Te mira en los ojos risueños de un crío.
Te arrulla con voz familiar y segura.
Te impulsa a cantar en la tormenta.
Te habla a través de las gentes,
con palabras de amor y ternura
Te sostiene en la caída
y te ayuda a levantar de nuevo.
Te pide, con mano implorante,
que le ayudes a sanar la dignidad
del mundo que se desangra
en tantos de sus hijos.
Hay días en que lo escuchas,
y otros en que lo ignoras,
pero cuando lo conoces
te hace más sabio,
más firme,
más humano.
Rompe las puertas selladas
que te encerraban en prisiones de dentro.
Y al salir de la estrechura,
te descubres amigo, hermano.
Entonces todos los idiomas
se vuelven un mismo canto.
Está en ti, susurrando su evangelio,
Acógelo, crece con Él,
que el Espíritu vive contigo.
José María Rodríguez Olaizola sj
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