Un pergamino hebreo extremadamente frágil por haberse quemado ha revelado una de las copias más antigua jamás encontrada del Antiguo Testamento, al ser desenrrollado digitalmente. Conocido como rollo de En-Gedi, fue descubierto en los años setenta en Israel, y contiene el texto del libro de Levítico. Es un fragmento calcinado que sobrevivió al incendio de la sinagoga alrededor del año 600 d.C., aunque data al menos del siglo III o IV, posiblemente antes, según un informe publicado en la revista Science Advances.
El descifrado de su contenido, que fue hecho mediante "técnicas no invasivas", se describe en la publicación como un "descubrimiento significativo en la arqueología bíblica". Los Manuscritos del Mar Muerto, que van desde el siglo III aC hasta el siglo II de la era común, son los originales más antiguos.
El análisis de radiocarbono ha demostrado que el rollo de En-Gedi está datado en el tercer o cuarto siglo de nuestra era. Algunos expertos piensan que es más antiguo que eso. Un estudio del estilo de escritura y la forma de las letras sugiere que podría datar de la segunda mitad del siglo I o principios del siglo II.
Durante mucho tiempo se pensó que su contenido se había perdido para siempre, ya que se quemó en un incendio en el siglo VI y era imposible tocarlo sin disolverse en trozos de ceniza. El manuscrito enrollado fue encontrado por arqueólogos en 1970 en En-Gedi, el sitio de un antigua gran comunidad judía que data de finales del siglo VIII antes de Cristo. Sus fragmentos fueron conservados por la Autoridad de Antigüedades de Israel durante décadas.
"La estructura principal de cada fragmento, completamente quemado y aplastado, se había convertido en trozos de carbón que se desintegraban al tocarse", se explica en el estudio. Así, los investigadores han utilizado herramientas avanzadas de escaneo digital para "prácticamente desenvolver" el libro y ver su contenido, sin tener que tocarlo. Una microtomografía computarizada fue capaz de recoger restos de metal en la tinta.
"Nos sorprendió la calidad de las imágenes", dice Michael Segal, director de la Facultad de Filosofía y Religiones en la Universidad Hebrea de Jerusalén. "Gran parte del texto es tan legible, o cercano a lo más legible como los de los ilesos Manuscritos del Mar Muerto o de fotos de alta resolución de ellos".
Antes de este trabajo, los expertos creían que el rollo pudo haber sido un manuscrito de la Torá. Sin embargo, un vistazo a las imágenes mostró que era el libro de Levítico, desde el tercer libro del Libro de Moisés. Esto hace que sea el primer libro del Pentateuco, en relación con los primeros cinco libros de las Escrituras judías o cristianos Escrituras, que se ha encontrado. El rollo muestra 18 líneas de texto en cada columna, que originalmente tenía 35 líneas de largo.
Al igual que otros antiguos pergaminos hebreos, contiene solo las consonantes y las vocales no. Los símbolos para las vocales no se introdujeron en hebreo hasta el siglo noveno.
Estas grandes figuras estaban llenas de significado para los antiguos habitantes de Oriente Medio.
Imagen (CC by 2.0 / edwin.11): Toro alado del palacio de Sargón II, Museo del Louvre.
Originalmente llamados lammasu, guardaban las puertas de muchas ciudades y palacios de las civilizaciones mesopotámicas; en particular, las de los asirios, que fueron quienes los representaron con mayores dimensiones, tal y como podemos contemplar en los museos donde se muestran. Se creía que estos toros con cabeza de hombre –androcéfalos– ahuyentaban tanto a los espíritus maléficos como a los enemigos. Eran representados generalmente en parejas, situados uno a cada lado de la entrada que vigilaban.
La iconografía de estas divinidades mitológicas contiene muchos mensajes. En primer lugar, el cuerpo es de toro porque este animal se asociaba al poder. Su cara podía reproducir la del rey que gobernaba cuando se esculpieron, alusión subrayada por una corona en forma de tiara. Las garras eran de toro o de león, y las alas, de águila o halcón, aves que se vinculaban al sol, como en el antiguo Egipto.
