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miércoles, 27 de noviembre de 2024

sorpresas arqueológicas en tierra santa: así van las excavaciones en el santo sepulcro

 el santuario del Santo Sepulcro, en pleno corazón de la Tierra Santa, es un edificio casi tan caótico y oscuro como la historia de los cristianos en Jerusalén. Este edificio fue construido en época romana y desde entonces ha sido objeto tanto de numerosas reconstrucciones, como más recientemente de investigaciones que han permitido continuar descifrando sus misterios.

La importancia de la iglesia es ampliamente conocida: allí se encuentra el lugar sagrado donde, según la tradición, Jesucristo fue crucificado, y también su tumba (vacía, porque resucitó de entre los muertos). Así, tres comunidades religiosas –los greco-ortodoxos, los católicos latinos y los armenios– son las encargadas de custodiar estos espacios que, en 2017, fueron destapados por primera vez en siglos.

El acontecimiento constituyó una oportunidad única para los arqueólogos y, con todo sentido, desde hace algunos años la Universidad de Roma, "La Sapienza", dirige los trabajos de excavación en el santuario, los cuales buscan dar con evidencias que correspondan o, por lo contrario, contradigan testimonios antiguos como el de Eusebio de Cesarea, fuente de información por excelencia a la hora de estudiar este edificio sagrado.

No fue hasta enero de 2023 cuando se presentaron las primeras conclusiones de la investigación. Y ahora, los responsables de la protección de la iglesia han recibido nuevas actualizaciones de la excavación. ¿Qué revelan?

UN TERRENO CON HISTORIA

"Aún queda mucho por estudiar y reconstruir, pero algunos puntos parecen claros", señala en el comunicado Francesca Romana Stasolla, coordinadora de la excavación y profesora del Departamento de Ciencias Antiguas de la institución académica.

Con ello, la especialista se refiere a la confirmación de que, tal y como avanzó el informe de 2023, el Santo Sepulcro se asienta sobre un terreno rocoso, una cantera que se remonta a la época paleocristiana, que parece haber tenido un uso industrial: "los análisis arqueobotánicos y, sobre todo, de polen han demostrado la presencia de cultivos de olivo y uva", indica la Universidad.

Más tarde, parte de esta parcela fue abandonada, allá por la Edad del Hierro. Y no fue hasta el siglo II d.C. cuando el emperador Adriano la refundó para erigir un templo dedicado a Venus, según el testimonio cristiano. Ahora, la arqueología ha identificado la zona donde habría estado ese templo, ya que los análisis muestran que hubo que ajustar los niveles del irregular terreno para construirlo.

SANTO SEPULCRO

Excavaciones en el Santo Sepulcro.

Custodia de Tierra Santa

Por su parte, todavía no está del todo claro si, tal y como indican los Evangelios, la instalación cultual de la época de Adriano (cuyo perímetro ha demostrado ser más pequeño de lo que indicaban estudios anteriores) habría cumplido la función de restringir la accesibilidad a la tumba de Jesucristo. De hecho, confirmar o desmentir esta hipótesis en uno de los retos del futuro de la excavación, que continuará en la nave norte de la iglesia.

 Lo que sí revela el nuevo informe es que a principios del siglo IV, por el proceso de monumentalización constantiniana, la colina donde se encuentra el Santo Sepulcro fue nivelada (así lo muestran los estratos geológicos), obra que mantuvo a salvo una cámara funeraria, la cual fue identificada como la tumba de Cristo y, como tal, revestida por fuera con una cubierta que destacaba su importancia.

SANTO SEPULCRO

Excavaciones en el Santo Sepulcro.

Custodia de Tierra Santa

LA LLEGADA DEL CRISTIANISMO

El emperador Constantino fue quien hizo del cristianismo la religión principal de Roma, por lo que no es de extrañar que se atribuya a él la construcción del Santo Sepulcro. Según los testimonios, la celebración del concilio de Nicea en el año 325 constituyó una oportunidad perfecta para que Macario, el obispo de Jerusalén, solicitara al emperador la exhumación de la tumba de Jesús, supuestamente ubicada en los extramuros de la Ciudad Vieja.

La operación fue aceptada, pero requirió de la demolición de una instalación cultual pagana (de la que ahora la Universidad de Roma presenta evidencias). Y poco después de la localización del sepulcro, tuvo lugar el hallazgo de la Gólgota, un montículo de rocas en forma de cráneo donde habría sido crucificado el líder cristiano.

