En el mes de octubre de 1940 se presenta en Barcelona la mano derecha de Hitler. El jefe de las SS, Heinrich Himmler, llega a España para estrechar lazos y conseguir el compromiso de Franco para una posible intervención española. Pero Himmler también tenía en su ruta de viaje otro oscuro objeto de deseo: la búsqueda del Santo Grial junto al Arca de la Alianza
Obviamente a la gran mayoría esto nos suena bastante, aunque en vez de Himmler habría cambiar al personaje por otro con sombrero y látigo en las aventuras de Indiana Jones. Lo cierto es que por increíble que parezca, estos ocurrió, y para comprenderlo habría que ahondar un poco más en la “otra” sección de la que estaba al cargo el señor Himmle: la llamada Ahnenerbe.
Pseudociencia para divulgar el origen ario
Ahnenerbe fue una entidad que nació como “Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”. Una parrafada sobre la que se sustentaba una entidad pseudocientífica de los alemanes a partir del 1 de julio de 1935. Sus ideólogos y fundadores fueron el Partido Obrero Alemán con las figuras del arqueólogo Hermann Wirth, Walter Darré y, sobre todo, Heinrich Himmler.
Con la fundación de la misma trataban de realizar y divulgar investigaciones con fines educativos que apoyaran la ideología nazi, y sobre todo y muy importante, sobre todas aquellas teorías que estuvieran relacionadas con la raza aria de forma paralela a las investigaciones de la raza germana. De hecho así quedó tipificado en el auto de acusación del proceso de Núremberg obtenido de los médicos:
La Ahnenerbe realizará investigaciones sobre la raza indogermánica del norte y divulgará sus resultados de una manera interesante al público.
Desde luego, dicho así estaba abierto a un amplísimo abanico de temáticas y voladuras de cabeza, pero es que precisamente tras su oficialización estaba una de las grandes obsesiones de Himmler, el ocultismo. La Ahnenerbe fue la herramienta para hacer uso de la pseudociencia. Así podemos entender la serie de experimentos y misiones patrocinadas que tuvieron lugar en los años posteriores.
Misiones como la denominada expedición al Tíbet del biólogo Ernst Schäflerentre los años 1938 y 1939, en la que oficialmente tenía el objetivo de investigar sobre la geografía, flora, fauna y etnografía del Himalaya. Ocurre que estaba patrocinada por la Ahnenerbe y la investigación también tenía tintes pseudo-científicos en la búsqueda de indicios que confirmaran la doctrina racista nazi en un cóctel donde ocultismo y esoterismo iban de la mano.
Allí, el equipo en el que también estaba Bruno Berger, se llevó a cabo el estudio de alrededor de 400 cráneos que podrían arrojar certezas sobre el nacimiento de la raza aria. El folclore y la literatura han llegado a comentar que el mismo Schäfler pudo intentar probar de manera personal si el Yeti era (o no) un oso llegando a enviar varios especímenes de animales de la región a un estudio adicional. Sea como fuere, esta investigación, secreta en su momento, acabaría en 1939, aunque los escritos de Schäfler no se publicarían hasta la década de los 50 bajo el título de Festival of the White Gauze Scarves: A research expedition through Tibet to Lhasa, the holy city of the god realm.
No fue la única expedición en este sentido. La Ahnenerbe también estuvo en el Cáucaso y se especula que fue el lugar donde buscaron alguna conexión entre los arios con las construcciones prehistóricas de la zona.
A partir del año 1939 esta sección pasó a estar dirigida por Wolfram Siever, aunque siempre bajo las directrices de Himmler. Con Siever llegaron el tráfico de seres humanos con fines experimentales de los científicos de las SS. En su mayoría prisioneros que procedían de campos de concentración que fueron cruelmente torturados bajo la oscura sombra de la Ahnenerbe.
Una “joya”, la Ahnenerbe, con la que Himmler daba rienda suelta a sus teorías y propósitos ocultistas. La mano derecha de Hitler buscaba la fuerza y el poder que harían del ejército nazi una fuerza invencible. ¿Qué mejor que ir en busca del Santo Grial o el Arca de la Alianza? O incluso Himmler sube su propia apuesta, ¿Atlántida?.
En busca de Atlántida como origen del ario
Cuando los nazis apretaban su control sobre Alemania en los años 30, el líder de las SS, el señor Himmler, acudió a una presentación en Berlín. Allí contaría años más tarde que apenas pudo contener la emoción del relato de un joven arqueólogo. El joven explicó que no sabía la ubicación de la mítica ciudad de la Atlántida, pero también explicaba que en su momento se trataba de una raza superior que había vivido en su paraíso antes de que la isla fuera engullida por el mar. El relato acababa explicando como un puñado de supervivientes pudo escapar del terrible final recorriendo todos los rincones del planeta y sembrando las semillas de su civilización.
Himmler había encontrado la solución perfecta. En el corazón del credo nazi era la convicción de que la raza aria era superior a las demás. Claro, había un pequeño problema, de ser cierta esta teoría, ¿por qué nadie había encontrado un templo, escritura o artefacto que demostrara esta antigua civilización? Himmler acababa de tener la gran revelación: si era capaz de encontrar la evidencia los nazis podían establecer su propia religión reemplazando el cristianismo.
De hecho, la Ahnenerbe fue el arma con la que el líder de las SS iniciaría su particular recorrido por el mundo en busca de pruebas que conectaran a los arios con la ciudad perdida de Atlántida, o aún mejor, con la búsqueda de, entre otros, el Santo Grial. El cáliz usado por Jesucristo en la Última Cena podría ser el objeto de poder total con el que dominarían el mundo.