Según el arqueólogo británico Austen Henry Layard (1817-1894), que excavó los lammasu de Nimrud –junto al río Tigris–, el cuerpo representa la fuerza del animal; las alas, la velocidad de las aves; y la cabeza, la inteligencia humana.
Con una pata de más
Quizás los toros alados más impresionantes son los ya citados de Nimrud y los de Khorsabad, otra ciudad asiria más al norte, ambas en el actual Irak. Los primeros, hoy en el Museo Británico, se construyeron entre los años 883 y 859 antes de Cristo con unas dimensiones imponentes: 3,50 metros de altura por 3,70 de longitud. Exhibidos en el Louvre, los de Khorsabad son aún más grandes: 4,20 m por 4,36 m.
Una curiosidad añadida es que todos se esculpían con cinco patas, para conseguir un doble efecto visual: cuando se miran de frente parecen estar quietos, pero de perfil dan la impresión de encontrarse en movimiento.
“Librémonos del wahabismo”, proponía en un reciente artículo el ministro iraní de Exteriores, Mohammad Javad Zarif. Para ello sugería una acción coordinada de la ONU que combata esa versión del islam que promueve Arabia Saudí y a la que responsabiliza del terrorismo islamista de organizaciones como Al Qaeda o el Estado Islámico (ISIS). Aunque el presidente Hasan Rohaní no ha llegado tan lejos en su intervención este jueves ante la Asamblea General, ha pedido a Riad que deje de “difundir la ideología de odio”. No es solo un paso más en la guerra verbal e ideológica que enfrenta a Teherán y Riad. En los últimos años, un creciente número de expertos ha vinculado el auge de esos grupos con la doctrina religiosa saudí.
El comentarista argelino Kamel Daoud, director de Le Quotidien d’Oran, ha llegado a afirmar que el wahabismo y la ideología extremista del ISIS o Al Qaeda son lo mismo. “Arabia Saudí es un Daesh que lo ha conseguido”, escribía el año pasado refiriéndose al Estado Islámico por su acrónimo árabe. “Llama la atención cómo Occidente mira para otro lado respecto a Arabia Saudí: Considera a la teocracia como su aliado y finge no darse cuenta de que es el principal mecenas ideológico de la cultura islamista en el mundo”, añadía.
Ha sido una de las acusaciones más directas y con más eco en un debate que empieza a filtrarse entre los responsables políticos. Tras la matanza de Orlando del pasado junio (obra de un ciudadano estadounidense que declaró fidelidad al ISIS), Hillary Clinton, la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, pedía a Arabia Saudí que impidiera “a sus ciudadanos financiar a organizaciones terroristas” y que “dejara de apoyar escuelas y mezquitas radicales por todo el mundo que han puesto a demasiados jóvenes en el camino del extremismo”.
También el Parlamento Europeo constataba hace dos años, poco antes de la aparición del ISIS, que “las manifestaciones más extremas del salafismo/wahabismo han inspirado a organizaciones terroristas como Al Qaeda y representan una amenaza para la seguridad mundial, incluso para la propia Arabia Saudí”. Pero ¿qué significan esos términos con los que expertos y medios de comunicación salpican sus análisis a menudo confundiendo más que aclarando?
¿Qué es el wahabismo?
La palabra deriva del nombre de un ultraortodoxo musulmán, Mohamed Abdel Wahhab, que vivió en el siglo XVIII y con el que los antecesores de la familia gobernante saudí sellaron una alianza. El predicador legitimó su poder político a cambio de su patrocinio. Con la fundación del moderno Estado saudí en 1932, ese pacto fue renovado entre Abdelaziz Ibn Saud, padre del actual monarca, y los descendientes de Abdel Wahhab, la familia Al Sheij, que aún controlan las instituciones religiosas del reino, cuya influencia se extiende a todos los aspectos de la sociedad (como la prohibición de las salas de cine o de que las mujeres conduzcan).
Los saudíes más ortodoxos rechazan el término wahabismo, ya que consideran que su interpretación del islam es la única fiel al espíritu del Profeta; el resto de las prácticas serían desviaciones. Doctrinalmente, es más adecuado hablar de salafismo, de alsalaf al salih (los ancestros piadosos), en referencia los primeros creyentes, los compañeros del Profeta y sus inmediatos seguidores. En cualquier caso, su estrecha y ultraconservadora visión del mundo rechaza a quien es diferente (ateos, judíos, cristianos, e incluso musulmanes que siguen otras exégesis como los chiíes o los suníes sufíes), proyectando una imagen de intolerancia y fanatismo muy cercana a la de los yihadistas. ¿Qué relación hay entre wahabismo y yihadismo?