Esto llevó al emperador a elegir esta ubicación como terreno para construir el Santo Sepulcro. Y el resto, es historia.


martes, 19 de octubre de 2021

El impacto de un asteroide real pudo inspirar el relato bíblico de Sodoma

 Un día cualquiera de hace unos 3 600 años los habitantes de una antigua ciudad que hoy llamamos Tall el-Hammam, situada en Oriente Próximo, se dirigían a hacer sus tareas cotidianas sin tener ni idea de que un meteorito helado del que no se tenía dato alguno volaba hacia ellos a una velocidad de unos 61 000 kilómetros por hora.


La roca entró centelleando en la atmósfera y se transformó en una inmensa bola de fuego a una altura de unos cuatro kilómetros. Cuando impactó contra el suelo, la explosión fue unas 1 000 veces más potente que la de la bomba atómica de Hiroshima. Los perplejos habitantes de la ciudad que la observaron se quedaron ciegos al instante; la temperatura del aire ascendió de golpe hasta más allá de los 2 000 grados; la ropa y la madera prendieron al momento, mientras que las espadas, las lanzas, las superficies de barro cocido y los objetos de cerámica empezaron a derretirse. En solo un instante la ciudad entera estalló en llamas.

Unos segundos después una inmensa onda sísmica barrió la ciudad incendiada. Se desplazó a una velocidad de unos 1 200 kilómetros por hora, lo que la convirtió en más poderosa que el peor tornado del que se tiene registro. Este viento mortal se abatió sobre la ciudad y demolió todos sus edificios. Segó los muros del palacio, que tenían doce metros de altura y cuatro pisos, y arrastró remolinos de escombros hasta el valle contiguo. Ninguno de los 8 000 habitantes de la ciudad ni ningún animal sobrevivió; sus cuerpos fueron despedazados, y sus huesos estallaron en pequeños fragmentos.

Aproximadamente un minuto después, a una distancia de 22 kilómetros al oeste de Tall el-Hammam, los vientos originados por la explosión golpearon la ciudad bíblica de Jericó. Sus murallas se derrumbaron y la ciudad entera quedó reducida a cenizas. 

Todo esto suena al clímax de una superproducción de desastres de Hollywood de las que te mantienen clavado en el asiento. Sin embargo, ¿cómo sabemos que todo esto realmente ocurrió en un lugar cercano al mar Muerto, en la actual Jordania, hace milenios? 

Una imagen de satélite muestra la zona de Tall el-Hammam, situada a unos doce kilómetros al noreste del mar Muerto
La ciudad que actualmente se llama Tall el-Hammam está situada a unos doce kilómetros al noreste del mar Muerto, en la actual Jordania. NASACC BY-ND

Obtener las respuestas a este interrogante ha llevado cerca de quince años de minuciosas excavaciones en las que han participado cientos de personas. También ha sido necesario el análisis preciso de materiales recogidos en las excavaciones, lo que ha implicado a más de dos docenas de científicos de diez estados de Estados Unidos, de Canadá y de la República Checa. Cuando nuestro grupo publicó finalmente sus conclusiones en la revista Scientific Reports, entre los 21 co-autores había arqueólogos, geólogos, geoquímicos, geomorfólogos, minerólogos, paleobotánicos, sedimentólogos, expertos en impactos cósmicos y médicos.

Aquí explicamos cómo hemos reconstruido esta imagen de devastación del pasado.

Una tormenta de fuego atraviesa la ciudad

Hace años, cuando los arqueólogos analizaban las excavaciones de las ruinas de la ciudad, pudieron apreciar una capa oscura de aproximadamente metro y medio de grosor compuesta de una mezcla heterogénea de carbón vegetal, cenizas y restos derretidos de cerámica y barro cocido. Era obvio que una tormenta de fuego había destruido esta ciudad mucho tiempo atrás, y esa franja oscura pasó a denominarse la capa de destrucción.

Miembros de la excavación en mitad de un paisaje desértico con restos de murallas ancestrales
Miembros de la excavación cerca de restos de murallas antiguas, con la capa de destrucción situada aproximadamente en la mitad inferior de los muros que se aprecian. Phil SilviaCC BY-ND

Nadie estaba seguro de qué había ocurrido exactamente, pero esa capa no había sido producida por un volcán, por un terremoto o por una guerra, pues en ninguno de estos tres casos se generan temperaturas lo suficientemente altas como para fundir metal, barro cocido o cerámica.

