Probablemente hayáis leído antes la palabra zen aunque su definición no acabe de estar clara para la mayoría. Sor Ana María Schlüter no solo sabe en qué consiste sino que ha llegado a ser maestra zen y a compaginarlo con sus creencias cristianas.
En 1986, fundó la escuela Zendo Betania en Brihuera (Guadalajara), donde imparte 'zen de laicos' a todo el que esté interesado en aprender este método de recogimiento. ¿Una monja que imparte una técnica de meditación budista a laicos? Sí, aunque con matices.
Zen significa 'a solas con el misterio'. Y aunque nació en el ámbito del budismo, «no depende de una religión», explica pausadamente Schlüter que considera que es muy importante que no se practique como «algo venido de Marte sino que se debe conocer su origen e integrarlo en nuestra propia situación».
La práctica del zen nace en el seno del budismo en la India y se define a su llegada a China y su posterior expansión a Japón, Corea y Vietnam. «En el siglo V-VI a.C., unos monjes seguidores de Buda llegaron a China y allí el taoísmo chino. Y de esta conjunción de yoga budista y taoísmo, surge el zen», resume Schlüter. Ya en el siglo XX, la práctica del zen aterriza en Occidente y se encuentra con la religión cristiana.
«En Zendo Betania enseñamos la práctica del zen: recogerse en lo profundo del alma tal como es, recurriendo a las fuentes auténticas que nos han llegado a través de Japón». Insiste en que «el patronato de la fundación de Zendo Betania no es budista sino cristiano y sigue los estatutos o espíritu de las Mujeres de Betania, que son unas laicas consagradas cristianas».
Lo llaman zen de laicos «porque no es un monasterio zen con monjes y monjas, sino que son laicos desde el punto de vista zen». Sor Ana María y sus dos perros mastinesresiden solos en una cabaña de piedra frente al valle. Sin embargo, suele recibir constantes visitantes que acuden a las introducciones al zen (fin de semana), zazenkai (reuniones periódicas de zen, generalmente un domingo al mes) o sesshin (jornadas intensivas de entre tres y seis días impartidas solo por maestros zen).
Cómo meditar: la Introducción al zen
Todos los que quieran probar esta técnica de recogimiento, pueden empezar por un fin de semana en uno de los espacios habilitados de Zendo Betania o en su sede de Brihuera. «Es un camino práctico, no teórico. Después de haberse sentado un tiempo, se abre la posibilidad de que pregunten sobre la práctica que están realizando».
Ese fin de semana de introducción en la sede central de la Fundación en Brihuera asciende a 36 euros por día con comida y alojamiento incluidos más 10 euros por la enseñanza –variando en el resto de centros de Zendo Betania en España, que dependen del alquiler de alojamiento-.
La introducción empieza el viernes por la tarde y termina el domingo después de comer. «Además del zazen –sentarse en zen, es decir, en la posición de loto de Buda durante unos 20 minutos-, es muy importante el samu: trabajar con atención únicamente a lo que uno está haciendo». Para practicar ambas partes, se divide el tiempo en períodos de meditación y en otros de trabajo corporal en la huerta o dentro de casa, limpiando o preparando la comida.
Eso sí, -casi- siempre en silencio. Solo se permite hablar en momentos determinados y siempre con la intención de solventar dudas sobre la práctica. «El zen es similar a lo que hacían antes los campesinos cuando no había televisión ni radio y se quedaban sentados en su casa a oscuras en silencio. O como el divisar que hacen los indígenas en el noroeste de México: van a un promontorio y allí se pasan horas divisando. No observan nada en concreto; simplemente están en silencio y perciben en el silencio un no sé qué, que diría San Juan de la Cruz, que da paz y alegría».
De noche, se duerme en el suelo, tal y como se hace en el zen tradicional. «En Europa hay tipos de zen que son de cinco estrellas. Pero lo propio del zen es que sea muy austero, va a lo esencial y no se entretiene con otras adornos».