Los grupos islamistas violentos que conocemos como yihadistas han bebido del salafismo wahabí en sus ideas sobre la yihad. Sin embargo, este concepto resulta ambivalente. Mientras los medios de comunicación lo traducimos como “guerra santa” (y esa acepción se encuentra ampliamente respaldada en la propaganda de dichas organizaciones), la mayoría de los musulmanes ven ofensivo equiparar con el terrorismo un término que ellos interpretan como “esfuerzo o lucha interior” para acercarse a Dios.
De ahí que fuentes tan dispares como el príncipe jordano Zeid Raad al Husein, comisionado de la ONU para los derechos humanos y primer musulmán en ejercer ese cargo, las autoridades iraníes (islamistas chiíes) y académicos suníes hablen de takfiris. En árabe se denomina así al musulmán que acusa de apostasía a otro musulmán, con el fin de deslegitimizar a quienes no reconocen su autoridad y justificar su asesinato. A diferencia de los fundamentalistas salafíes, los takfiris aceptan la violencia para lograr sus objetivos. Entonces, ¿es la doctrina wahabí responsable del terrorismo yihadista?
No solo los wahabíes se ofenden ante el mero enunciado de la idea. Las autoridades saudíes rechazan de plano esa posibilidad, aunque significativamente han introducido cambios en su sistema educativo a raíz de los atentados que sufrieron en 2003. Insisten en que el ISIS o Al Qaeda hacen una interpretación errónea de su religión; recuerdan que los seguidores de esos grupos atacan con frecuencia el Arabia Saudí y que este país contribuye a la coalición internacional que lo combate.
“Sería demasiado decir que la interpretación wahabí del islam es la única responsable del ascenso de los grupos yihadistas; es un fenómeno histórico demasiado complicado para reducirlo a un solo factor”, matiza Andrew Hammond, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) en un correo electrónico.
"Los estudiosos de la religión en Arabia Saudí describen abiertamente al ISIS como un movimiento wahabí."
Aun así, este analista recuerda que, desde los años ochenta del siglo pasado, “el régimen saudí ha intentado hacer dos cosas: animar abierta o tácitamente el activismo yihadista por motivos políticos en Afganistán, Irak y Siria, y promover un wahabismoquietista y apolítico alrededor del mundo a través de mezquitas y centros islámicos”. Empeño este que ha contado con la generosa financiación de sus petrodólares.
Los observadores ven un punto de inflexión en la invasión de Irak por las tropas estadounidenses en 2003. “El elemento wahabí se ha reforzado y los estudiosos de la religión en Arabia Saudí describen abiertamente al ISIS como un movimiento wahabí que se presenta como el verdadero”, apunta Hammond, autor de The Illusion of Reform in Saudi Arabia.
En su opinión, “el problema radica hoy en que el Gobierno saudí dice que la promoción del wahabismo no tiene nada que ver con la violencia (incluso si a la gente no le gusta su mensaje puritano), pero existe un camino de dos sentidos entre el wahabismo quietista y el yihadista; así que en la realidad ambos no se pueden separar”.
Desde los curiosos ojos de Hipatia trataremos de saber un poco más de este importante arquitecto egipcio. De cómo fue posible que después de muerto, siendo un personaje real, se convirtiera en sujeto de culto. Se han encontrado testimonios arqueológicos que nos dicen que Imhotep fue considerado un gran arquitecto, pero además un intelectual que servía de ejemplo a los demás. Reunió en su persona los más altos oficios religiosos y seculares de la Administración egipcia.
Pirámide escalonada de Zoser en Saqqara. Foto Isabel Genovés.