Para descubrir qué pudo haberlo hecho nuestro equipo se valió del Online Impact Calculator; el objetivo era simular los escenarios de impacto cósmico que encajaran con las pruebas de que se disponía. Este calculador, diseñado por expertos en la materia, permite a los investigadores calcular muchos detalles de los impactos cósmicos, algo que se hace en función de lo que se sabe de otros impactos así como de datos extraídos de detonaciones nucleares. 

Parece que el responsable del impacto de Tall el-Hamman fue un pequeño asteroide similar al que derribó 80 millones de árboles en Tunguska (Rusia) en 1908. Y habría sido a su vez un asteroide mucho más pequeño que la roca gigante de varios kilómetros de ancho que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años.

Ya teníamos un posible culpable; ahora necesitábamos pruebas sobre qué había ocurrido ese día en Tall el-Hammam.

Encontrar diamantes entre la suciedad

Nuestra investigación descubrió una variedad notablemente amplia de pruebas.

Imágenes ampliadas de diminutos granos de cuarzo
Imágenes de un microscopio electrónico de múltiples pequeñas fracturas en granos de cuarzo de impacto. Allen WestCC BY-ND

En el sitio arqueológico hay granos de arena sutilmente fracturados denominados cuarzos de impacto que solo se forman bajo presiones de 130 000 kilos por centímetro cuadrado o cinco gigapascales (el equivalente a seis tanques Abrahams de 68 toneladas apilados sobre nuestro pulgar).

La capa de destrucción también contiene diamonoides que, como su nombre indica, son tan duros como diamantes, aunque cada uno de ellos es más pequeño que un ejemplar de virus de la gripe. Parece que toda la madera y las plantas de la zona se transformaron en este material similar al diamante debido a las altas presiones y temperaturas generadas por la bola de fuego.

Diamonoides (centro) dentro de un cráter formado por las altas presiones y temperaturas que generó la bola de fuego en la madera y las plantas. Malcolm LeCompteCC BY-ND

Los experimentos con hornos de laboratorio demostraron que la cerámica de burbujas y el barro cocido de Tall el-Hamman se licuaron a temperaturas superiores a los 1 500 grados, lo suficiente como para derretir un coche en minutos.

Vista ampliada de formas esféricas
Las esférulas originadas por arena derretida (arriba a la izquierda), yeso del palacio (arriba a la derecha) y metal derretido (los dos de abajo). Malcolm LeCompteCC BY-ND

La capa de destrucción también contiene esferas diminutas de material derretido, más pequeñas que las partículas de polvo en suspensión. Son las llamadas esférulas, formadas a partir de hierro vaporizado y arena que se derritió a unos 1 590 grados.

Además, las superficies de la cerámica y del cristal derretidos están moteados de pequeñísimos granos de metal también derretidos entre los que hay partes de iridio, cuyo punto de fusión está en los 2 466 grados; platino, que se funde a 1 768 grados, y silicato de circonio, que lo hace a 1 540.

Si se ponen juntas, todas estas pruebas demuestran que las temperaturas en la ciudad alcanzaron valores superiores a los que se pueden generar en erupciones volcánicas, guerras o incendios convencionales, por lo que el único proceso natural que quedaba era un impacto cósmico.

Las mismas pruebas se han encontrado en otros lugares de impactos cósmicos confirmados como el de Tunguska o el cráter de Chicxulub, creado por el asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios.

Un enigma que queda por resolver es por qué la ciudad y aproximadamente 100 asentamientos de la zona permanecieron abandonados durante muchos siglos después de que se produjera la catástrofe. Quizá fue porque la alta proporción de sal que se depositó durante el impacto hizo imposible cultivar las tierras. Aún no estamos seguros, pero creemos que la explosión podría haber vaporizado o desplazado en niveles tóxicos por todo el valle agua salada procedente del mar Muerto. Y, sin cosechas, nadie pudo vivir en dicho valle durante unos 600 años, hasta que las escasísimas lluvias del clima semidesértico de la región limpiaron de sal los campos.

¿Hubo algún testigo que sobreviviera a la explosión?

Es posible que una descripción oral de la destrucción de la ciudad haya pasado de generación en generación hasta que quedó plasmada como la historia de la ciudad bíblica de Sodoma. La Biblia describe la devastación de un centro urbano cerca del mar Muerto (fuego y rocas que caen del cielo, una destrucción que afectó a más de una ciudad, un humo denso que brota del fuego y la muerte de los habitantes de la urbe).

