El pasado 8 de noviembre, los responsables de la iglesia de San Nicolás y San Pedro de Valencia presentaron los trabajos de restauración en abierto de dos tablas pintadas por Yáñez de la Almedina, un discípulo español de Leonardo. La reparación de ambas piezas, que pertenecieron a un políptico hoy perdido, es un hito más en el proceso de «vuelta a la vida» de uno de los templos más apreciado por los valencianos. El evento estuvo a cargo de los restauradores y del párroco, que cedió la palabra a los técnicos tras una pequeña introducción que sorprendió a los presentes por su claridad y erudición.
Antonio Corbí [Carcaixent, 1962] es el párroco de esta iglesia desde el año 2013 y habla como un auténtico experto en rehabilitación. Sus palabras, más allá de lo puramente artístico, descubrieron a un emprendedor hombre de negocios cuando se refirió a los aspectos terrenales, a un pastor de sus rebaños en el sentido evangélico del término y a un ser humano comprometido con los más necesitados. Las tres vertientes de su discurso guardaron un equilibrio perfecto sin otorgar a ninguna de ellas un peso específico mayor que las restantes: San Nicolás constituye, en el siglo XXI, una fórmula de gestión ejemplar en la que se conjugan lo artístico, lo religioso y lo social en esta popular parroquia de la capital del Turia.
Quedamos con Antonio para el 2 de diciembre, justo el día en el que se publicaba el estudio de InterNations que ha colocado a Valencia en primer lugar en el Expat City Ranking 2022 como la mejor ciudad para vivir. Mientras tomamos un café antes de acomodarnos en la sala capitular donde va a tener lugar la entrevista, me cuenta que su familia paterna es originaria de Salinas, una población del valle del Vinalopó, en Alicante, famosa por los depósitos de sal que dejaba una laguna de surgencia que ya no existe y que proveía de salmuera a las más famosas salinas de Torrevieja: es el cambio climático, apostilla con cierta nostalgia de aquellos días en los que visitaba a su bisabuelo, labrador y salinero.
Hábleme de usted y de su formación. Por la manera en la que se expresa parece licenciado en Historia del Arte.
No, no, cursé la carrera de Derecho en la Universidad de Valencia [1980-1985] y posteriormente me licencié en Filosofía y Teología en la Universidad de Navarra [1985-1991]. En 1992 me enviaron a Roma para hacer la tesis doctoral en el Tribunal de la Rota y completar mi formación jurídica.
¿Sobre qué versó?
Sobre derecho procesal canónico en un estudio comparativo sobre el ministerio público en el ordenamiento civil y el ordenamiento canónico.
¿Se quedó en Roma una vez defendida la tesis?
No, en 1994, Agustín García-Gasco, al que no conocía, me llamó para ofrecerme la secretaría del arzobispado porque se había propuesto renovar muchas instituciones eclesiales y quería contar conmigo para ello; fui su secretario durante diecisiete años, hasta que él enfermó y murió en 2011. Durante esos años en el arzobispado se acometieron reformas en el ámbito educativo, se actualizaron los estatutos de los sesenta y cuatro colegios diocesanos que se agruparon en una fundación y se constituyó la Universidad Católica de Valencia, se crearon centros de formación y se estableció la fundación de La Luz de las Imágenes para la que redacté los estatutos en mi condición de letrado.
También se reformaron en esa época las estructuras de gobierno eclesiástico, se puso en marcha la primera agencia de noticias de una diócesis española [emisora de radio y televisión], se organizó la participación en iniciativas pastorales y en las jornadas internacionales en torno al año 2000, el del Jubileo. Había mucho trabajo por hacer y en muy diferentes frentes.
¿Desde cuándo es el responsable de San Nicolás?
Llegué en septiembre de 2013. Nunca imaginé que podía ser párroco de San Nicolás. El arzobispo me llamó y me ofreció esa posibilidad, que acepté.
He leído que tomó el relevo de Julián Magro, el arquitecto-sacerdote con quien se iniciaron los trabajos de restauración.
Es una historia curiosa que conozco de primera mano porque yo en aquellos momentos era el secretario de Agustín García-Gasco. Hubo tres personajes clave cuya trayectoria fue paralela: Vicente Martínez, médico radiólogo del Hospital de la Fe y profesor de la Facultad de Medicina, Vicente Pons Alós, profesor titular del departamento de Historia Medieval de la Facultad de Geografía e Historia y Julián Magro, arquitecto y profesor de la Escuela Politécnica de Valencia. Los tres tenían historias parecidas, querían profesar como sacerdotes, llegó el momento, se prepararon los tres y se ordenaron.
¿Eran vocaciones tardías?