En este punto tenemos que retroceder a esa primera expedición de 1938 en el Tíbet donde se encontraba el arqueólogo Herman Wirth. El hombre fue un estudioso de las religiones antiguas y creía que el descubrimiento de muchos símbolos de aspecto similar en diferentes partes del mundo no era una coincidencia. Según el arqueólogo la Atlántida estuvo ubicada en algún punto entre Portugal y Reino Unido. Además fue el que propuso la expedición al Tíbet con el fin de demostrar que los supervivientes de la Atlántida habían huido a las partes más altas del planeta, enclaves donde el mar no podría encontrarlos. Según explicaría hace unos años el historiador de la Universidad de Cambridge, Richard Evans:
Los nazis veían la historia del mundo en términos de una lucha entre razas y supervivencia del más apto. Pensaron que todas las razas eran inferiores a los arios. Himmler quería seguir adelante con una nueva religión, incluyendo el culto al sol y los dioses antiguos. Quería que las SS se convirtiera en una especie de culto o aristocracia aria. Por ejemplo en el Tíbet, Hitler y sus antropólogos pensaban que mediante la medición de las cabezas de la gente se podría averiguar de qué raza eran. Lo que lo hace tan siniestro es la idea de una jerarquía racial con los arios en la parte superior. Los nazis veían la mezcla de razas como un camino hacia la catástrofe.
Lo cierto es que tras esa expedición Himmler sacó como conclusión que, si bien se demostraba de la existencia de la Atlántida, también dio lugar a la liquidación de toda la raza. Estaba convencido de que tras el estudio en el Himalaya habían evidencias de que la raza superior aria se había debilitado después de que los supervivientes de la Atlántida se mezclaran con los tibetanos. El hombre se obsesionó con la pureza racial de tal forma que creyó que el propio Jesús era descendiente ario, no judío.
En busca del Santo Grial en España
En este punto de la historia aparece la figura de Otto Rahn, escritor e historiador alemán aficionado al esoterismo, la historia y el medievalismo. Un cóctel explosivo, ya que tras su alistamiento en las SS sus creencias fueron extensamente difundidas en el cuerpo militar, se reforzaba así la Ahnenerbe.
Rahn estaba fascinado por la leyenda del rey Arturo y con la idea de encontrar el Santo Grial. Según el historiador la pista se perdía tras los últimos guardianes del Grial, los cátaros (movimiento religioso de carácter agnóstico que se propagó en Europa en el S X), extinguidos a finales del S XIII. La leyenda del Grial, supuesto cáliz, habla de la herramienta utilizado por Cristo para consagrar la Última Cena y por tanto con poderes místicos que posteriormente se guardaría en una cueva.
Según Rahn, quién había estudiado las historias artúricas en busca de pistas, las pesquisas de sus investigaciones concluían que el lugar donde debía encontrarse y descansar tal fuente de poder era un castillo en ruinas, Montsegur, en los pirineos franceses. Rahn le había explicado a Himmler que José de Arimatea llevó el cáliz hasta Europa y que más tarde fueron los cátaros quienes en última instancia lo había guardado en el Langudoc francés. Si no estaba allí la segunda posibilidad lo situaba en el Monasterio de Monserrat.
A Himmler esta teoría le sonó a gloria y creía que encontrar el Santo Grial le daría poderes sobrehumanos y ayudaría a Alemania a ganar la guerra. Así fue como los arqueólogos de la Ahnenerbe se acercaron hasta Montsegur. El resultado fue un fracaso pero la búsqueda continuó hasta España.
La mano derecha del Fhürer aprovechó su visita en Barcelona, visita que oficialmente estaba motivada para concretar la reunión entre Hitler y Franco en Hendaya y estrechar lazos, para continuar con su obsesiva búsqueda de la leyenda.
Al parecer, tras una comida protocolaria, Himmler visitó la abadía de Monserrat junto a miembros de las SS y autoridades de la ciudad. Allí les recibiría el padre Andreu Ripol Noble, único miembro de la congregación que conocía la lengua alemana. Ripol contaría muchos años después que tras pasar por las puertas de la biblioteca Himmler se giró y le preguntó por el Santo Grial. Allí fue donde el hombre le explicaría la teoría que llevaba barruntando tiempo atrás, teoría que finalizaba demostrando que Cristo era ario.
Himmler quiso incluso visitar los pasadizos subterráneos de la montaña, pero el padre Ripol se negó a ello rechazando la posibilidad. Según el libro Himmler en Montserrat: en busca del Grial, Himmler también llegó a exigir todos los documentos del monasterio que estuvieran relacionados con el cáliz. Ripol también se negaría.
Obviamente y al igual que en Montsegur, Himmler fracasó en su intento y se fue como vino, con las manos vacías. Aunque no sería la única acción de la Ahnenerbe en territorio español. En el libro Operación Trompetas de Jericó, el mismo Arco de la Alianza fue también la base de una expedición de la sección en Toledo.
Así pasaron los años para la Ahnenerbe, tras la búsqueda de mitos y leyendas hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Ese fue el momento en el que quedó disuelta y sus actividades fueron investigadas en el marco de los juicios de Núremberg, siendo declarada organización criminal en 1946 junto a las SS.
Sievers, el hombre que se hizo cargo de la entidad a la sombra de Himmler, fue juzgado y condenado a la pena de horca como criminal de guerra por las brutalidades y torturas que se llevaron a cabo en los campos de concentración como parte de la Ahnenerbe.
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