Fue el artífice del gran complejo que es la pirámide escalonada de Saqqara, que se construyó para el rey Zoser o Dyoser (lo encontraran escrito de las dos formas), hacía el 2600 ó 2700 antes de nuestra era, según a que especialista consulten. De lo que no hay duda es que está encuadrada su construcción en tiempos de la III dinastía. Fue el primer complejo tan colosal construido en piedra, una gran innovación técnica. La pirámide escalonada la concibió Imhotep como una escalera para el faraón que le ayudara a subir al cielo. O como hace notar Donadoni, hace referencia al túmulo primigenio sobre el que en el origen de los tiempos, el sol salió del caos para inaugurar el mundo en el que vivimos. La pirámide se encuentra en el centro del complejo, está formada por seis paralelepípedos, colocados unos sobre otros siguiendo un escalonamiento progresivo. Los estudios de esta edificación demuestran que en el principio de su construcción fue una mastaba que derivó en pirámide. Está rodeada de otras estructuras de forma y función diferentes, todo para honrar al monarca. Bajo la pirámide hay varios corredores subterráneos que convergen hacia una sala donde se encontraba el cuerpo del rey. Se encontraron vasos de piedra que hacían referencia a los cargos que ostentaba el arquitecto, junto con otros con los nombres de los reyes que le habían precedido.
Como hemos comentado anteriormente el complejo funerario de Zoser en Saqqara es todo un alarde técnico para la época, un punto de ruptura con las arquitecturas anteriores. Un ejemplo son las columnas papiriformes adosadas al muro que nos recuerdan o imitan las plantas, que encontraremos a lo largo de toda la historia arquitectónica egipcia. Recordándonos ese interesante microcosmos que para ellos eran los templos, vinculando las raíces de las plantas con la tierra, su parte superior con el cielo y lo divino.
El faraón Zoser también le mandó construir a Imhotep un santuario al dios Sol en Heliópolis, del que solo quedan fragmentos de unos relieves. La reputación de Imhotep como arquitecto parece ser que era tan importante que los escribas lo acogieron como uno de ellos, dándole un lugar destacado en su gremio. Una referencia a él se encuentra en el Canto del arpista, que es un poema egipcio, cuya mejor copia es la del Papiro Harris 500 del Museo Británico. Su nombre aparece también en otro documento del mismo museo, con lo que queda claro que su obra y su persona a pesar del tiempo transcurrido seguían siendo ensalzadas.
En algún momento que está por determinar la figura de Imhotep pasó de ser considerado un sabio, a ser hijo del dios Ptah, creador de Menfis. Su culto como hijo de Ptah se puede rastrear desde el período Saíta, que se corresponde con la dinastía XXVI, en Menfis y Saqqara. Se han encontrado algunas estatuillas en bronce que lo representan, en ellas lleva un papiro sobre sus piernas alusión al conocimiento, lleva una falda larga aludiendo a la pureza religiosa, en la cabeza un casquete que lo identifica con Ptah.
Imhotep.
Su templo principal se encontraba al norte de Saqqara, y un santuario en Menfis. En el período ptolemaico su culto se extendió al sur de Tebas, al templo de Ptah en Karnak. En tiempos del emperador romano Tiberio, se inscribió un elogio a Imhotep en la cuarta puerta de su templo. En el templo de Deir el-Medina en Tebas, hay una triada en la que está representado con su madre mítica Jereduanj bajo la forma de la diosa Hathor, y su mujer Renpet-nefret.
Se va extendiendo su culto, al mismo tiempo que asume un papel más el de médico sanador. Así se asocia a la terraza superior del templo de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahri, y al templo de Hathor en Dendera, donde una loa a Imhotep lo asocia al sanatorio que allí había. También las parejas que deseaban tener descendencia elevaban sus plegarias hacia él. El culto a Imhotep fue muy popular en el período romano, sobre todo porque se le atribuía resolver problemas comunes, con los que la gente lidiaba cada día.
Bibliografía:
DONADONI, Sergio (2001), El arte egipcio, Madrid, Ediciones Istmo, S.A.
HART, George (2003), El pasado legendario. Mitos egipcios, Madrid, Ediciones Akal, S.A.
