Es el año 143 a.C. La presencia de Roma en la Península Ibérica está provocando revueltas y guerras, aunque las tribus de los belos y los titos parecen haber aceptado la dominación de los romanos. Los vacceos y los arévacos, sin embargo, todavía se muestran rebeldes al igual que los lusitanos, liderados por el caudillo Viriato. El acercamiento de los lusitanos a los vacceos y los arévacos parece inminente y se cree que un líder celtíbero es el artífice de esa revuelta.
Una noche, en un campamento romano, una figura sigilosa armada con una larga lanza de plata se acerca a la tienda en la que duerme el cónsul, quizá Quinto Cecilio Metelo. No se sabe qué intenciones tiene pero antes de que pueda hacer nada, la jabalina de un soldado lo atraviesa y cae muerto. Era Olíndico, el líder de la revuelta de los celtíberos elegido por el propio Lug para llevarlos a la victoria.
Y esto es prácticamente todo lo que sabemos de la figura de Olíndico gracias a Floro (1, 33). Sin embargo, podemos leer entre líneas y tratar de obtener algunas conclusiones más acerca de un episodio que siempre se ha considerado anecdótico y a cuyo protagonista no se le ha dado demasiada importancia.
El debate principal acerca de Olíndico (no confundir con Olonicus) ha versado siempre en torno a si su figura era sacerdotal o si más bien se trataba de un jefe de los celtíberos. Por un lado, el propio Floro lo designa con el nombre de “summu vir”, varón máximo, lo que parece ser un título apropiado a un caudillo. Por otro, sabemos que Olíndico emitía profecías que sus coetáneos creían y por lo que, al parecer, decidieron seguirle en esa revuelta panceltíbera que incluiría a los lusitanos de Viriato.
En realidad, no debería extrañarnos que Olíndico aunara en su figura ambas facetas, la de líder religioso y la de jefe militar, y tampoco extrañaría a los romanos. Los jefes romanos en campaña solían ser también los encargados de dirigir el culto y realizar los sacrificios por lo que no verían raro ese doble papel de Olíndico.
De hecho, la lanza de Olíndico no solamente tiene evidentes connotaciones religiosas al ser el arma del dios Lug, al que se rendía culto en la Península Ibérica, sino también militares. En muchas monedas celtibéricas aparece la imagen de un jinete armado con una lanza que seguramente representaba a un caudillo. Si aunamos las profecías de Olíndico junto con la lanza, podemos comprender que los celtíberos le creyeran y le siguieran.
La presencia de Olíndico de noche en un campamento romano tampoco es algo que se pueda cuestionar. Existen varias teorías al respecto ya que puede extrañar que estuviera solo si de verdad quería iniciar una revuelta. Una de ellas alude a que quizá Olíndico se disponía a hacer un ritual mágico y otra de ellas, que no excluye a la primera, propone que lo que pretendía era acabar con la vida del cónsul usando una lanza con evidentes connotaciones mágico-religiosas.
En cualquiera de los dos casos, si Olíndico fue asesinado por un soldado romano es porque quizá éste vio algo en él que le hizo sospechar de sus intenciones. Hay que recordar que en determinados momentos la presencia de indígenas en los campamentos romanos era habitual tal como nos recuerdan Estrabón (III, 4-16) y Polibio (IV, 26-32) así que quizá no fue hasta el último momento en el que su plan quedó al descubierto, perdiendo así la vida.
Quién sabe cómo hubieran sido las cosas si Olíndico hubiera podido matar al cónsul…
En colaboración con QAH |
Vía|GARCÍA-GELABERT PÉREZ, M.P., (1991) Marco socio-político de Celtiberia en Lvcentvm, IX-X, pp. 103-110
PÉREZ RUBIO, A., (2014) Coaliciones en el mundo celtibérico en VII Simposio sobre los celtíberos, pp. 161-175
PÉREZ VILATELA, L (2001) Elementos chamánicos y uránicos en el episodio del celtíbero Olíndico en Ilu. Revista de ciencia de las religiones, nº 6, pp. 133-167
PITILLAS SALAÑER, E., (2003) El papel del “princeps” como elemento de enlace entre Roma y los pueblos indígenas en Hispania Antiqua, nº 27, p. 81-94
Laura Díaz en queaprendemoshoy.com
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