El pensamiento de Nietzsche se caracteriza por su carácter iconoclasta e irreverente. Pero no siempre ha sido bien interpretado. La frase “Dios ha muerto”, que aparece en boca de Zaratustra, es en realidad un lamento trágico del personaje ideado por el filósofo alemán, que pensaba que sus contemporáneos vivían como si Dios hubiera muerto. Parte de su obra gira en torno a la idea de que la vida es voluntad de poder y todo lo que se opone a ella es considerado nihilismo, moral de esclavos y decadencia.
Elogio de la fortaleza. Describió a los romanos como los "fuertes" y a los judíos como el “pueblo sacerdotal del resentimiento por antonomasia”. Pero Nietzsche no era antisemita. Lo que le molestaba era la moral sacerdotal que creía ver en ese pueblo y de la que surge, según el filósofo alemán, la moral plebeya de la democracia de masas, dominada por la debilidad y el odio a todo lo excelso y superior.
Un ser extraordinario. El filósofo alemán afirma que para superar el nihilismo era necesaria la aparición del superhombre, un ser que tendrá una moral de nobles y aceptará la voluntad del poder. El superhombre es el que crea las normas morales y el que somete las cosas a su voluntad. Nietzsche postula que hay dos clases de hombres: los señores y los esclavos. Los señores desprecian todo aquello que es fruto de la cobardía, de la compasión y de la debilidad. Rechazan cualquier cosa que disminuya el impulso vital. La moral de los señores se sustenta en el orgullo y en la fe en sí mismos.
La condición servil. Por el contrario, la moral de los esclavos es la de los débiles y oprimidos. El esclavo decreta como buenas las cualidades de los débiles: la compasión, la paciencia y la humildad (virtudes propias del cristianismo). Los esclavos inventan una moral que haga más llevadera su condición servil. Obligados a obedecer a los señores, los esclavos afirman que la obediencia es buena y que el orgullo es malo, y promueven valores como la misericordia y la mansedumbre. Dada su condición servil, rechazan el egoísmo y la fuerza.
La pulsión de ir más allá. La idea de la "voluntad de poder" de Nietzsche ha generado interpretaciones muy variadas, entre ellas las que hicieron los intelectuales nazis, que también llevaron a su parcela la noción del advenimiento del superhombre. Nietzsche piensa que los instintos son una fuerza que va más allá del impulso a sobrevivir, protegerse o reproducirse. Esa fuerza se concreta en un deseo perpetuo de todo ser vivo por ir más allá de todos, hasta más allá de sí mismo, más allá de la muerte. Este impulso por expandirse impreso en cada ser humano es lo único que da sentido a la existencia.
Contradicción con patas. Nietzsche combatió no sólo el socialismo y el cristianismo, sino todo tipo de nacionalismo (incluyendo el alemán), racismo, militarismo y poder organizado. Su pensamiento es el más contradictorio del siglo XIX y ello explica por qué fue utilizado por abanderados de ideologías tan contrapuestas. El nazismo lo alzó como uno de los suyos para legitimar falsamente su régimen racista. El creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, fue uno de sus discípulos. Y hasta filósofos postmodernistas, como el francés Gilles Deleuze, beben de sus fuentes.
La locura del genio
Friedrich Nietzsche nació en Röcken, un pequeño pueblo de Sajonia (Alemania), en 1844. Tras su paso por la prestigiosa escuela Pforta, inició estudios de filosofía en la Universidad de Leipzig. Allí leyó la obra de Schopenhauer, que le causó gran impresión.
En 1869, la Universidad de Basilea le ofreció un puesto de profesor de filología clásica y al año siguiente obtuvo la ciudadanía suiza. En aquel tiempo entabló amistad con la familia del compositor Richard Wagner, pero años después, Nietzsche se alejaría de ellos, sobre todo por el creciente chovinismo y antisemitismo de este clan. En aquel tiempo, su precaria salud se deterioró y cayó en la depresión, lo que no le impidió escribir Así habló Zaratustra.
En 1886 publicó Mas allá del bien y del mal, momento en que aumentó el interés de los alemanes por la obra de este pensador. Con 44 años comenzó a mostrar signos de demencia y megalomanía. En 1889, sumido totalmente en la locura, le ingresaron en un psiquiátrico de Basilea. Un año más tarde, Nietzsche moría en Weimar.
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