Viendo que los pastores de la Iglesia habían perdido el norte y, lógicamente, sus rebaños se habían desviado de la senda del Señor, se extendió por Lombardía, algunos zonas de los Pirineos y, sobre todo, en el Languedoc una corriente filosófico-religiosa, calificada por la Iglesia como herética, que propugnaba la vuelta a la sencillez de las primitivas comunidades cristianas… eran los llamados cátaros (del griego “katharos” que significa puros), albigenses (por la ciudad de Albi) u hombres buenos. Para ellos existían dos principios básicos: el Bien (un mundo espiritual creado por Dios) y el Mal (el mundo material creado por Satán). Sólo mediante la austeridad, la piedad y la virtud se podía alcanzar la perfección y la unión con Dios. Además, eran unos adelantados a su tiempo respecto al trato hacia las mujeres, era de igual a igual, ya que si no habían alcanzado la perfección cuando muriesen su alma migraría a otro ser: hombre, mujer o animal. Rechazaban los sacramentos -su único sacramento era el Consolamentum realizado a través de la imposición de manos y que equivaldría al bautismo y a la extremaunción-, la autoridad del Papa e incluso la divinidad de Cristo… lo que viene siendo para la Iglesia una herejía. Al principio, la contienda de dirimió en debates públicos entre el dominico Domingo de Guzmán y los propios cátaros, hasta que…
Cruz cátara o de Occitania.
En 1208, el Papa Inocencio III llamó a cruzada contra los herejes cátaros con la promesa de castillos y tierras conquistados como botín. El rey de Francia Felipe II apoyó la cruzada desde el principio, ya que esperaba apoderarse de los territorios de la Corona de Aragón en suelo francés. Encabezaban el poderoso ejército cruzado Simón de Montfort y el legado papal Arnau Amalric, y en defensa de los cátaros los nobles de los territorios y ciudades donde esta corriente había arraigado, muchos de ellos vasallos o aliados de la Corona de Aragón. En julio de 1209, la ciudad de Beziers fue donde se escuchó la miserable frase…
Matadlos a todos, el Señor sabrá reconocer a los suyos.
El ejército cruzado sitió la ciudad de Beziers y Arnau Amalric ofreció un ultimátum: si entregaban a los cátaros no tomarían la ciudad -es difícil creer a una hiena cuando tiene los colmillos ensangrentados-. Los habitantes de la ciudad se negaron y los cruzados asaltaron la ciudad… incendios, destrucción, pillaje y el asesinato de todos los que se cruzaban en el camino de los guerreros de la Iglesia. Ante aquella masacre indiscriminada, Simón de Montfort preguntó al legado papal:
¿Cómo distinguimos a los herejes del resto? Matadlos a todos, el Señor sabrá reconocer a los suyos; respondió Arnau Amalric
La carta que envió Arnau Amalric la Papa da muestra de lo que allí ocurrió:
Hoy, su Santidad, veinte mil ciudadanos fueron pasados a espada sin importar sexo ni edad y, después de la masacre de los enemigos, toda la ciudad fue saqueada y quemada. La venganza divina ha hecho maravillas.
Y la crónica de uno de los cruzados que intervino en la matanza:
Se me ordenó entrar y destruir al enemigo. Ese era mi trabajo en ese día y esa era mi misión. No pararme a pensar si eran hombres, mujeres o niños. Todos eran lo mismo, enemigos.
Tras la masacre de Beziers, el Papa dio un toque de atención a Simón de Monfort para que no se volviese a repetir una matanza indiscriminada. Cayó Carcasona, Bram, Minerve, Termes, Lavaur, Les Cassés, Montferrand… pero en estas ciudades se cambió la estrategia. Ahora, cuando toman las ciudades, ya no se pasa a cuchillo a sus habitantes, sólo se prenden hogueras con un nuevo material altamente inflamable… los cátaros. El Languedoc arde por sus cuatro costados y los puroshuyen de ciudad en ciudad. El rey Pedro II de Aragón cruzó los Pirineos para intentar liberar Tolosa del asedio, pero en la batalla de Muret (1213) murió. En 1215, Simón de Monfort controlaba toda la Occitania. Con la muerte de Simón de Monfort (le cayó una piedra en la cabeza durante un asedio) e Inocencio III, los cátaros tienen un respiro y vuelven poco a poco, en la medida de sus posibilidades, a su retomar sus vidas. Y como las alegrías duran poco en la casa del pobre, los siguientes Papas (Honorio III y Gregorio IX) decidiieron retomar la labor emprendida por Inocencio III, pero en esta ocasión, ya con Gregorio IX, con una modalidad diferente… la Inquisición. Al no contar con el apoyo de ningún noble y, por tanto, de ninguna ciudad, los cátaros vivían entremezclados con el resto de la gente predicando y practicando en la clandestinidad. Así que había que separar el grano de la paja y para hacer esa criba se mandó la Inquisición a Tolosa en 1229.
