Uno de los símbolos más conocidos de Cerdeña son sin duda los nuraghes, las construcciones de forma tronco-cónica que se pueden encontrar en todo el territorio de la isla y que fueron erigidos a lo largo de mil años, a partir de la Edad del Bronce hasta la época romana. La palabra nuraghe procede de nura o nurra (cúmulo hueco) e indica la forma de estas estructuras, realizadas con grandes piedras sobrepuestas a formar varios anillos concéntricos que van reduciendose hacia arriba.
La leyenda cuenta que Dédalo, el arquitecto que construyó el laberinto de Cnosos donde fue encerrado el Minotauro, para escapar al rey Minos se refugió en Sicilia y, luego, en Cerdeña: aquí, para compensar los habitantes por la hospitalidad recibida, les enseñó a construir los nuraghes. Como todas las leyendas, esa también esconde una parte de verdad. Dédalo, que según el mito era originario de Atenas, encarna el símbolo de las dotes creativas y artísticas de los griegos. Su viaje desde Grecia a Cerdeña representa la propagación de la cultura y de la tecnología griega en toda la cuenca del Mediterráneo. Además esa tradición demuestra que los griegos conocían la existencia de los nuraghes, cuyas torres llamaban con el nombre de dedaleia, es decir obras de Dédalo, o de tholoi (cúpulas).
Los habitantes de Cerdeña empezaron a construir los nuraghes alrededor del 1600 a.C., pero la mayoría de ellos fue erigida entre el 900 y el 600 a.C., es decir durante la colonización fenicia de la isla.
La finalidad principal de esas estructuras era la defensa antes contra los vecinos y luego contra los pueblos invasores que llegaban desde el mar. De hecho, no es una casualidad que casi todos los nuraghes se ubiquen en posiciones estratégicas como el ápice de una colina o de una pequeña altura, permitiendo de esa manera una mirada sobre las llanuras subyacentes. Hay también nuraghes situados a orillas del mar, hecho que atestigua la importancia que la pesca y el comercio marítimo tenían en la sociedad.
La edad nuragica puede ser dividida a grandes rasgos en tres periodos: el primero va desde hacia el 1600 a.C hasta la llegada de los fenicios, alrededor del 800 a.C; el segundo corresponde a la presencia fenicia en la isla, entre el 800 y el 500 a.C.; el tercero va desde la conquista cartaginense hasta la colonización romana (500- 111 a.C.)
En cada uno de esos periodos predominó un tipo de nuraghe, desde los más sencillos a cúpula y con una única torre en la fase más arcaica, hasta los nuraghes a corredor más recientes. La cultura nuragica logró su apogeo en el lapso de tiempo entre el 800 y el 500 a.C., con la construcción de los grandes nuraghes a castillo, rodeados por poblados. A esta tipología pertenece Su Nuraxi (en sardo el nuraghe) de Barumini, el yacimiento nuragico más grande de toda la isla, descubierto en el 1951 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el 1997.
Los poblados cuentan con un número de cabañas que varia de cuarenta a doscientos, todas con planta circular y techo cónico de ramas y frascas, donde habitaban las familias que formaban parte del pequeño pueblo. En caso de peligro, la población se refugiaba en el interior del nuraghe.
Hay que tener en cuenta que la cultura nuragica no ha dejado ningún testimonio escrito, verosímilmente porque no elaboró una escritura; en consecuencia muchos de sus aspectos quedan todavía desconocidos. Casi todo lo que sabemos sobre ella ha sido reconstruido basandose en los restos arqueológicos: no solo los nuraghes, sino también un particular tipo de dolmen, formado por un corredor cubierto por varias losas y precedido por una gran losa hincada en la tierra en posición vertical en función de estela, a menudo labrada con cuidado. Esas construcciones son conocidas popularmente como tumbas de los gigantes, y podían contener hasta doscientos difuntos. Al lado de la entrada hay un semicírculo de piedras que formaban un vestíbulo destinado a las ceremonias funebres. La planta de las tumbas de los gigantes tiene forma de cabeza bovina, en honor al toro cuyo culto flanqueaba el de la Diosa Madre.
Otras estructuras que caracterizan la cultura nuragica son los pozos sacros, templos donde se veneraba el agua, elemento precioso en una tierra frecuentemente expuesta a la sequía. En el nivel del suelo hay un atrio (dromos) normalmente de forma rectangular o trapezoidal con una escalinata que baja hasta un hipogeo donde en el centro se abre el pozo sacro. Aquí no solo se practicaba el culto del agua, si no también el juicio del agua, que consistía en mojar los ojos de las personas acusadas de un reato para averiguar su culpabilidad, un ritual muy parecido a las ordalías practicadas en muchas sociedades antiguas.
Vía| CAOCCI, Alberto. La Sardegna. Milano, 1988.
No hay comentarios:
Publicar un comentario