aunque se haya convertido en el símbolo por antonomasia del castigo romano, en sus orígenes la crucifixión fue concebida muy lejos de Roma. Los primeros registros que se tienen de este procedimiento como método de ejecución datan del Imperio Aqueménida -aunque probablemente se usara ya en Asiria- y responden a la fe zoroastriana, que se extendió notablemente bajo el mandato persa: según sus creencias, el fuego y la tierra son sagrados y enterrar o quemar a un criminal contaminaría estos elementos, por lo que se les clavaba a leños de madera para dejarlos morir y que las aves carroñeras dieran cuenta de sus restos.
Los romanos entraron en contacto con esta práctica durante su expansión por el Mediterráneo: griegos y cartagineses la conocían por mano de los persas, y el propio Alejandro Magno la practicó contra los supervivientes de ciudades que se habían opuesto con más tesón a su conquista. Para estos pueblos no zoroastrianos, la crucifixión representaba un método de ejecución particularmente cruel y humillante. El condenado podía morir en cuestión de horas o al cabo de varios días, dependiendo de las circunstancias, pero en cualquier caso resultaba una imagen terrible que servía de escarmiento y advertencia: en el siglo I aC, tras aplastar la revuelta de esclavos liderada por Espartaco, unos 6.000 prisioneros fueron crucificados a lo largo de la Vía Apia.
A partir del siglo V d.C. la cruz se difunde ampliamente como símbolo del cristianismo. Previamente el más usado por los cristianos era la figura de un pez.
Por ello, la cruz despertaba en el mundo antiguo un horror particularmente intenso. Solo a partir del siglo V d.C. se difunde ampliamente como símbolo del cristianismo, y ello es debido al cambio de mentalidad que ejerce la fe cristiana y al interés del hombre que la favorece: el emperador Constantino el Grande.
El pez, primer símbolo cristiano
Durante los siglos siguientes a la muerte de Jesús, el cristianismo sufrió una persecución generalizada, interrumpida a veces por algunos períodos de tolerancia. Las particularidades de esta religión la convertían en una amenaza para el poder romano, por lo general bastante tolerante en lo que se refería a las costumbres de los pueblos conquistados: su negativa a rendir culto a los emperadores y a los dioses oficiales, considerados garantes de la prosperidad del Imperio, era vista como un desafío a la autoridad de Roma.
Las ejecuciones de cristianos, a menudo realizadas por medio de la crucifixión, daban a la cruz un significado infamante, pues era un método reservado a los peores criminales. San Agustín de Hipona, que vivió en el siglo IV d.C. -pocas décadas después de que Constantino promulgara el Edicto de Milán, que garantizaba el fin de las persecuciones-, describe que en los primeros tiempos el símbolo del cristianismo era un pez, que representaba la búsqueda la verdad profunda oculta a simple vista, como los peces se ocultan bajo las aguas. Por otra, su nombre en griego -ΙΧΘΥΣ, ictys- servía como anagrama de Iēsous Christos Theou Yios Sōtēr: “Jesucristo, Hijo de Dios, el Salvador”.
El ictys era un símbolo de reconocimiento mutuo entre cristianos cuando esta religión era practicada clandestinamente: al encontrarse, uno de ellos dibujaba una línea curva y, si el otro la dibujaba a la inversa completando el símbolo de un pez, podían estar seguros de que ambos eran cristianos. Al ser un símbolo secreto, si uno de ellos resultaba ser un espía era descubierto enseguida; además, a ojos de extraños no era más que un simple garabato y no delataba la presencia de una comunidad cristiana.
Este símbolo siguió siendo usado durante muchos siglos. En las medinas del norte de África, las puertas están decoradas con muchos símbolos que sirven para identificar a la comunidad que vive en esa casa y, entre otros aspectos, la fe que profesan: la media luna para los musulmanes, la estrella para los judíos y el pez para los cristianos.
El emperador Constantino legalizó el cristianismo en el año 313 mediante el Edicto de Milán. En el año 380 Teodosiopromulgó el Edicto de Tesalónica, por el cual esta fe se convertía en la religión oficial del Imperio Romano.
Fusión de tradiciones
La adopción de la cruz como símbolo cristiano puede atribuirse con bastante certeza a las comunidades coptas de Egipto y es el resultado de dos factores: por una parte, una casualidad lingüística y por otra, una semejanza gráfica con el ankh, un símbolo que fue reciclado de la antigua religión egipcia.
Los coptos tuvieron un papel fundamental en el ascenso del cristianismo: Constantino tuvo que luchar por el poder contra su rival Majencio y buscó apoyos en los territorios de Oriente, donde el cristianismo era más fuerte. Según Eusebio de Cesarea, autor de una biografía sobre el emperador, antes de la decisiva batalla del Puente Milvio (312 d.C.) Constantino tuvo la visión de una cruz en el cielo y más tarde, “en sus sueños, el Cristo de Dios se le apareció con el mismo signo que había visto en los cielos, y le ordenó que abrazara ese signo que había visto en los cielos, y que lo usara como un talismán en todos los combates con sus enemigos”.
Sin embargo, el símbolo que usó Constantino no era la cruz que conocemos sino un crismón, un anagrama formado por las letras griegas ji (representada como una X) y rho (representada como una P). Más adelante la letra ji fue sustituida por la tau (representada como una T), como abreviación de la palabra stauros -“cruz” en griego- significando “Cristo en la cruz”. Esta combinación guarda una gran semejanza con el ankh, el símbolo de la vida en la antigua religión egipcia, relacionado habitualmente con Isis. Según el mito, esta diosa había resucitado a su marido Osiris, quien se había convertido en el señor del Más Allá: esta analogía clara con Jesucristo habría ayudado a difundir la nueva religión reciclando conceptos arraigados desde hacía milenios en la mentalidad egipcia.
Los coptos fueron una de las primeras comunidades que abrazaron el cristianismo incluso antes de su legalización en el imperio -según la tradición, fue el propio evangelista Marcos quien la fundó en el siglo I d.C.-, siendo de gran importancia en la estructuración de la Iglesia como culto organizado. Su iconografía fusionaba las ideas cristianas con los símbolos usados en el Egipto faraónico -como el propio ankh o el disco solar que se convertiría en la aureola de los personajes bíblicos- y fue adoptada por la naciente Iglesia cristiana.
La cruz como promesa de la vida eterna
Gracias a su asociación con el ankh egipcio, la cruz, que había sido durante siglos un instrumento de tortura, se convertía en la promesa de la vida eterna. Una razón de mucho peso en la difusión del cristianismo sobre todo entre la gente más humilde fue precisamente que, en un tiempo en el que la mayoría de la población llevaba una vida muy difícil, daba sentido a sus padecimientos. La cruz se difundió como símbolo del cristianismo durante el siglo V, marcado por la creciente inseguridad -en especial la invasión de los hunos liderada por Atila- y deterioro de las condiciones de vida.
A medida que el poder imperial se debilitaba, el religioso emergía como el nuevo elemento unificador, especialmente en el Imperio de Oriente o Bizantino, que lograría sobrevivir durante mil años más y en el que la Iglesia tendría un papel crucial; mientras que en Occidente, la lucha entre el poder regio y el papal marcaría toda la Edad Media. El símbolo de la cruz permanecería en ambos casos como la promesa de una recompensa de ultratumba a los sufrimientos de un mundo en el que las guerras y carestías eran la norma.
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