Pues, sus años tenían, pero yo creo que las vocaciones nunca son tardías [ríe]. Los tres tienen una historia parecida y, una vez ordenados, Agustín envió aquí a Julián Magro porque, conociendo la situación en la que se encontraba el templo le dijo: Julián, tú te vas a ir a San Nicolás a ver qué puedes hacer allí. Y lo nombró, además, arquitecto de la catedral. Se produjo entonces uno de esos momentos [mágicos] en la historia del arte y de los artistas y es que en la catedral se descubrieron los famosos ángeles renacentistas debajo de la bóveda barroca, que era de primer orden y la había hecho el mismo arquitecto que hizo la decoración arquitectónica barroca del templo, porque aquí, en San Nicolás, el templo era gótico y se revistió de barroco con una singularidad enorme.
¿Qué encontró cuando llegó?
Desde hacía unos años habían confluido una serie de circunstancias afortunadas para la revitalización de la parroquia más allá de su dedicación religiosa, aunque no existía, por falta de recursos económicos, una programación previa de la totalidad de un proceso que se inició con la reparación de algunos elementos arquitectónicos, siguió con la limpieza y reconstitución de los frescos de las bóvedas y ahora se ocupa de objetos de menor tamaño, aunque no de menor importancia.
Los arreglos se fueron previendo según las necesidades más inmediatas, pero las ayudas se han ido encadenando y el resultado, aun sin pretenderlo, parece sujeto a un plan providencial bien estructurado de antemano.
¿No existía un plan integral previo de restauración de todo el conjunto?
No, no existía. Como te he dicho, bajo la dirección del anterior párroco se hizo una primera intervención para solucionar los graves problemas que había en los ventanales de la bóveda. En aquellos años se hizo también una modesta intervención en la capilla mayor. Se hicieron también los primeros estudios para intervenir en la bóveda y proceder a la restauración pictórica para completar otras intervenciones que en un primer momento no estaban previstas [pavimentos, capillas laterales, instalaciones eléctricas, etcétera].
Fue fundamental la voluntad de la Fundación Hortensia Herrero que asumió y aceptó el programa que se le propuso que incluía otras partes del edificio. Aceptó también restaurar la capilla de la comunión [un anexo barroco] y, finalmente, la parte de la cabecera del templo. En 2014, obtenidas todas las autorizaciones, comenzaron las obras y con ellas se fue tomando conciencia de que era necesario ampliar el plan; han sido nueve años divididos en tres grandes fases.
Y terminado eso, lógicamente había que continuar porque el patrimonio que tiene esta parroquia en elementos muebles es de extraordinario valor y estaban en una situación muy complicada. Y todo ello manteniendo el templo abierto al culto. En 2016 terminaron las obras de la bóveda, en 2019 las de la capilla de la comunión y en 2022 las de la cabecera. Hemos empezado un proceso y nos queda mucho por recorrer.
Un templo gótico que más tarde fue reconvertido en barroco.
En la tradición, las iglesias góticas se transformaban en barrocas construyendo una bóveda de medio punto debajo de los arcos apuntados, pero, en el caso de San Nicolás, como no era muy alta, si se construía la bóveda desaparecían las ventanas. La singularidad de la que te hablaba consistió en que se rellenó el espacio entre los nervios que sostenían los plementos góticos para conseguir superficies lisas, pero manteniendo la entrada de luz natural y de ventilación. Si te fijas, se siegue viendo la estructura gótica, aunque adaptada para que se pudiera pintar sobre ella; pero eso hace que tenga una complejidad añadida porque se generan muchos rincones y las perspectivas, los ángulos, son mucho más difíciles de resolver; no tienen la sencillez de una superficie lisa.
Y el trabajo pictórico se encarga a Antonio Palomino, pintor de cámara del rey Carlos II.
Precisamente que fuera Antonio Palomino [1655-1726] el que hizo el diseño era muy oportuno porque era matemático, y también se ordenó sacerdote después de enviudar; toda su formación artística fue en el juego de las perspectivas, hizo una aplicación de sus estudios matemáticos a la pintura y cuando hace el planteamiento yo creo que tiene muy en cuenta ese bagaje profesional para poder diseñar el esquema iconográfico de la bóveda con su complejidad que, por otro lado, es todo un adelanto del mundo ilustrado del siglo XVIII.
Sí, porque no es solo la complejidad matemática sino el programa evangélico que Palomino diseña con un conocimiento extraordinario de las Sagradas Escrituras y de las hagiografías de los santos titulares [San Nicolás de Bari y San Pedro de Verona].
En efecto, demuestra un gran conocimiento teológico, escriturístico y luego toda su formación que es la de un auténtico maestro; y el discípulo, Dionís Vidal, que es el que ejecuta de modo directo y principal todo el proyecto, también demuestra que sabe seguir de cerca al maestro. Aquí se ve que hay algunas obras de arte en las que el discípulo, si no supera, sí llega a igualar al maestro.