¿Podría tratarse del relato ancestral de alguien que presenció el episodio? En caso de serlo, la destrucción de Tall el-Hammam sería la segunda más antigua de este tipo, pues se habría producido tras la desaparición de la localidad siria de Abu Hureyra, que tuvo lugar hace unos 12 800 años. Sin embargo, cabe destacar que la destrucción de Tall el-Hammam sí que supondría el primer testimonio escrito de un suceso tan catastrófico.

Pero lo que más miedo da es que casi podemos dar por seguro que no será la última vez que una población humana se tenga que enfrentar a semejante destino.

La animación ilustra la posición de los objetos registrados que se encuentran cerca de la Tierra por intervalos de 20 años que terminan en enero de 2018. Credit: NASA/JPL-Caltech

Las explosiones de la dimensión de la de Tunguska o de la que ocurrió en Tall el-Hammam pueden devastar ciudades y regiones enteras y suponen un riesgo grave en la actualidad. En octubre de 2021 hay más de 26 000 asteroides situados cerca de la Tierra, y hay mil cometas igualmente próximos; es inevitable que alguno de ellos acabe chocando contra nuestro planeta. Por otro lado, existen millones de cuerpos espaciales que aún no han sido detectados y algunos de ellos podrían estar dirigiéndose en este momento hacia la Tierra.

A menos que algún telescopio espacial o terrestre detecte estos cuerpos solitarios, el mundo no recibiría ninguna alerta; justo como les pasó a los habitantes de Tall el-Hammam.


Este artículo tiene como coautores a personas que colaboraron en la investigación como el arqueólogo Phil Silvia, el geofísico Allen West, el geólogo Ted Bunch y el físico espacial Malcolm LeCompte.The Conversation


Christopher R. Moore, Archaeologist and Special Projects Director at the Savannah River Archaeological Research Program and South Carolina Institute for Archaeology and Anthropology, University of South Carolina

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

martes, 5 de enero de 2021

redescubren un antiguo taller de lámparas de aceite en israel

 

Durante unas recientes excavaciones en la localidad de Beit Shemesh, cerca de Jerusalén, los arqueólogos han localizado una antigua cisterna de agua que había sido descubierta hace más de ochenta años, de la cual se había perdido la ubicación, y que contenía un gran número de lámparas de época tardorromana.

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En Beit Shemesh se encontraron lámparas de aceite de cerámica y moldes de piedra para su producción junto con figuritas de terracota.

En Beit Shemesh se encontraron lámparas de aceite de cerámica y moldes de piedra para su producción junto con figuritas de terracota. Foto: Dafna Gazit, Israel Antiquities Authority.

un equipo de arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) ha anunciado el descubrimiento de uno de los talleres de lámparas de aceite más grandes localizados hasta la fecha en el país, con una antigüedad de entre 1.600 y 1.700 años. Según la IAA, el taller, ubicado en la moderna localidad de Beit Shemesh, al oeste de Jerusalén, fue exhumado antes de que se llevase a cabo la construcción de un nuevo barrio en la zona y contenía cientos de antiguas lámparas de aceite de cerámica, dos de las cuales estaban decoradas con el símbolo judío de la menorá (el candelabro de siete brazos), así como numerosos moldes de piedra para la producción en serie de lámparas y figuritas de terracota.

El taller, uno de los más grandes descubiertos hasta la fecha en Israel, contenía cientos de antiguas lámparas de aceite de cerámica, así como numerosos moldes de piedra para la producción en serie de lámparas y figuritas de terracota.

Pero este taller de lámparas de aceite guardaba un secreto, y es que ya había sido descubierto hace 85 años por el arqueólogo Dimitri Baramki. Así, tras el hallazgo, los arqueólogos no pudieron dejar de apreciar la similitud entre el sitio que acababan de encontrar y unas fotos publicadas en la década de 1930 por el propio Baramki de una antigua cisterna de agua llena de objetos que el investigador había localizado. Estaba claro que era el mismo lugar. En 1934, durante el Mandato Británico, Dimitri Baramki, que en aquel momento era inspector del Departamento de Antigüedades, descubrió la cisterna en la región de Beit Shemesh. Al excavarla, Baramki halló una gran cantidad de lámparas de aceite intactas decoradas con motivos animales, vegetales y geométricos. Asimismo, el investigador dijo que había recuperado moldes de piedra para la fabricación en serie de lámparas y una amplia variedad de figurillas de cerámica que representan animales, jinetes, mujeres y pájaros.

