Hace más de 2.000 años, Qalatga Darband era una ciudad fortificada por la que pasaba un activo tráfico de vino. El destino de toda esa bebida era calmar la sed del enorme ejército de Alejandro Magno. Nunca más se volvió a saber de la ciudad hasta que pasó un satélite espía en plena guerra fría.
El satélite espía pertenecía a la mítica familia de dispositivos Corona que recababa información sobre el bando soviético en la década de los 60. El satélite tomaba fotos Irak cuando detectó algo inesperado en la región del Kurdistán. Diversas marcas en los cultivos visibles solo desde el aire señalaban la existencia de un posible asentamiento arqueológico.
Los militares no estaban interesados en ruinas, así que las fotos nunca llegaron a manos de los especialistas hasta que se desclasificaron oficialmente en 1996. Un equipo de arqueólogos del Museo Británico reparó en las marcas, pero la guerra que asoló el país impidió cualquier intento de investigar sobre el terreno. Finalmente, los especialistas pudieron visitar la zona y comenzar a investigar.
Las imágenes grabadas desde drones y excavaciones preliminares han revelado ya varios edificios y una muralla. También se han hallado estatuas de los dioses griegos Adonis y Perséfone.
Los especialistas del Museo Británico creen que el asentamiento es la ciudad que Alejandro Magno fundó para servir de plataforma a su guerra contra el rey persa Dario III en lo que en aquél entonces era Mesopotamia. La ciudad no solo sobrevivió a esa guerra. Varias monedas con la efigie del rey Orodes II sugieren que el asentamiento pervivió muchas décadas después. Las excavaciones se prolongarán hasta el año 2020, fecha en la que los arqueólogos habrán desentrañado muchos más misterios sobre esta ciudad perdida. [The Times vía Science Alert]
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