El no se qué y nuestras circunstancias
Aunque se habla de meditación zen, es más bien una contrameditación. «No hay un objeto sobre el que se medita, trata de saberse recoger». Es habitual que, en esa quietud, se caiga en centrar los pensamientos en uno mismo y eso es precisamente lo que el guía zen debe ayudar a evitar. «Conviene que los interesados no empiecen a practicar el zazen solos sino con guía; si yo quiero navegar, no basta con que me den un barco, necesito que me digan cómo se maneja».
El papel del guía será doble. Por un lado, enseñará a los participantes cómo sentarse, con la espalda derecha y un apoyo que le permita estar inmóvil en el suelo sobre un cojín. «Se tiene muy en cuenta en un camino espiritual pero corporal, es decir, es humano e incluye a la persona integral».
Por otro, el guía evitará que los asistentes se pierdan en los recuerdos o inquietudes que brotan de su interior al estar sentados un rato sin ningún objetivo. Una de las recomendaciones «atarse a la respiración -seguir conscientemente las inhalaciones y exhalaciones- , para no empezar a darse vueltas a uno mismo».
¿Qué se percibe durante el zazen? Cada uno tiene su propia experiencia. «Es igual que cuando una persona mira el mar o escala una montaña y se queda sobrecogida. Es ese no se qué. Si es musulmán, tratará de explicar ese momento con el lenguaje que conoce; si es cristiano, quizá le evoque alguna cosa que ha leído en el Evangelio; y, si es agnóstico, puede que una poesía».
Schlüter afirma que «de Oriente o Occidente, de Sur a Norte, todos tenemos un órgano que va más allá de lo que podemos razonar; es constitutivo del ser humano». A la hora de explicarlo, es cuando interviene nuestra cultura y religión.
Perfil de asistentes
«Generalmente acuden personas que ya han percibido un algo y por eso se interesan en el zen. De hecho, si yo me acerqué al zen, es porque algo había notado yo por propia cuenta y busqué un sitio donde me pudieran orientar», recuerda Sor Ana María.
En sus retiros, hay «cristianos practicantes, otros que ya no lo son, agnósticos, un judío y un musulmán», dice mientras repite varias veces que «la religión no es ninguna condición para asistir». En Zendo Betania, la única condición es que la persona sea suficientemente madura y que encuentre con salud psíquica –evitando asistir personas con enfermedades graves. «Si una persona no tiene su yo o su personalidad suficientemente conocido, este camino en lugar de ayudar le puede perjudicar», ya que es un viaje interior «más allá de lo cotidiano».
La mayoría de los asistentes tienen entre 30 y 60 años porque es «el momento en que uno se pregunta por el sentido de lo que está haciendo y de su vida y eso es lo que les acerca al zen». En cuanto a las profesiones, suelen interesarse profesionales de la enseñanza o de la sanidad y también gente relacionada con la medicina alternativa y la ecología. En cuanto al género, el zazen está abierto tanto a hombres como a mujeres, aunque «de promedio en nuestros cursos de 60 asistentes, solo 1/3 son varones».
Una de ellas es Verónica Ramilo, que empezó a asistir a estos retiros en 2015 y ya ha hecho 5 en el último año. «Me encontraba en una crisis personal profunda y buscaba claridad y tranquilidad mental. Había intentado hacer por mi cuenta una especie de retiro pero de forma totalmente autodidacta y un día mi terapeuta me habló de Zendo Betania».
Para Verónica lo más difícil ha sido el esfuerzo físico de estar tanto tiempo sentada en la misma posición. Lo mejor han sido las charlas que da la maestra Berta Meneses, responsable de la zona de Cataluña y Baleares. «Berta habla de la filosofía zen y da consejos muy útiles para sobrellevar el momento de la meditación, que también pueden ayudarte a llevar ese estado meditativo a tu cotidianidad». ¿Los dos resultados que Verónica ha obtenido? «Un conocimiento profundo de mi misma y una fuente inmensa de creatividad».
¿Inspiración o pseudocristianismo?
Este retiro propuesto por Zendo Betania sigue los pasos del zen tradicional aunque también recuerda al retiro cristiano, ofreciendo incluso una liturgia cristiana el domingo de la Introducción para aquellos que quieran asistir –no es obligatoria-, «igual que en Japón se ofrece liturgia budista».