Interior de la cisterna redescubierta en Beit Shemesh, descubierta en 1934 por Baramki.

Interior de la cisterna redescubierta en Beit Shemesh, descubierta en 1934 por Baramki.

Assaf Peretz, Israel Antiquities Authority

UNAS LÁMPARAS MUY ESPECIALES

Las lámparas, que datan del período tardorromano (siglos III y IV d.C.), recibieron el nombre de "lámparas Beit Nattif" por un pueblo cercano y constituyen una tipología específica dentro de la arqueología. Pero poco después del descubrimiento, la ubicación de la cisterna se perdió y ha continuado siendo un misterio hasta ahora, a pesar de todos los esfuerzos por localizarla. Así, durante la excavación de la cisterna reencontrada, los arqueólogos incluso han hallado algunos de los artículos que fueron dejados allí por el propio Baramki, incluidas cestas de cuero que se emplearon para extraer tierra y una caja de metal vacía.

Tras ser descubierta en 1934, la ubicación de la cisterna se perdió y ha continuado siendo un misterio hasta ahora, a pesar de todos los esfuerzos por localizarla.

"La cisterna de las lámparas de aceite Beit Nattif ha vuelto a la vida. Estamos muy emocionados, ya que éste no es solo un descubrimiento arqueológico importante por derecho propio, sino también una evidencia tangible de la historia de la arqueología", han afirmado los arqueólogos Moran Balila, Itai Aviv, Nicolas Benenstein y Omer Shalev, directores de la excavación.

Un grupo de estudiantes limpia algunos de los objetos descubiertos durante la excavación de Beit Shemesh.

Un grupo de estudiantes limpia algunos de los objetos descubiertos durante la excavación de Beit Shemesh.

Foto: Yoli Schwartz/Israel Antiquities Authority

Detalle de la limpieza de una de las figuritas de terracota descubiertas en Beit Shemesh.

Detalle de la limpieza de una de las figuritas de terracota descubiertas en Beit Shemesh.

Foto: Yoli Schwartz/Israel Antiquities Authority

LA HISTORIA QUE CUENTAN LAS LÁMPARAS

Según Benyamin Storchan, arqueólogo de la Autoridad de Antigüedades de Israel y experto en las lámparas Beit Nattif, "las figuras y los motivos de las lámparas de la región de Beit Nattif cuentan la historia de las colinas de Judea en el período posterior a la revuelta de Bar Kokhba (que tuvo lugar entre 132 y 135 d.C.). Por los escritos del historiador Flavio Josefo sabemos que durante el período del Segundo Templo, Beit Nattif era un centro administrativo regional, y fue una de las diez principales ciudades durante el dominio asmoneo". El especialista ha añadido que las figurillas desenterradas en el lugar indican que en los siglos siguientes muchos paganos se mudaron a la zona.

Detalle de algunas de las lámparas de aceite descubiertas en Beit Shemesh.

Detalle de algunas de las lámparas de aceite descubiertas en Beit Shemesh.

Foto: Yoli Schwartz/Israel Antiquities Authority

Durante el período del Segundo Templo, Beit Nattif era un centro administrativo regional, y fue una de las diez principales ciudades durante el dominio asmoneo.

"Parte de la superficie de las lámparas de cerámica está decorada asimismo con símbolos judíos distintivos como el shofar, el quemador de incienso y la menorá de siete brazos. Esto nos indica que la vida judía continuó existiendo en las colinas de Judea mucho después del fracaso de la rebelión.Durante este período, el cristianismo también comenzó a emerger y algunas de las lámparas de aceite Beit Nattif llevan motivos de peces, uno de los símbolos más característicos del cristianismo. La gran variedad de lámparas y figurillas demuestra, por lo tanto, que la población local estaba compuesta por una mezcla de paganos, cristianos y judíos", concluye Storchan.