Sin embargo, al leer la historia de esta iglesia a lo que se da importancia es a la programación de Palomino, sin que parezca tener mucha relevancia la obra del auténtico ejecutor, Dionís Vidal.
Así es, pero es indudable que hay una simbiosis entre uno y otro y que Vidal aportó también sus puntos de vista. Era un verdadero artista.
Cuando se habla de esta iglesia siempre se la nombra como la «Capilla Sixtina» de Valencia, aunque no pertenecen a la misma época, sus planteamientos son diferentes y aquí la complejidad de la temática es mayor que en la Capilla Sixtina.
Bueno, aquí la analogía, porque es una analogía y no una comparación, la hizo Gianluigi Colalucci [director de la restauración de la Capilla Sixtina] al que conocía Pilar Roig, la directora del Instituto de Restauración y de nuestro equipo, desde años atrás, y cuando comenzó la restauración, le propuso como una alta dirección y un asesoramiento para los trabajos que se iban a realizar aquí. La verdad es que la bóveda estaba muy deteriorada y no se sabía muy bien qué íbamos a encontrar, aunque se habían hecho unos estudios previos que habían determinado las patologías, pero, claro, una cosa es el diagnóstico previo y otra empezar a tratar al paciente y encontrarse con lo que uno no espera.
Colalucci vino aquí, conocía la situación porque había seguido de cerca los trabajos de diagnosis y cuando empezó la restauración estuvo siguiendo la evolución de las obras y él mismo quedó sorprendido de la belleza, el colorido y la calidad de los frescos que iban apareciendo; eso recuerda que cuando se hizo la restauración de la Capilla Sixtina hubo una gran polémica porque Colalucci les devolvió una luz y un colorido que eran desconocidos para los que la contemplaban.
Yo creo que él evocaba de algún modo aquella luminosidad que había devuelto a la bóveda de la Sixtina y que era comparable a la luz con la que se estaba devolviendo el esplendor a una bóveda muy oscurecida y deteriorada. Él hizo entonces esa afirmación, con cierto humor, de que esto iba a ser la Capilla Sixtina de España y esa es una frase que hizo enorme fortuna, es una frase-marketing y creo que la restauración ha tenido ese eslogan.
Pero, indudablemente, son autores distintos, épocas distintas, estilos diversos, no es comparable ni tan siquiera la superficie porque la Capilla Sixtina tiene ochocientos metros cuadrados y aquí hay mil ochocientos, aunque la referencia como analogatum princeps es obligada, porque la Sixtina es un monumento emblemático de la historia del arte, una referencia obligada.
En cierto modo también han corrido paralelos los dos templos, el Vaticano y San Nicolás en sus grandes momentos constructivos. Da la impresión de que todo responde a un plan bien organizado y que se ha ido de lo general [arquitectura, frescos] a lo particular [tablas, música, orfebrería, vestiduras talares, etcétera].
No creas, eso tiene su historia también. La primera idea que tuvieron los mecenas fue restaurar la bóveda.
El impulso de la restauración, ¿fue de los mecenas o de la propia iglesia?
Convergen, hay una convergencia que, en este caso hay que atribuir a la Providencia [ríe] porque no se conocían; Julián no conocía a la familia Roig y estos no conocían al párroco-arquitecto, pero sí que había algo de base que era la devoción a San Nicolás presente en la sociedad valenciana y Hortensia Herrero frecuentaba esta iglesia. Ella es madre de cuatro hijas, dos de las cuales han celebrado aquí sus matrimonios y, gracias a este hecho, se interesó por los frescos de los que conocía bien su deterioro; quiso intervenir financiando la restauración a través de la fundación sin reparar en gastos.
Por otra parte, el volumen de lo que había que hacer superaba toda posibilidad y la única confianza era que la administración pública asumiera un proyecto de restauración, pero eso era difícil y eran años de dificultades porque hablamos de los años de crisis económica, bien entrada la década del 2000.
El mecenazgo privado es fundamental. La pretensión de que la administración se ocupe y sea la protagonista de todo no conduce a resultados eficaces ni deseables. Si la restauración de San Nicolás la hubiese hecho la administración pública habría costado tres veces más y no se habría terminado aún. A la administración le corresponde establecer un marco de garantías y debería centrar sus esfuerzos en fomentar el mecenazgo privado. Pensar que para que algo sea bueno o funcione bien tiene que pertenecer o ser gestionado por alguna administración del Estado es una necedad. Por mi formación estoy plenamente convencido del principio de subsidiaridad: el Estado ha de ser subsidiario. La protagonista debe ser la sociedad civil. En el caso de San Nicolás, las instituciones públicas han otorgado los permisos oportunos en tiempo razonable, han seguido con interés los trabajos, han cumplido sus deberes de inspección y nos han reconocido oficialmente como museo.
