Hiciste lo mejor que pudiste.
Hiciste todo lo que podías haber hecho.
No tenías otra opción.
Teniendo en cuenta lo que creías en ese momento, los poderosos o sutiles sentimientos que se movían en ti, lo conectado que estabas con tu respiración, tu cuerpo, tu verdad, tu camino; lo arraigado que estabas en el momento presente, la claridad con la que veías o no; de acuerdo al dolor que sentías, a lo abiertas y crudas que estaban tus heridas; considerando la resistencia que sentías, lo estrecha o amplia que era tu perspectiva, lo atrapado que estabas en tu historia personal, no pudiste haber actuado o dicho nada de otra manera.
Hiciste lo mejor que pudiste, dado el nivel de consciencia desde el que estabas actuando.
¿Es esto una excusa? No. Más bien se trata de que asumas la plena responsabilidad de lo que pasó. Sin embargo, soltando la culpa, 'renunciando a la esperanza de un mejor pasado.'
¿Es esto una salida fácil? No. Más bien se trata de que te perdones a ti mismo. Soltando 'lo que pudo o debió haber sido', alineándote con 'lo que es,' arraigándote en el Ahora, el único lugar desde donde puede surgir el verdadero cambio, donde las nuevas respuestas pueden emerger, donde el sanar puede comenzar.
Laméntate por tu pasado, por supuesto.
Aprende tus lecciones, por supuesto.
Escucha cómo los demás comparten su dolor. Siente todo profundamente. Corrige todo lo que puedas. Pide perdón, si es necesario.
Pero, ni por un momento pienses que el pasado pudo haber sido diferente.
Ni por un instante creas que el Universo se ha equivocado.
Estás donde estás, Ahora. Este es un nuevo día, un nuevo comienzo.
Armado con una nueva visión, con una nueva perspectiva, con un corazón mucho más humilde y compasivo, con una actitud más curiosa, muévete hacia el futuro, arraigado en esta amorosa presencia, abierto a las posibilidades.
Jeff Foster
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