover cultos reales de los pueblos conquistados tenía la función de legitimar el poder imperial.
No obstante, la élite persa que dirigía el Imperio practicaba el zoroastrismo o mazdeísmo, con su culto al fuego, y desde el reinado de Darío I se registra en las inscripciones la adopción del culto a Ahura Mazda como deidad protectora de la monarquía. La Inscripción de Behistún dice: "Darío el Rey dice: por el favor de Ahuramazda yo soy Rey, Ahuramazda me concedió el reino". Bajo el mecenazgo de los reyes aqueménidas, y para el siglo V a. C. convertida en religión de Estado de facto, el zoroastrismo alcanzaría todos los rincones del Imperio.
El príncipe-profeta Zoroastro (o Zaratustra) había comenzado a predicar el mazdeísmo hacia el año 700 a. C. Fue durante el período aqueménida cuando el zoroastrismo alcanzó el suroeste de Irán, donde pasó a ser aceptado por los gobernantes y a través de ellos se convirtió en un elemento definidor de la cultura persa. La religión no solo estuvo acompañada de la formalización de los conceptos y divinidades del panteón (Indo-)Iranio tradicional sino que también introdujo varias ideas nuevas, como el libre albedrío. Se trataba de una religión dualista, en la que el mundo estaba regido por dos principios: el bien (Ormuz o Ahura-Mazda, simbolizado por la luz, el Sol) y el mal que no era un dios aparte, si no el espíritu del mal representado en Arimán, Zoroastro distinguió los dos polos de una dinámica particular: la creación y la destrucción, contempladas como un todo en Ahura Mazda. Los seres humanos debían llevar una vida pura y emprender buenas acciones para conseguir que el bien triunfara sobre el mal. Esta religión carecía de templos, alzándose simplemente altares al aire libre donde ardía una llama permanentemente. Esta doctrina consta en el Zend Avesta.
Zoroastro creía que su misión consistía en purificar las creencias tradicionales de su pueblo, desarraigar el politeísmo, el sacrificio de animales y la magia, y elevar el culto a un nivel más espiritual y ético. El movimiento que dirigió, era el acompañamiento natural de la veneración de la vaca y su prescripción de que se cultivara la tierra como un deber sagrado. A pesar de sus reformas, muchas de las viejas supersticiones sobrevivieron, como suele suceder generalmente, y se fueron mezclando poco a poco con los ideales nuevos.
Entre los otros dioses indoiranios reverenciados en el Imperio se incluyen Mitra (deidad solar asociada a la nobleza y los guerreros) y la diosa Anahita. A mediados del siglo V a. C., esto es, durante el reinado de Artajerjes I y Darío II, Heródoto escribió "[los persas] no tienen imágenes de los dioses, ni templos ni altares, y consideran una signo de locura usarlos. Esto viene, creo yo, de que ellos no creen que los dioses tengan la misma naturaleza que los hombres, como imaginan los griegos." Afirma que los persas ofrecen sacrificios a: "el sol y la luna, a la tierra, al fuego, al agua, y a los vientos. Estos son los únicos dioses cuya veneración les ha llegado desde los tiempos antiguos. En una época posterior comenzaron a venerar a Urania, que ellos tomaron prestada de los árabes y los asirios. Militta es el nombre por el que los asirios conocen a esta diosa, a quien los árabes llaman Alitta y los persas Anahita." El nombre original aquí es Mithra, lo que desde entonces se ha explicado como una confusión de Anahita con Mitra, comprensible puesto que ambos eran venerados conjuntamente en un solo templo.
Por el sacerdote-estudioso babilonio Beroso, quien ―aunque escribía más de setenta años después del reinado de Artajerjes II Mnemon― documenta que el emperador había sido el primero en hacer estatuas de culto de divinidades e hizo que las colocaran en templos en muchas de las principales ciudades del Imperio (Beroso, III.65). Beroso también confirma a Heródoto cuando él dice que los persas no sabían nada de imágenes de los dioses hasta que Artajerjes II erigió aquellas imágenes. Como medio de sacrificio, Heródoto añade que "ellos no alzan ningún altar, no encienden ningún fuego, ni vierten libación alguna". Esta frase se ha interpretado para identificar una acreción crítica (pero tardía) al zoroastrianismo. Un altar con fuego de madera ardiendo y el servicio Yasna en el que se vierten libaciones son todos claramente identificables con el moderno zoroastrianismo, pero aparentemente, eran prácticas que no se habían desarrollado todavía a mediados del siglo V a. C. Boyce también asigna ese desarrollo al reinado de Artajerjes II (siglo IV a. C.), como una respuesta ortodoxa a la innovación de los cultos de santuarios.
Heródoto también observa que "ningún rezo ni ofrenda puede hacerse sin que esté un mago presente" pero esto no debe confundirse con lo que hoy se entiende por mago, que es un magupat (persa moderno, mobed), un sacerdote zoroastriano. Ni la descripción del término por Heródoto como una de las tribus o castas de los medos implica necesariamente que estos magos fueran medos. Ellos simplemente eran un sacerdocio hereditario que se encontraba por todo Irán oeste y aunque, en origen, no se asociaban con ninguna religión en particular, tradicionalmente eran responsables de todos los rituales y servicios religiosos. Aunque la identificación inequívoca de los magos con el zoroastrismo vino después (época sasánida, siglo III), es del magus de Heródoto de mediados del siglo V a. C. que el zoroastrismo se vio sujeto a modificaciones doctrinales que son hoy consideradas como revocaciones de las enseñanzas originales del profeta. También, muchas de las prácticas rituales descritas en el Vendidad del Avesta (como la exposición de los muertos) ya se practicaban por los magos de la época de Heródoto.
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