¿Y cómo reconocer a los cátaros?
Aunque tuvieron que cambiar muchas de sus costumbres de los tiempos dorados para no ser reconocidos fácilmente -como ir en parejas para ayudarse mutuamente y no caer en la tentación-, su físico les delataba: si cuidabas tu higiene personal (se lavaban todos los días con jabón), eras excesivamente delgado (eran vegetarianos; no podían matar a ningún animal por lo que he comentado antes de la migración de las almas) y eras de rostro muy pálido (llevaban una vida austera, apenas salían para el trabajo y el resto del tiempo lo pasaban recluidos orando) tenías muchas papeletas para tener que pasar un interrogatorio de la Inquisición acusado de hereje. Los cruzados hicieron la limpieza general y la Inquisición la selectiva.
Y ya que tratamos con la Inquisición, un manual publicado en 1578 dejaba muy claras sus intenciones…
Quoniam punitio no refertur primo y per se en correctionem y bonum eius qui punitur, sed en bonum publicum ut alij terreantur, y un avocentur malis committendis. (Porque el castigo no se destina ni prioritariamente ni por si mismo a la corrección de aquel a quien se castiga, sino al bien público, para que todos sientan terror y se aparten de cometer esos males)
Decía el Premio Nobel de Física Steven Weinberg que “Con o sin religión, la gente buena hará el bien y la gente mala hará el mal, pero para que la gente buena haga el mal hace falta la religión”. Sin embargo, si bien tiene parte de razón, también es cierto que las religiones han producido tanto efectos positivos como negativos.
Otra cosa serían poner lo bueno y lo malo en una balanza y comprobar hacia dónde se inclina el fiel, lo cual dista bastante de ser científico. Así que, sin ánimo de determinar uno y otro lado del fiel, exploremos algunos pros y contras del pensamiento religioso que hunden sus raíces en la antropología, la sociología y la arqueología.
Lo bueno
En el campo de la arquitectura, la religión ha funcionado sin duda como acicate. Muchos de los templos levantados en nombre de la religión nos cortan el aliento. Algunos, incluso, tienen un éxito apabullante. Por ejemplo, el santuario Meiji, en Tokio, tiene 30.000.000 visitas al año, siendo así no solo el edificio más importante del sintoísmo, sino también el edificio religioso más visitado del mundo.
La iglesia más antigua del mundo es la iglesia cristiana de Dura Europos, en Siria, que data del siglo III. En la actualidad, la zona está en poder del Estado Islámico y éste le ha causado severos daños. El templo cristiana más grande es la Basílica de Nuestra Señora de la Paz, en Yamusukro, Costa de Marfil, también conocida como San Pedro de África. Es capaz de albergar hasta 18.000 fieles en su interior, y 300.000 en la explanada adyacente.
Santuario Meiji.
Las religiones, afortunadamente, también evolucionan intentando acomodarse a los nuevos tiempos (aunque su evolución sea lenta y, en demasiadas ocasiones, desincronizada). Por ello también nacen nuevas religiones que sustituyen a las viejas. Son los llamados Nuevos Movimientos Religiosos. Los que tienen más acólitos son el Juche (19 millones), el espiritualismo (15 millones) o el bahaísmo (7,5 millones).
Con todo, las religiones mayoritarias acaparan casi toda la cuota de fe. El 31,5% de la gente es cristiana (2.200.000.000 personas), el 23,2% son musulmanes (1.550.000.000). El 15% son hinduistas. Budistas, el 7,1%. Judíos, el 0,2%, es decir, unos 14.000.000. Pero no siempre hay una separación geográfica clara ente ellos. Por ejemplo, Guinea Bisau, Vietnam, Taiwán, Surinam y Singapur son algunos de los países con mayor diversidad religiosa.
Ateos hay aproximadamente 155 millones en todo el mundo.
