Los masones españoles ya no se esconden. Tras décadas de estigmatización, producto de la persecución a la que sus miembros fueron sometidos por el régimen franquista, la institución busca normalizar su presencia en la sociedad. El viernes pasado dieron un paso de gigante en esa dirección cuando Santa Cruz de La Palma acogió el primer desfile público que celebra la masonería española en la etapa democrática.
A la cabeza de la marcha, que recorrió algunas de las calles más céntricas de la capital palmera, se encontraba un relevante personaje público: Jerónimo Saavedra, exministro socialista con Felipe González, expresidente del Gobierno de Canarias y actual diputado del Común de las islas. Saavedra ostenta el cargo de venerable maestro (máximo responsable) de la Logia Abora 87, grupo masón que vuelve a constituirse en la isla después de 80 años de ausencia.
"En el 36, esta fue la única capital insular fiel a la República, hasta que llegó un barco cañonero y detuvieron a todos los comunistas, socialistas y masones que había en la ciudad. Algunos, para tratar de ocultar su pertenencia al grupo, llegaron a ocultar sus diplomas en cañerías", recuerda Saavedra. La estrecha conexión entre la masonería y Santa Cruz de la Palma la evidencia el hecho de que, albergando una relativamente pequeña población entonces, unos 10.000 habitantes, contaba en proporción con un número elevado de integrantes, próximo al centenar.
"Reaccionarios hay en todas las sociedades y había que estar preparados para todo", explica el veterano político canario a la pregunta de si temía una reacción adversa entre el público que acudiría al acto del viernes. Pero lo que recibieron de las más de 200 personas que asistieron fueron aplausos en los momentos más señalados del desfile, además de un gran respeto, apunta.
El alcalde de la ciudad, el socialista Sergio Matos, no dudó en ningún momento en autorizar el acto en cuanto le llegó la petición. "Era un hecho histórico para Santa Cruz de La Palma y estoy muy orgulloso de que lo hayamos acogido". Destaca que el número de asistentes fue muy numeroso, aunque reconoce que gran parte fue a fisgonear, "a rendijear, como decimos aquí".
La marcha se completó con una ofrenda floral en la escultura del párroco Manuel Díaz, una figura que destacó por sus simpatías hacia la masonería. Los organizadores del desfile no pudieron celebrar, sin embargo, la misa que tenían prevista en la iglesia del Salvador en homenaje a los masones palmeros fallecidos. El Obispado de Tenerife se lo negó aduciendo que "las normas canónicas imperantes" lo impedían, muestra de que el tradicional rechazo de la Iglesia católica a esta organización se mantiene.
En el desfile participaron unos 180 masones, tanto palmeros como del resto del país. Entre ellos se encontraban destacados responsables nacionales de la Gran Logia de España como Juan Carlos Ortuño, uno de los grandes inspectores de la institución. "Fue una experiencia muy bonita y todo transcurrió con normalidad", señala, a pesar de que admite que sigue habiendo mucha gente que continúa asociándolos a algo secreto e incluso demoníaco. "Hay quien cree que vamos por ahí con rabo y cuernos", dice entre risas. Y a continuación se pone serio cuando cuenta cómo cada vez más personas se le acercan en los diferentes actos públicos que organizan por todo el país —charlas, jornadas de puertas abiertas o exposiciones sobre la masonería—. Le dicen que su abuelo o un familiar suyo fue masón y que han estado años sin poder contarlo por el escarnio social que ello suponía. Hasta ahora, cuando por fin se sienten libres y seguros para revelar su secreto
Octavio TOledo para ELPAIS.es
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