martes, 10 de septiembre de 2019

El libro que conservó su brillo durante 2.000 años en el fondo de una cueva

Un conservador de los Manuscritos del Mar Muerto los examina durante una exposición en 2014 en Hong Kong.
Un conservador de los Manuscritos del Mar Muerto los examina durante una exposición en 2014 en Hong Kong.  GETTY IMAGES
El Rollo del Templo, de más de ocho metros de largo y escrito en hebreo en el año 250 a.C., ha resistido más de 2.000 años de vida en una cueva. Las 18 hojas pergamino, divididas en capas, destacan principalmente por su blancura color marfil y su grosor de ni siquiera 0,1 milímetros. La obra fue uno de los manuscritos que se hallaron en la región del Mar Muerto el pasado siglo y la que mejor se conservó. Las principales claves sobre su preservación que ofrece un estudio del MIT (Massachusetts Institute of Technology) publicado este viernes en Science Advances son, ni más ni menos, que la sal y el desierto.
Las cuevas de Qumrán (Cisjordania).
Las cuevas de Qumrán (Cisjordania).  GETTY
Los Manuscritos del Mar Muerto, que los eruditos definen como unos de los tesoros más grandes del patrimonio cultural, se preservaron entre caliza en once cuevas de Qumrán (valle del desierto de Judea en Cisjordania) que les mantuvieron protegidos de la humedad. La obra permaneció en un ambiente seco, encerrado en una jarra. Además, para que ningún saqueador encontrara aquellos libros muy preciados, los miembros de la comunidad judía los escondieron bajo escombros y guano (sustancia formada por los excrementos de aves y murciélagos).
El estudio de la composición por el MIT, basado en rayos X y en la espectroscopia, ha demostrado que el El Rollo del Templo fue producido de manera distinta que los demás. Admir Masic, uno de los autores de la investigación y profesor de ingeniería civil y ambiental del MIT, considera la obra como la perfección: “Era el pergamino más increíble. Consiguieron crear un soporte perfecto, muy brillante. Era el más bonito de todos los que había". El manuscrito se elaboró con piel de animal y encima de esa capa llamada colágena (orgánica), se depositó otra inorgánica para preservar la tinta. Esta última desprende restos de sodio en altas concentraciones, junto a calcio y azufre.Aquella alta y sorprendente presencia de minerales (que no viene del entorno) ha permitido, según creen los investigadores, mantener el brillo del pergamino y la legibilidad de la escritura. El profesor supone que la comunidad judía desconocía las propiedades de esas sustancias y que tuvo suerte. "Pero está claro que tendríamos que aprender de ellos", añade.
La confección de los manuscritos consistía en eliminar los pelos y la grasa sumergiendo la piel en una solución de cal. Otras veces, la depilación involucraba un tratamiento enzimático aplicando granos fermentados y tanino (sustancia orgánica que sirve a transformar la piel cruda en cuero). Una vez tendido al máximo en un marco, seco y limpio, el tejido se frotaba con sal. “La producción de este tipo de soporte costaba muy cara. En esa época, el ganado era lo más valioso y El Rollo del Templo, por ejemplo, está fabricado con la piel de entre 10 y 15 ovejas", comenta Masic.   
"El Rollo del Templo está fabricado con la piel de entre 10 y 15 ovejas"
Pero, por muy brillante e "increíble" que sea, El Rollo del Templo también ha demostrado vulnerabilidad a lo largo de su existencia. “La sal es muy peligrosa y lo sabemos. Podemos diseñar mejores estrategias y evitar los riesgos de deterioro debido a la humedad. Hay que evitar los viajes. La obra necesita estabilidad”, explica el experto. En 1956, al salir de su escondite seco y seguro, la presencia de agua aumentó en la capa orgánica del libro y aceleró su deterioro. Los beduinos fueron los primeros en encontrar la obra y la vendieron a un comerciante de antigüedades. Este mercante cambió su encierre original por celofán y lo confinó en una caja de zapatos bajo el suelo de su casa. Al querer desenrollar el tejido una y otra vez después de su hallazgo, el gran manuscrito de ocho metros de largo se fragmentó. Cuando los investigadores accedieron a él, los curiosos y la humedad ya habían dañado demasiado el tejido, según cuenta el estudio. Frente al destrozo, los restauradores interrumpieron el proceso de desgaste gracias a una corta congelación. Hoy, los trozos de la obra permanecen estables y expuestos tras un cristal en el Santuario del Libro, un ala del Museo de Israel de Jerusalén. 
Para Admir Masic está claro que la era moderna debe inspirarse en esta técnica para, en primer lugar, detectar falsas obras artísticas. "Es muy difícil crear el mismo producto. Es una obra artística cuya composición nadie conoce", explica el experto. El segundo avance que sugiere este descubrimiento es trasladar el método del pasado a la construcción vigente. “Por ejemplo, los romanos eran los mejores construyendo edificios. Por lo tanto, la tecnología de la antigüedad puede optimizar nuestra arquitectura para que viva 2.000 años y más”, concluye el profesor.