De la mano de la Fundación Hortensia Herrero llegó entonces la propuesta de restauración pictórica.
Sí, llega la primera propuesta que fue la de la restauración pictórica, pero Julián se opone, con buen criterio porque no se podía acometer tal trabajo sin reparar antes los daños arquitectónicos. Él reconduce el tema y consigue que se reparen en primer lugar las ventanas —algunas estaban tapiadas—, así que el primer trabajo fue ese para garantizar la ventilación y evitar las inundaciones que se producían cada vez que llovía.
Él estuvo aquí hasta que enfermó y falleció en el momento justo en el que ya se estaban llevando a cabo las propuestas para la intervención pictórica pero no existía ni se planteó como un plan integral de restauración del edificio, solo existía el deseo de reparar las cubiertas y ventanas y recuperar las pinturas.
En esa situación es cuando llego yo; en el 2013 me llamó el nuevo arzobispo para ofrecerme ser el párroco de San Nicolás y acepté el cargo a sabiendas de que era mucho más que un trabajo pastoral. Era un reto muy bonito, conocía a Pilar Roig porque durante mi etapa como secretario del arzobispado se habían acometido restauraciones muy importantes, entre ellas la de la cúpula de la basílica de la Virgen de los Desamparados, y cuando me encontré el proyecto en manos de Pilar yo ya sabía que iba a ser de una gran importancia.
Esta iglesia cuenta con un departamento propio de conservación y restauración, lo que da idea del trabajo que se realiza.
En el desarrollo de la obra ha habido un trabajo en equipo y una participación conjunta: por una parte, la Fundación Hortensia Herrero, mecenas del proyecto, que ha seguido muy de cerca los estudios y la ejecución de la obra, y desde el lado técnico, la participación del arquitecto-director del proyecto, Carlos Campos, y del Instituto de Restauración de la UPV, bajo la dirección de Pilar Roig, así como la empresa constructora EMR [Estudios y Métodos de Restauración].
Y, por supuesto, la propia parroquia porque no se puede olvidar el conocimiento de los usos del edificio a la hora de llevar adelante un proyecto así. En buena medida, lo que se celebra en su interior configura el propio edificio: sus dimensiones, orientación, ventilación, iluminación, etc. Por otra parte, la restauración de la obra artística no puede olvidar el mensaje que trasmite; ese mensaje ilumina la comprensión de la obra misma.
Creo que ha sido un trabajo en equipo, todos hemos aportado criterios y conocimientos, cada uno desde su perspectiva y competencia.
¿Qué les queda por hacer?
Un edificio de estas características se encuentra siempre en permanente restauración, pero es cierto que la gran obra de restauración del inmueble se ha realizado en estos últimos diez años y podemos darla casi por concluida.
El Departamento de Conservación de San Nicolás se puso en marcha el año pasado. Después de la restauración arquitectónica y pictórica de estos años, hemos observado también la necesidad de ocuparnos de la colección artística del templo, que está integrada por numerosos elementos de diversa naturaleza, que forman parte de este Monumento Histórico Nacional. Para esto impulsé un Departamento de Conservación y Restauración formado por profesionales que se ocupan del cuidado, recuperación y puesta en valor de los fondos de la parroquia.
¿A qué fondos se refiere?
Aquí hay bienes pictóricos, orfebres, cerámicos, escultóricos, textiles y de arte en vidrio.
Tenemos una de las colecciones de textiles más importantes de la Comunidad Valenciana, hay ornamentos desde el siglo XVI hasta nuestros días que estaban guardados y ni tan siquiera inventariados; hemos documentado todos esos fondos. Y contamos también con una colección de orfebrería muy importante solo en parte inventariada.
Tenemos una colección musical muy importante también; hemos encontrado documentos que hablan del órgano de San Nicolás desde el año 1468, entre ellos, el encargo que se hace al pintor Pedro Cabanes para que pinte las puertas y unos años más tarde, a mediados del XVI, hay otro encargo semejante que se hace al organero Pedro Serrano para que se redecoren esas mismas puertas. Es decir, San Nicolás ha tenido un órgano desde el siglo XV y guardamos como tesoro los cantorales del siglo XVII, también necesitados de tratamiento. Hoy en día, el encargado de su mantenimiento es Albert Blancafort, que continúa la saga familiar iniciada por su padre, Gabriel Blancafort i París.
