Aunque las obras de Homero y Hesíodo fueron prácticamente coetáneas, lo que las diferenciaba será la intencionalidad. Ambas nos muestran el final de una época: los siglos oscuros. Hesíodo representaba todo lo contrario a Homero, interesado tan sólo en la gloria de los héroes de antaño. Hesíodo se ocupa del presente, de su presente. Y se interesa por el origen de los dioses. Pero ofrece datos fiables de lo que aconteció en Grecia a finales del siglo VIII a.C.
Sabías que… Hesíodo era hijo de un marinero de Eolia, de la ciudad de Cyme. Su familia se arruinó y se vio obligada a emigrar a Boecia, a la ciudad de Ascra. En el principio de sus poemas se declaraba poeta profesional y afirmaba que había ganado varios certámenes. Homero nunca indicó su nombre o su origen.
La Teogonía implicaba un intento de comprender ‘la verdad’, una lógica fundamental en el espíritu griego. La Teogonía es la primera obra que conocemos sobre la religión griega, estableció una genealogía del panteón griego que no ha sido alterada nunca. Era un himno a las musas. Una composición poética donde el autor cantaba a las musas para que le revelasen la verdad. Nos trasmitió una religión prácticamente formada. La intención de la obra era la de mostrar cual es el origen de los dioses y la valoración moral que esto implicaba. Además de dejar patente la manera en la que el orden se había impuesto al caos, igual que hiciera la obra de Homero. Hesíodo representaba el final de una tradición, que había arrancado en Micenas forjando la religión griega hasta la creación del poema de Hesíodo. En La Teogonía todo era orden, describiendo las especies, las familias y sus relaciones. Se trataba de una religión perfectamente estructurada en genealogías, con un orden moral muy rígido. Hesíodo nos mostraba un mundo abarcable, con un exacerbado sentido de la justicia divina. El mundo de los dioses era un gran oikos donde todos pertenecían al mismo genos.
En un momento en el que la polis aristocrática se estaba desgajando en dos polos opuestos: Atenas y Esparta. Hesíodo nos mostraba la necesidad de tener un sostén en el mundo, una fuerza superior: la Moira, una especie de destino justiciero. En el momento que alguien se alejaba de su lugar establecido en el mundo, cometía el pecado de hybris, y era la Moira la encargada de aplicar una némesis como castigo. Ni siquiera los dioses escapaban a la justicia de la Moira. Existía un vínculo muy estrecho entre dioses y hombres, aunque su relación será siempre amarga, triste, un poco desconsolada. Para los griegos, los hombres tenían una parte divina, ya que habían nacido de las cenizas de los titanes. Hesíodo nos presenta la “teoría de la caída”, muy presente en el mito de Prometeo o el mito de Pandora.
A diferencia de Homero nos hablaba de su presente. Aunque ambos autores intentaron ignorar los siglos oscuros, nosotros podemos verlos a través de sus ojos. Hesíodo trataba de reflejar la verdad. Tras cinco siglos de oscuridad, ambos autores mostraron la autoconfianza de los griegos. Esta visión global del mundo no se abandonará nunca.
En colaboración con QAH| Dave Meler
También en QAH| Stasis: convulsión en el mundo griego
Más info| Dave Meler, Los Albores de la Civilización, ed. Osiris, 2013, Madrid. Fatás Cabeza y García Quintela,Materiales para un curso de Historia Antigua, Tórculo Ediciones, Santiago, 1993.
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