Lo malo
Indiscutiblemente uno de los aspectos más siniestros de las religiones son las guerras que ha propiciado, que se cuentan entre las más largas y sanguinarias precisamente porque las ideas religiosas que se confrontan raramente cambian o se acomodan a la visión del enemigo, pues se basan en dogmas. La primera guerra de religión, según un reciente estudio de las universidades de Florida Central y Colorado Boulder, que ha explorado yacimientos en los valles de Río Verde y Oaxaca, sugiere que fue en el año 700 a.C., y que duró hasta el 250.
El atroz derramamiento de sangre podía ser atribuido a la ira divina. El duque de Alba hizo matar a toda la población de Naarden tras su captura (1572), porque consideró que se trataba de un castigo de Dios por su obstinación en resistir; como pasó tiempo después con Cromwell, que tras permitir a sus tropas saquear Drogheda y causar un terrible baño de sangre, declaró que había sido “un justificado castigo de Dios”. Así pues, por una cruel paradoja, quienes combatían en nombre de su fe solían ser menos susceptibles de mostrar humanidad ante sus adversarios en la guerra. Y esto se refleja en las tremendas pérdidas de vidas humanas, debido tanto a la guerra como al hambre o la destrucción de las cosechas que se producían en las zonas más devastadas por los conflictos religiosos de la época.
Los sacrificios humanos a los dioses también han sido un punto negro para muchos cultos. Los egipcios y mesopotámicos enterraban a vasallos con el monarca, por ejemplo. También hubo sacrificios en el cristianismo, o en las culturas celtas en torno a los druidas. Tampoco hay que olvidar el narabali de la India.
Las últimas cinco monjas de la congregación de Sijena abandonaron en abril de 1970 el monasterio de esta localidad oscense para instalarse en el convento sanjuanista de la Bonanova de Barcelona y más tarde en Valldoreix. Desde la localidad de Huesca se llevaron una gran parte de los bienes y piezas de arte que había conservado a lo largo de los siglos, una serie de objetos de tipo cultual que con el tiempo adquirieron valor cultural y que desde hace una década enfrentan a las comunidades de Cataluña y Aragón. Una sentencia de 2015 obligó a devolver 97 de estas piezas, algo que la Generalitat ha cumplido en parte, ya que solo ha entregado 53 de las obras mientras que las otras 44 siguen en el Museo de Lleida, pese a lo que ha dictado la juez.
El relicario, de 91 centímetros de alto, consta de dos piezas: la que tiene forma de brazo de 44 centímetros de alto con la representación de una mano y un antebrazo abierto de arriba abajo para mostrar, detrás de un cristal, la reliquia. El brazo se aloja en un estuche prismático montado sobre un pie barroco en el que se puede leer la inscripción: “Pertenece a la iglesia de San Juan de Jerusalén en Barcelona”, por lo que no hay duda de su origen. El conjunto está coronado por una cruz de Malta, orden a la que pertenecen las monjas sanjuanistas.
La primera noticia que se tiene del relicario es en un inventario realizado en Barcelona de 1435 que se conserva en el Arxiu de la Corona de Aragónprocedente del Archivo del Priorato de Cataluña del orden de san Juan de Jerusalén. Aquí se le cita como uno de los objetos más destacados de la primera iglesia del convento barcelonés situado en la Riera de Sant Joan. No deja de figurar en ninguno de los registros posteriores, tal y como publicó en 1910 Joaquim Miret i Sans y luego recogió Durán i Sampere. Según el primer inventario, la mano lucía algunos anillos con piedras preciosas. La última noticia que se tiene de esta importante pieza de orfebrería y de culto es del año 2005 cuando lo fotografió el historiador del arte Joan Fuguet para realizar el volumen IV de su obra Templers i Hospitalers. “Pude visitar el convento gracias a Javier de Fontcuberta i Samà, marqués de Vilanova i la Geltrú, delegado de la orden de San Juan de Jerusalén en Barcelona y de la orden de Malta”, recuerda Fuguet sobre esta pieza. “La tenían en la sacristía del convento de Barcelona. De ahí la sacaron para enseñármela y dejar que la fotografiara”.