De todo lo anterior ya tenemos algo expuesto y el resultado de este trabajo está siendo espectacular porque con él hemos puesto de relieve, de forma global, que el templo atesora una rica y variada colección de obras de arte ocultas —de algún modo— hasta ahora, a la mirada y contemplación de sus visitantes.
¿Tienen un espacio expositivo para ello?
Sí, arriba [de la sala capitular] pero hay que hacer los muebles, restaurar los libros, colocarlos, etc. es todo un trabajo que se ve menos, pero es muy importante. Y del archivo musical, la mayor parte se perdió en la guerra civil, pero otra parte se conservó y es lo que tenemos. De él se están sacando piezas musicales, por ejemplo, el lunes próximo se va a estrenar una pieza inédita del archivo compuesta para la víspera de la solemnidad de san Nicolás, que es el 5 de diciembre. Se va a interpretar con el coro de la parroquia y el órgano.
[San Nicolás tiene un coro propio, Studium Vocale, fundado en 1998 y dirigido desde el año 2000 por Daniel Rubio Navarro, que ofrece a menudo conciertos en esta iglesia que ha conservado su acústica primitiva a lo largo del tiempo].
Al poner tanto el foco en lo artístico, ¿se pierde un poco el sentido pastoral?
No, en absoluto, no se pierde el sentido pastoral. Al contrario: se abre un campo nuevo de evangelización. Desde la restauración y la puesta en marcha del proyecto cultural han pasado por San Nicolás cientos de miles de personas. Al contemplar las obras de arte no solo reciben una información artística, fría o descarnada; las obras, con el lenguaje propio del arte, expresan las verdades del Evangelio y permiten a muchos conocer aspectos fundamentales de la fe. Eso es también sentido pastoral. Y las obras de arte tienen ese sentido en sí mismas.
Esto enlaza con «los lunes de San Nicolás».
San Nicolás es un santuario de fe. Es una tradición multisecular que arranca en la Edad Media y que permanece muy viva; en Valencia es vivida por muchas familias. Los lunes se peregrina a San Nicolás y se pide por los hijos y por las necesidades económicas de la familia y por aquí pasan todos los lunes entre tres mil y cuatro mil personas, se celebran nueve misas y se atiende a los fieles espiritualmente, la religiosidad popular se vive en el templo con mucha intensidad.
La gente viene, participa en la eucaristía, en la misa, y luego van a la reliquia, encienden una vela, le presentan sus peticiones; la tradición dice que la gente viene andando y en silencio desde su casa, ese es el sentido penitencial de una peregrinación, guardar el silencio para encontrarse con Dios. Se forma una cola enorme para tocar la reliquia.
Esta cercanía de los fieles hace que este sea también un lugar querido para bautizar a los hijos, para contraer matrimonio, celebrar funerales, etc. Somos una iglesia viva, no un museo inerte. Esta es, lógicamente, la columna vertebral y el corazón de nuestras actividades.
Tengo anécdotas muy bonitas, por ejemplo, lo que ocurrió este año en Fallas: se hizo, como siempre, una instalación eléctrica provisional y terminadas las fallas, la instalación se incendió en la fachada de la parroquia y hubo que llamar a los bomberos que enseguida lo solucionaron. Me acerqué al jefe del destacamento para darle las gracias, pero él me contestó que estaba muy contento de haber hecho el trabajo porque había venido muchos años de la mano de su madre «a la que le he dado muchos disgustos»; le contesté que la cosa no había ido mal si ese chaval era ahora el jefe de los bomberos y me dijo que iba a coger a sus hijos y traerlos a San Nicolás porque «no sabe usted los problemas que me están dando». Hay muchas historias insólitas.
El 6 de diciembre es el día de San Nicolás. ¿Hay alguna celebración especial ahora que ya no tenemos las restricciones de la pandemia?
Se celebrarán el día 5 unas vísperas solemnes con el coro y lo que van a cantar está extraído del archivo musical. Es una pieza inédita de la que ha hecho la transcripción la directora musical, Atsuko Takano, que ha ensayado con el coro de la parroquia.
¿Cómo ha llegado una japonesa a convertirse en la organista y directora musical?
Pues porque se encontró con un valenciano en Ámsterdam estudiando el ciclo superior de órgano; se conocieron, se casaron y hoy él es el organista de la catedral y ella la organista de San Nicolás. Ella profesionalmente es organista e investigadora, estudió en Japón, pero se especializó en Ámsterdam donde conoció al que sería su marido. Es una gran organista y es, además, la titular de la orquesta de RTVE.
Da la impresión de que en esta parroquia son todo casualidades.
Es que San Nicolás es mucho San Nicolás [ríe].
Vayamos al aspecto social que usted mencionaba en la presentación del pasado día 8 de noviembre y que parece el objetivo último de toda esta organización.
