Existe una tendencia a creer que igualdad y secularidad son valores asociados mientras las religiones se suelen vincular con la desigualdad de género. Esta visión se revela, sin embargo, simplista, ya que es todavía escasa la investigación sobre en qué medida las actitudes de género en los contextos religiosos contribuyen a resultados de desigualdad para las mujeres.
Las feministas de la segunda ola consideraron las practicas religiosas como perjudiciales para la igualdad de las mujeres, pero olvidaron el influjo de las creencias en la vida ordinaria de muchas de ellas. Este análisis unidimensional tiende a crear un nuevo estereotipo: el de la mujer creyente y sometida, que se opone radicalmente a la feminista emancipada, que suele ser blanca y occidental.
La investigación reciente está intentando ir más allá de esta polarización. Trabajos como este cuestionan algunos de los presupuestos del feminismo liberal. En las últimas décadas se constata un creciente interés académico por los derechos e identidades de las mujeres religiosas en países con políticas secularistas donde el estatus hegemónico del laicismo occidental ha derivado en una limitación de los derechos religiosos, principalmente de migrantes y minorías.
Estas políticas, por otra parte, tienden a obtener impactos contrarios a los deseados, con el surgimiento de corrientes fundamentalistas y una reacción contracultural que favorece los roles de género considerados tradicionales.
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Está cada vez más claro que la secularización aparece como un fenómeno ambivalente en relación a la igualdad entre mujeres y hombres. Reconciliar libertad de religión e igualdad género parece un intento postmoderno de equilibrar la comprensión secular y religiosa sobre el género. Esto puede resolver problemas específicos, pero difícilmente reconciliará concepciones diferentes. Por eso, las agendas de investigación y las agendas políticas deberían buscar un nuevo enfoque postsecular a estos conflictos.
Formas de armonizar posiciones
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible aboga por la creación de estrategias de amplio alcance dirigidas al desarrollo, la democratización y la consolidación de la paz. Debemos reflexionar sobre cómo establecer con éxito una relación constructiva entre ambos derechos humanos que, como tales, son universales, indivisibles e interdependientes. Urge buscar nuevas formas de armonizar posiciones diversas, más allá de las guerras culturales y de los estereotipos, tanto de género como religiosos. Investigaciones recientes sugieren diversas líneas de trabajo:
Centrarse en los problemas y necesidades reales de las mujeres. Las formas actuales de enfrentar la religión y la laicidad en relación con el género dan lugar a formas de polarización entre actores religiosos y laicos. Escuchar y empoderar a las mujeres dentro de las comunidades religiosas debería ser uno de los principales objetivos en los esfuerzos por armonizar la libertad religiosa con la igualdad de género.
Apoyarse en las religiones como agentes de cambio socialpara lograr una igualdad de derechos que sea multidimensional. Muchos líderes religiosos y comunidades están firmemente comprometidos con la defensa de los derechos humanos para todos y la construcción de la paz. Los valores religiosos puede ser una fuente de motivación en las luchas por la inclusión, la concordia y la no discriminación.
Debería respetarse la autonomía de las comunidades religiosas para lograr la igualdad de derechos a partir de sus propios valores y tradiciones y permitirles tomar sus propias decisiones sobre cómo incorporar los valores culturales seculares en materia de igualdad de género. Los desarrollos sensibles al género dentro de las diferentes tradiciones religiosas deben dejarse en manos de los respectivos creyentes, quienes son los titulares de los derechos en el contexto de la libertad de religión o creencias.
Es necesario abrirse a otras lecturas sobre la igualdad que provienen de las tradiciones religiosas y pueden enriquecer y complementar el concepto de igualdad de género que se ha fraguado mayoritariamente en un contexto secular. Por ejemplo, el concepto de complementariedad y corresponsabilidad que se ha desarrollado en un contexto cristiano plantea un modelo de solidaridad entre sexos y entre generaciones, sin renunciar al concepto de igualdad de derechos.
Promover cambios de actitud antes que establecer prohibiciones o mandatos. La legislación contra la discriminación por sí sola no gana la batalla contra la intolerancia. El éxito viene a través de un cambio de actitudes y comportamientos. Usar pequeños incentivos para motivar es mucho más efectivo que imponer prohibiciones.
Un último aspecto, no menos importante, consiste en promover una estrategia preventiva a través de la educación. En la línea del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4 es importante promover programas de educación en derechos humanos, buscando eliminar patrones de comportamiento que reflejen prejuicios construidos sobre la idea de que las mujeres son inferiores. También es necesario eliminar los posibles estereotipos religiosos que puedan sustentar el activismo en favor de la igualdad de género. Cabría incorporar un enfoque de pluralismo religioso a los programas sobre la igualdad de género y llevar una perspectiva de género a las políticas diseñadas para promover la libertad religiosa.
En sociedades cada vez más plurales debemos aplicar políticas flexibles que ayuden a armonizar los valores de la igualdad de género y de la libertad religiosa sin que avanzar en un aspecto signifique renunciar al otro.
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