A diferencia de las 23 piezas que las monjas recuperaron en 1993, este importante relicario no está catalogado ni inventariado, según aseguran desde la consejería de Cultura de la Generalitat, algo que impide su reclamación. “En nuestra base de datos no consta ninguna pieza de la orden sanjuanista de Barcelona, las que aparecen son las 23 que se catalogaron cuando se devolvieron en 1993, además de las piezas que están depositadas en el Museu de Lleida”, aclaran desde la Generalitat.
Las sanjuanistas vuelven a Sijena
El Ayuntamiento de Villanueva de Sijena está en contacto con las monjas sanjuanistas de Álava, herederas de las monjas del monasterio de Sijena, con la intención de que acaben donando o depositando las piezas que puedan tener en su poder relacionadas con el llamado Tesoro artístico de Sijena.La idea es exponer estas piezas en los antiguos dormitorios del claustro, junto a las 53 piezas que ha entregado Cataluña y con otras obras como el relicario de Santa Waldesca, que el ayuntamiento de la localidad conserva en una caja fuerte desde que lo recuperó en 2013 tras denunciar un robo un anticuario. Los contactos se han acelerado desde el pasado 27 de julio, día en que se produjo la entrega de las piezas. De hecho, según ha podido saber este diario, está previsto que las monjas del monasterio de Salinas de Añana con la federal y comisaria pontificia Victoria Calatayud a la cabeza, viajen a final de este mes desde el País Vasco hasta la localidad de Huesca.
Será un viaje de retorno provisional al lugar de donde salieron en 1970 las cinco monjas de Sijena que se trasladaron a Barcelona, tras obtener el permiso del obispo de Lleida, de quien dependían entonces. A su llegada a Barcelona, Maria Antonia Doz, Josefa Avellanas, Montserrat Canalda, Encarna Lorenzo y la priora Angelita Opi se incardinaron —con el permiso del obispo de Lleida, del de Barcelona y de Roma— con las monjas barcelonesas de la misma orden, cediendo todos sus bienes, dándoles poderes para comprar y vender.
En junio de 1974 la priora Opi falleció en la casa rectoral de Valldoreix, donde estaban alojadas toda la comunidad a la espera de inaugurar el nuevo convento. Cuatro meses antes de morir recibieron la visita de Juan Manuel Palacios, cronista del monasterio de Sijena. En un artículo que publicó en Argensola,revista de la Diputación de Huesca, escribió: “A pesar de su dignidad de priora del real monasterio de Sijena, con gran humildad aceptó la autoridad de la priora de Barcelona”.
Las dos monjas que quedaron tras morir Opi no escogieron a una nueva priora y se sometieron al mandato de Pilar Sanjoaquín que alcanzó el cargo de federal de la orden y administradora de todos los bienes, tanto los de las monjas de Barcelona como los de Sijena. Ella fue la que levantó el depósito de las 23 piezas en 1993 y realizó, tras ser facultada por Roma, la venta de las obras de 1983, 1992 y 1994 a la Generalitat y al MNAC, que ahora ha anulado la juez alegando que no se pidió permiso pese a que las obras estaban catalogadas desde 1923.
Ninguna viva
En 2007 fueron dos las monjas que viajaron desde Valldoreix a Álava. Ninguna provenía de Sijena, ya que las dos últimas que quedaban habían fallecido en 1998 y 2000 respectivamente. Victoria Calatayud si fue una de ellas. Esta valenciana que procesó primero en el monasterio de Gandía y luego pasó a Valldoreix, es la madre federal y desde comienzos de año ostenta también el cargo de comisaria pontificia de todos los monasterios sanjuanistas de España, incluyendo el de Sijena. Un título que consiguió en un tiempo récord gracias a que las monjas sanjuanistas pertenecen a la orden de Malta, muy cercana al círculo del Papa.
Calatayud solo podía reclamar las pinturas murales depositadas y exhibidas en el MNAC con este título de comisaria. Una reclamación que cedió motu proprio al gobierno de Aragón, tal y como declaró durante el juicio, alegando falta de recursos para hacerlo su orden. Algo había cambiado: En el conflicto por la propiedad de los 97 bienes muebles, las monjas sanjuanistas estaban sentadas en el banco de los acusados, por vender sin permiso. Al final, la juez las exculpó.