Como ya he dicho anteriormente, si no hay vida, no se puede dar vida. En San Nicolás, toda la vitalización del aspecto cultural, del aspecto pastoral redunda también en la capacidad de poder ayudar y esa, para nosotros, es una misión fundamental.
Tenemos asumidos tres proyectos que no gestionamos directamente y que son, en primer lugar, el comedor social de un colegio diocesano en el barrio de Nazaret, cercano al puerto, donde hay mucha pobreza y muchas familias desestructuradas. Para entenderlo de una manera rápida: si los niños no desayunan, comen o meriendan en el colegio no lo hacen en sus casas. Y además es un colegio que está incentivando mucho el estudio a través del deporte; se ha creado un programa y los chavales que estudian pueden participar en las competiciones deportivas y los que no, tienen más difícil el acceso. El comedor también es social, pero es deficitario y nosotros nos encargamos de ese déficit para que se puedan desarrollar esas actividades.
Hay otra obra muy importante en Valencia que se llama La ciudad de la esperanza que acoge a personas sin techo y se preocupa de darles tratamientos médicos si lo necesitan e incluso formación para que puedan desempeñar algún trabajo; depende del arzobispado y tiene una fundación propia que se llama «Ciudad de la Esperanza».
Y, por último, una realidad que nos hizo presente Cáritas que nosotros atendimos y que es muy actual: se trata de los famosos menores no acompañados que llegan a la península y se quedan en una situación de vulnerabilidad extrema; se les da tratamiento médico porque muchos llegan con enfermedades, se les da formación profesional y se procura que obtengan un puesto de trabajo. Cubrimos ese ámbito ayudando en el hogar de acogida que se creó.
Los feligreses saben que sus donativos y sus limosnas tienen un fin social y los turistas que pagan por sus entradas lo saben también.
¿Todo bajo su dirección? Son tres aspectos diferentes en la gestión tanto el cultural como el pastoral y el social.
Bueno, contamos con un equipo de profesionales; aquí hay trabajando más de treinta personas y eso es todo un mundo. Hay una empresa con la que cogestionamos todas las cosas que es el Grupo Menta. Hay una unidad, esto es una orquesta, es un trabajo coral.
Cambiando un poco de tercio, yo pensé que usted era licenciado en Historia del Arte por la forma en la que se expresó en la rueda de prensa en la que se refirió a San Nicolás como «santuario de fe y de creatividad humana». Más allá del sentido pedagógico que se le atribuye al arte, ¿cree que la belleza acerca a los humanos al mundo espiritual?
Indudablemente la belleza es uno de los transcendentales del ser. Cuando se estudia metafísica, se estudia el ser que se manifiesta a través de transcendentales que son el bien, la verdad y la belleza, como decía santo Tomás de Aquino. Además, dice santo Tomás que la belleza, la verdad y el bien son convertuntur, es decir, son como realidades inseparables que van de la mano porque una lleva a la otra. Entonces el arte, en cuanto expresión o manifestación de la belleza, está vinculado a lo más profundo del ser.
El ser, en su dimensión transcendente, alcanza su plenitud y Dios es la plenitud del ser. Dios, en el Antiguo Testamento, cuando le pregunta Moisés: ¿Y quién digo yo al pueblo que me envía? Dios dice: Yo soy. El ser tiene esa dimensión.
Toda la bóveda, que podemos ver majestuosa desde la puerta principal hasta el altar mayor, recuerda que nuestra historia es movimiento y ascensión, es tensión hacia la plenitud, hacia la felicidad última, hacia un horizonte que siempre supera el presente mientras lo cruza y llega a la gloria de los santos. Pero, con su dramatismo, los frescos de esta bóveda también nos ponen a la vista las dificultades y riesgos de la vida humana cuando nos dejamos seducir por las fuerzas del mal, de la violencia y del error.
Antonio Palomino y Dionís Vidal nos invitan en esta bóveda a recorrer con alegría, valentía y esperanza el itinerario de la vida. Estas pinturas, con sus colores y sus formas se hacen anuncio de esperanza. La belleza, como la verdad, es lo que pone la alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las generaciones y las hace comunicarse en la admiración. La experiencia de la belleza libera la vida diaria de la oscuridad y la transfigura: la belleza hace la vida de cada día más luminosa y alegre.
La belleza impresiona, pero precisamente así recuerda al ser humano su destino último, lo pone de nuevo en marcha, lo llena de nueva esperanza, le da la valentía para vivir a fondo el don único de la existencia. La belleza auténtica abre el corazón humano al deseo profundo de conocer, de amar, de ir hacia el más allá. San Juan Pablo II, en la carta a los artistas dijo: «La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, y el trabajo, para resurgir»
Sí, pero usted me habla desde esa concepción religiosa y yo quería verlo desde la perspectiva del mundo laico.
