Durante mucho tiempo una leyenda negra acusó a este Papa de ser indiferente, incluso cómplice, ante el holocausto nazi. Pero, ¿Qué fundamento real tienen estas acusaciones?
Historiadores judíos como Lichten han documentado los esfuerzos del Vaticano en favor de los judíos perseguidos durante el periodo nazi. Según este historiador, en septiembre de 1943 Pío XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. También recuerda que durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano y en Castelgandolfo, así como en templos y conventos. Para salvar la vida de los judíos el Vaticano llegó a facilitar falsos certificados de bautismo y visados a numerosas personas, gracias a lo cual pudieron sobrevivir. El propio Litchen, escribiendo en el boletín del Jewish Antidefamation League (Liga Judía contra la difamación) dijo que “la oposición de Pío XII y sus esfuerzos para ayudar a los judíos en Europa eran bien conocidos. Tras la guerra, diversas organizaciones y personalidades judías reconocieron oficialmente la diplomacia demostrada por Pío XII, entre ellas el Congreso Judío Mundial, que en 1945 hizo una importante donación al Vaticano en gratitud por la intervención del Papa, quien, según el diplomático israelí Pinchas Lapide, logró salvar la vida de no menos de 700.000 judíos. También personalidades como Albert Einstein mostraron su agradecimiento hacía el Papa Pacelli.
Pío XII conocía bien el nazismo, pues fue nuncio en Alemania a partir de 1917 y desde 1930, como secretario de Estado, dirigió la política exterior de la Santa Sede. Sin embargo, hay quien acusa al Papa de complicidad con el nazismo, afirmando que no condenó de forma pública el fascismo y no intervino para detener las deportaciones de los judíos e, incluso, el supuesto apoyo a nazis como Adolf Eichmann ¿Qué hay de cierto? En realidad, el silencio de Pío XII se debió a que consideró prudente actuar en silencio para no poner en peligro la ayuda que el Vaticano estaba prestando a los judíos y para no perjudicar la situación de los cristianos tanto en Alemania como en los países ocupados por los nazis. La ayuda se tenía que efectuar por otros medios. También la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de las Iglesiascoincidieron con la Santa Sede en que era mejor guardar silencio para no poner en peligro los esfuerzos en favor de los judíos. Sin embargo, nadie ataca a la Cruz Roja por su «silencio» ante el Holocausto.
Veamos algunos hechos históricos que nos permiten rebatir la leyenda negra contra Pío XII:
En 1937 Eugenio Pacelli contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender Sorge» (1937), en cuya presentación condenó el nazismo, comparando a Hitler con el diablo y mostrando su temor de que los nazis provocasen “una guerra de exterminio”. Aunque estuvo prohibida en Alemania, se introdujo en el país de forma clandestina siendo leída en las parroquias a los fieles.
Diversas personalidades judías agradecieron especialmente los esfuerzos de Pío XII para salvar a los judíos, como el Gran Rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, quien en 1945 envió al Papa una bendición «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia». También Guiseppe Nathan, comisario de la Unión de Comunidades Judías Italianas mostró su agradecimiento por “los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda, inteligente y concreta, Esin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían” (L’Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2). El jueves 29 de noviembre de 1945 fueron recibidos por el Papa ochenta delegados de prófugos judíos procedentes de varios campos de concentración, quienes manifestaron al Papa su agradecimiento por la generosidad demostrada hacia los “perseguidos durante el terrible periodo del nazi-fascismo” (L’Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945, p. 1).
Cuando murió Pío XII, tanto Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel), como Eisenhower, presidente de Estados Unidos, mandaron respectivos mensajes de condolencia. Golda Meir destacó como “cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz”. Eisenhower, por su parte reconoció que “el mundo ahora es más pobre después de la muerte del Papa Pío XII”.
Según el sacerdote Pierre Blet, antes de 1963 todos los protagonistas de la II Guerra Mundial, especialmente los miembros de la comunidad judía reconocieron la labor realizada por el Papa Pacelli en favor de este pueblo y declaraban que su “silencio” se debió al conocimiento que tenía del nazismo: era consciente de que predicar contra las purgas del Hitler hubiera provocado que éste hubiera provocado una mayor represión aún contra el pueblo judío, condenando instantáneamente a muerte a todo aquel que tuviera sangre hebrea. En cierta ocasión, cuenta este clérigo, las SS exigieron a las comunidadaes judías de Roma la entrega de cincuenta kilos de oro. El gran rabino pidió al Papa su colaboración y este “dio inmediatamente orden a sus oficinas para que hicieran lo necesario para conseguir esa cantidad”.
Conocemos la historia de una religiosa que colaboró estrechamente con Pío XII para salvar la vida de los judíos arriesgando la suya, se trata de la hermana Maria Xavier Marteau (1870-1962), Superiora General de las Ursulinas de la Unión Romana, quien recibió, de forma póstuma el reconocimiento de “justo entre las naciones”. Durante la II Guerra Mundial la hermana Maria Marteau abrió las puertas del convento de Via Nomentana dando refugio a 103 judíos. Su tarea comenzó a partir del 22 de agosto de 1940, cuando la Gestapo inició la persecución de los refugiados polacos dondequiera que se encontraran y las Ursulinas acogieron a los perseguidos. Desde finales de 1941 la casa de las Ursulinas estuvo bajo estricta vigilancia por parte de las autoridades fascistas y nazis, lo que no evitó que el convento continuara acogiendo judíos, especialmente desde septriembre de 1943. En octubre de este mismo año el Cardenal Maglione, Secretario de Estado de Pio XII envió un certificado en el que advertía de que la casa religiosa dependía de la Santa Sede, por lo que no podía ser registrada. Esto evitó que los alemanes descubrieran a los refugiados en el convento. En diciembre el Santo Padre hizo llegar a Maria Xavier, a través de Monseñor Riberi (encargado de ayudas a las víctimas civiles de la guerra) 10.000 liras para el sostenimiento de los refugiados, quienes durante toda la contienda vieron aliviada su situación gracias a la ayuda recibida por Pío XII.
Victor Bustiloo para QAH
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