La convergencia del zen y la fe cristiana propuesto por la Fundación de Ana María Schlüter ha sido objeto de polémica en distintas ocasiones por la dificultad para algunos de comprender el concepto que promulgan.
Schlüter resopla: «En la superficie, cristianismo y zen no se parecen en nada. Si una persona cristiana ha conocido el cristianismo de una forma muy superficial o ha hecho de su fe una ideología, le chocará nuestro punto de vista». Insiste de nuevo en que «cuando una persona viene aquí, se le enseña a practicar zen: la postura, la respiración y la actitud interior. Y punto. Si esa persona es cristiana, musulmana, judía o atea, no importa nada».
Toma aire unos segundos y continúa: «Algunos vienen porque saben que aquí se ayuda a hacer un puente entre el zen y la religión cristiana, porque no quieren ser budistas y les interesa practicar zen siendo cristianos. Pero no se trata de zen cristiano ni de cristianismo zen y, por tanto, tampoco de pseudocristianismo».
Ana María cree firmemente que el encuentro de esta tradición que viene del budismo y la tradición cristiana supone un enriquecimiento mutuo. Sin embargo, sabe que pueden surgir dudas sobre la relación entre zen y fe cristina. Por eso, organizan dos fines de semana al año para reflexionar en qué sentido ayuda o qué problemas surgen cuando se practica zen como cristiano.
Echa la vista atrás y rememora su estancia en Japón, conociendo la práctica del zen en los años ochenta de la mano de Hugo Makibi Enomiya-Lassalle, Padre jesuíta y uno de los primeros en abrazar zen budista y cristianismo católico.
Schlüter se convirtió en su intérprete y asistente en sus recurrentes visitas a España. Más tarde, fue ella la que se marchó a Kamakura (Japón) junto a Yamada Kôun Roshi, quien en 1985 le concedió el título de maestra zen y la bautizó como Ki’Un An (Nube Radiante).
Schlüter se convirtió en su intérprete y asistente en sus recurrentes visitas a España. Más tarde, fue ella la que se marchó a Kamakura (Japón) junto a Yamada Kôun Roshi, quien en 1985 le concedió el título de maestra zen y la bautizó como Ki’Un An (Nube Radiante).
Admite sorprenderse con las ideas que han llegado hasta España. «En Occidente se abusa del término y muchísimas veces se coge lo que a cada uno le interesa. Si se reduce la práctica del zen a aprender a vivir sin tensión en el mundo moderno, es una falacia. Puede ser de ayuda para quien lo practica, pero no es zen sino una especie de psicohigiene».
Para Schlüter, el zen es algo que «va más allá de palabras y doctrinas, que toca directamente el corazón humano y te lleva a vivir de una manera más despierta; es tocar el fondo de una misma y desde allí actuar para cambiar el mundo donde se pueda cambiar».
Para Schlüter, el zen es algo que «va más allá de palabras y doctrinas, que toca directamente el corazón humano y te lleva a vivir de una manera más despierta; es tocar el fondo de una misma y desde allí actuar para cambiar el mundo donde se pueda cambiar».
La mujer de Betania
«Sí, soy cristiana. Aunque no suelo usar la palabra monja porque las monjas son las que viven en monasterios. Formo parte de un instituto de personas consagradas para las que lo más importante es abrir los ojos a la realidad divina».
Tras acabar la licenciatura de filosofía, Ana María entró en ese instituto del que habla, llamado las Mujeres de Betania. Se trata una comunidad holandesa de monjas cristianas que rechazan la clausura y optan por la lucha activa. «No queremos ser pobres monjitas, sino mujeres hechas y derechas, implicadas en el mundo y sus problemas. Para nosotras es muy importante el ecumenismo y el enriquecimiento interreligioso. Y eso me ha llevado al zen».
El objetivo de las mujeres de Betania es «ayudar al hombre moderno a abrir el ojo interior a esa dimensión profunda y pensar más allá de esa superficialidad que se vive hoy en día».
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