Bueno, es el mundo real.
San Nicolás de Bari y san Pedro mártir tienen en común la protección de la infancia y las obras de caridad. ¿Qué sentido tiene la fe en los santos en nuestros días?
Los santos no son una casta de elegidos, sino una multitud sin número hacia la cual siempre podemos levantar la mirada. En esa multitud no solo están representados los santos oficialmente reconocidos, sino los bautizados de todas las épocas y naciones que han intentado cumplir con amor y fidelidad la voluntad divina. Al papa Francisco le gusta emplear la expresión de «los santos de la puerta de al lado». El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros el deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios.
Ser santo significa vivir en la cercanía de Dios, vivir en su familia. El ejemplo de los santos es para nosotros un aliento a seguir los mismos pasos y a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, pues la única causa de tristeza y de infelicidad para el hombre se debe al hecho de vivir lejos de Él, pero toda forma de santidad, si bien sigue caminos diferentes, siempre pasa por el camino de la cruz, el camino de la renuncia a sí mismo.
Las biografías de los santos describen a hombres y mujeres que, siendo dóciles a los designios divinos, afrontaron en ocasiones pruebas y sufrimientos inenarrables, persecuciones y martirios.
Cuando se entra a una iglesia casi todo lo que se ve es gente mayor. ¿Cómo puede la belleza en su aspecto transcendente atraer a la gente en una sociedad tan secularizada?
Yo creo que atrae. Estos días estamos celebrando la novena de la Inmaculada y vienen más de cien jóvenes. El sábado próximo tendremos la misa del corredor con la bendición de dorsales de los que van a correr la maratón. El domingo pasado teníamos la parroquia llena de niños.
Es verdad, vivimos en un mundo de fuerte secularismo y de crisis en la trasmisión de la fe, parece que no somos capaces de trasmitir la fe a los jóvenes. Eso se nota en la gente joven pero también la gente joven percibe el sentido religioso y trascendente de la vida y se queda admirada con el arte, incluso los niños se quedan impresionados con el arte y con la música, el órgano, el coro y la polifonía.
Y, por otro lado, es lógico que la gente mayor sea la que más frecuenta la iglesia porque va llegando a la madurez de la vida. Lo triste sería y lo triste es que haya gente mayor que no se acerque.
Yo puedo entender que desde el vitalismo de un joven se vean las cosas como un poco más lejanas. Una persona con determinados años es natural que empiece a considerar la vida desde otras perspectivas y se acerque más a lo trascendente.
¿Es ese el sentido último de un proyecto cultural como este?
El sentido pastoral o de transmisión de la fe no es unívoco. No se trata solo de que la gente pueda venir a misa; para que nos entendamos, se trata de transmitir unos valores, unos principios, una visión del mundo y de la vida y eso lo transmite sencillamente lo que hay aquí. Contando sencillamente lo que hay, se está transmitiendo.
El Evangelio está expresado en el arte de este edificio, entonces basta con contemplarlo para percibir el mensaje.
Es una concepción que tiene mucho de neoplatonismo.
Platón, en la lejana Grecia, nos recordó que la función de la verdadera belleza consiste en dar al ser humano una saludable «sacudida» que lo hace salir de sí mismo, lo arranca de la resignación, del acomodamiento del día a día e incluso lo hace sufrir, como un dardo que lo hiere, pero precisamente de este modo lo «despierta» y le vuelve a abrir los ojos del corazón y de la mente, dándole alas e impulsándolo hacia lo alto: el mundo de las Ideas, el mundo de la Belleza.
Me gustaría recordar una cita atrevida y paradójica del gran Dostoievski que nos invita a reflexionar: «La humanidad puede vivir sin la ciencia, puede vivir sin pan, pero nunca podría vivir sin la belleza porque ya no habría motivo para estar en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí».
Es también el sentido histórico que ha tenido el arte cuando lo han utilizado los papas y todas las jerarquías eclesiásticas, sobre todo a partir del siglo XV.
Y sigue siéndolo, no hay contradicción ni separación.
Piensa que por aquí han pasado, no a misa ni a los lunes de San Nicolás, cientos de miles de personas a contemplar el arte que hay en este templo y hay mucha gente que manifiesta que sale emocionada porque ha descubierto algo que no conocía.
Hay muchas historias curiosas.
Sin renovación de creyentes, ¿quedarán las iglesias reducidas a simples monumentos visitables?
