De entre todas las críticas que Mel Gibson recibió por Apocalypto, ninguna aludía a la escena del sacrificio. O, mejor dicho, a la técnica sacrificial del actor que hacía de sacerdote. Todas pasaron por alto la forma y los adornos del cuchillo, la parte del torso donde apuñala al sacrificado, el tiempo que tarda en sacarle el corazón... ¡En menos de cinco segundos, el sacerdote raja el abdomen de la víctima, mete la mano y extrae el músculo cardíaco! Como si fuera una bandeja de canelones. Saca el corazón, con las venas y las arterias perfectamente seccionadas, listo para servir.
Muchos de los críticos de Gibson censuraron la violencia de la cinta. La civilización maya, decían, fue mucho más que un gran baño de sangre. Puede que tuvieran razón. Y sin embargo Gibson fallaba justamente en aquello que los otros condenaban. La presunta fortaleza de la cinta resultó en una nueva debilidad. La violencia de Apocalypto está mal contada. La técnica de su sacerdote no es más que una chapuza.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, el INAH, acaba de presentar Sacrificio Humano y Tratamientos Post Sacrificiales en el Templo Mayor de Tenochtítlan, el último trabajo de la arqueóloga Ximena Chávez. Se trata de un estudio exhaustivo sobre el asesinato ritual en Mesoamérica, con especial énfasis en las ceremonias que se celebraron en el recinto sagrado del mundo mexica. Sacrificio... se convierte, además, en la principal obra de consulta para cualquier cineasta que desee abordar el sacrificio humano en Mesoamérica.
Son casi 500 páginas de extraordinario valor científico y documental, que recogen décadas de trabajos y estudios sobre el asunto, además de las propias conclusiones de la autora, después de analizar los restos de 101 sacrificios rescatados del entorno del Templo Mayor.
Discípula de grandes estudiosos de la muerte pasada, como Eduardo Matos o Gregory Pereyra, Chávez ha dedicado buena parte de su vida profesional al más allá. Su primer libro, Los Rituales Funerarios en el Templo Mayor de Tenochtítlan, abordaba las exequias de la nobleza mexica. El segundo trata las ceremonias sacrificiales. Primero los que ya murieron, luego los que iban a morir.
P. ¿De dónde viene su interés por el muerto, por los que van a morir?
R. Tiene que ver un poco con mi historia personal. Yo vengo de una familia de muchos médicos. Era común crecer viendo huesos, cráneos. Y me llamó mucho la atención.
P. Y, ¿es un interés por la muerte, por los que van a morir, o por la búsqueda de lo sagrado?
R. Mi interés tiene que ver con la muerte. Es algo a lo que todos nos enfrentamos y sin embargo, muchas veces nos callamos. Recuerdo mucho un libro de Nigel Barley, Bailando sobre la tumba. Él habla de los antropólogos ante la muerte. Dice: "Rara vez los antropólogos piensan que ellos mismos van a morir". Bueno, pues es un fenómeno que me interesa. No solo el fenómeno biológico, sino la respuesta social ante la muerte, cómo las sociedades reaccionan ante la muerte. Cómo elaboran rituales para disponer del cuerpo, para ayudar a la parte inmaterial a llegar al más allá.
Etimológicamente, sacrificio significa llegar a lo sagrado. Con los años, Ximena Chávez concluyó que el principal canal sacrificial de los mexicas era la cardiectomía. Los aztecas llegaban a lo sagrado quitándole el corazón a sus víctimas. "Los sacerdotes hacían un incisión por debajo de la caja torácica, y por ahí introducían la mano para sacar el corazón. Pero no lo arrancaban. Imagínate, las venas y arterias que había ahí son muy poderosas. Encontramos huellas de que cuando el sacerdote metía la mano, tenía una pequeña herramienta con que iba cortando estas estructuras. Y de forma accidental dejó las huellas sobre la cara interna de las costillas".
Por muy diestros que fueran -y la arqueóloga dice que lo eran- parece difícil que tardaran sólamente cinco segundos, el tiempo que propone Mel Gibson en Apocalypto. Desde el punto de vista anatómico, la película es un fraude.
¿Estamos conquistando bien?
Muchos medios mexicanos han publicado estos días que la arqueóloga "desmitifica el sacrificio humano entre los mexicas". Puede que haya sido cosa del INAH, que ha titulado así su comunicado de prensa. En todo caso, parece difícil desmitificar algo no mítico. Pocos arqueólogos se creen a estas alturas los cálculos de los cronistas españoles del siglo XVI. Decenas de miles morían sacrificados, decían. En la Historia de las Indias de la Nueva España, Fray Diego de Durán escribió que 80.000 murieron en una sola ceremonia, durante el reinado de Ahuizotl, tío de Moctezuma II.
Aquello, parece, no llegó a ocurrir. Como recuerda la arqueóloga, que cita a un colega que hizo el cálculo, si lo que dijo Durán fuera cierto, la nobleza mexica habría necesitado sacrificar a 47 cautivos por hora, sin parar, durante 96 horas, en 20 lugares a la vez. Sólo así habrían matado a 80.000. "De momento tenemos constancia de unos mil, en total", dice la autora.
Pese a todo, los conquistadores tomaron aquellas prácticas como una declaración de guerra e hicieron lo suyo. Hay que acabar con los bárbaros, decían. Luego lo hacían. Por el lado contrario, Fray Bartolomé de Las Casascriticaba a los soldados, a quienes acusaba de ser más salvajes que los propios bárbaros. En 1542, Las Casas publicó Brevísima relación de la destrucción de Indias, en que informaba al Rey de las burradas que cometían sus súbditos. Funcionó. En 1550, Carlos I ordenó a los conquistadores que dejaran de conquistar.
Lo que sigue a continuación es probablemente uno de los episodios más extraños y poco españoles de la historia de España. Impresionado por lo que contaba Fray Bartolomé, el Rey convocó una junta de sabios en Valladolid, con la intención de que contestaran una pregunta: ¿Estamos conquistando bien?
Las Casas decía que no, que no se podía ir con la guerra por delante. Los indios, defendía, son perfectamente capaces de gobernarse a sí mismos. Prácticas como el sacrificio no se eliminan a golpes, igual que la fe en Dios no se impondría por la fuerza. Otros, como Juan Ginés de Sepúlveda, mostraban sus reservas y pensaban que la guerra de conquista era una opción válida.
No quedó claro quién ganó, si Las Casas o sus contrarios. De cualquier manera, Carlos I volvió a permitir a los conquistadores que conquistaran pocos años más tarde. El sacrificio humano sirvió a la causa como excusa.
Ximena Chávez no duda en señalar el "interés económico" que hubo de por medio. Los siglos y siglos de prejuicio que siguieron apuntalaron el estigma. Sacrificios hubo, pero no tantos. "Aún hoy", dice la arqueóloga, "si buscas sacrificio humano en Google, enseguida te aparecen los aztecas".
Pablo Ferri
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