En algunos lugares es cierto que algunas iglesias quedan reducidas a simples monumentos visitables, como dices, vacías de su vida religiosa. Muchos edificios religiosos son difíciles de mantener y las circunstancias obligan a tomar decisiones tristes. Es importante entonces buscar recursos para restaurar y mantener esos edificios, por eso el mecenazgo es tan importante y debería ser reconocido y fomentado desde los poderes públicos. Es necesario hacer un esfuerzo de imaginación, contar con la colaboración de profesionales competentes y trabajar con ilusión. Hablando de una iglesia con valor patrimonial y artístico, el hecho de que sea un monumento visitable se convierte también en un factor para recuperar la vuelta a la vida del templo. Una vez más la cultura y la fe van de la mano.
Por último, me gustaría que me contara cómo se ha conseguido la vinculación con el ICOM, lo que supone la proyección internacional de todo este proyecto.
Hicimos un proyecto museográfico que presentamos a la Generalitat Valenciana y la Consellería de Cultura nos otorgó el reconocimiento formal de museo.
Como un paso más, la organización internacional de museos —ICOM— nos parecía un organismo fundamental y eso nos lleva a un campo que vamos a abrir que es el de la cooperación con otros museos de ámbito nacional e internacional, préstamos de obras, etc. y sobre todo tratar de que la nuestra sea una iglesia viva y un museo vivo.
Es muy ecuménico en el sentido etimológico griego de universal.
Es una simbiosis. Nos están ayudando mucho con las nuevas tecnologías, por ejemplo, para que puedan visitar san Nicolás personas ciegas, y eso lo tienen pocos museos en España. Es una cosa difícil, pero hay técnicas actualmente.
En concreto, en lo primero que se va a experimentar es esta tabla de Juan de Juanes que representa La última cena.
[Se refiere a una pequeña joya que el pintor valenciano del siglo XVI pintó hacia 1562, de dimensiones reducidas, que cuelga de la pared de la sala en la que nos encontramos. Recuerda mucho en su composición y en el tratamiento de la luz y los colores a la que se encuentra en al Museo del Prado y a las que se exhiben en el Museo de Arte Sacro de Bocairent, otro de los ejemplos en los que el empeño de un párroco consiguió reunir una colección importantísima de obras de arte que van desde el siglo XIV al XIX].
La restauración en abierto de las dos tablas de Yáñez de la Almedina ¿se inscribe en ese proyecto de apertura a las nuevas corrientes en el mundo del arte?
Lo propuso el equipo propio de conservación de San Nicolás, son trabajadores de aquí, no dependen de la Universidad de Valencia. Ellos prepararon los estudios, los presentaron a la Generalitat que dio su aprobación y los permisos oportunos y hemos empezado.
¿Sigue habiendo esa convergencia de instituciones públicas y privadas para la financiación de estos proyectos? ¿Sigue presente la Fundación Hortensia Herrero?
No, no. La Fundación Hortensia Herrero ya no participa, financiaron la restauración de las pinturas y ahí acabó su intervención. Ahora se hace todo con fondos propios y si obtenemos alguna ayuda pública pues, mejor que mejor.
¿Busca usted la financiación o la financiación viene a usted? Da la impresión de que este proyecto crece cuando se va conociendo y que es un sendero de ida y vuelta.
Las cosas nos salen al encuentro. Por ejemplo, estás sentada ante un San José que es de Vergara [se refiere a Ignacio Vergara Gimeno, un escultor-imaginero tardobarroco español que trabajó en la segunda mitad del siglo XVIII] que es regalo de una familia.
Es una talla de madera donada a la parroquia por la madre que prefería que estuviera aquí antes de que los hijos la vendieran o quedara en el ámbito privado. Otras personas hacen donaciones de este tipo que se van a colocar en los espacios expositivos de los que hablábamos al principio.
Tenemos también otra figura de San Nicolás, de Vicente Ferrero, un escultor de Banyeres de Mariola, que seguramente se utilizará para reproducirla y ponerla a la venta como una forma de recaudación de fondos con los que avanzar en nuestros proyectos.
¿Qué proyectos tienen para el futuro?
Lo que yo no quería es que se restaurara el edificio y que, por supuesto, estuviera todo el día cerrado, que se abriera unas horas de culto y ya está. Pero, bueno, el espacio es el que es y hay que compatibilizar; cuando entra un turista o entra alguien a rezar hay que hacer que todos se sientan cómodos.
Al que está rezando le pueden molestar los que visitan el templo, sus cámaras de fotos, etc. y no digamos si lo que vienen son grupos. Había que organizar el espacio cultural y el ámbito religioso haciéndolos compatibles y tampoco quería subarrendar el templo, es decir, yo lo utilizo para uso religioso de ocho a dos y después lo subarriendo a una empresa y que me paguen y hagan lo que quieran. El templo no se subarrienda.
Nuestra originalidad está en el modelo de gestión que integra ambos ámbitos y que es exportable a otros templos.
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