De sobra es conocida la leyenda bíblica que narra el duelo entre el joven pastor David y el gigante filisteo Goliat, y que a menudo se utiliza para ilustrar la victoria de una fuerza menor sobre otra aparentemente más poderosa. El escenario del combate fueron las inmediaciones de la ciudad de Azeka, cerca del valle de Elah y situada en la frontera que separaba al reino de Judea del territorio habitado por los filisteos.
Los antiguos judíos ganaron aquella guerra gracias a David, que se convirtió en su rey, pero el destino de Azeka resultó fatal. Tiempo después, en el siglo VI antes de Cristo, la ciudad fue destruida por el ejército babilonio.
Ahora un equipo arqueológico internacional excava lo que se supone que son las ruinas de aquella mítica población, desde cuyas torres, se decía, se podía ver la ciudad de Gath, donde nació Goliat. Entre los tres centenares de voluntarios que colaboran en los trabajos hay ocho especialistas checos.
Se trata de una labor dura, en la que los arqueólogos luchan contra el polvo y las altas temperaturas, de alrededor de 40 grados durante el día, lo que obliga a otro ritmo de trabajo, como explica el estudiante de teología de la Universidad Carolina de Praga, David Moulis.
“Nos levantamos a las cuatro de la madrugada, para poder trabajar mientras todavía no hace tanto calor”.
A partir de la una de la tarde, cuando el calor se vuelve insoportable, llega el momento de ordenar y clasificar las piezas encontradas. Los hallazgos irán configurando poco a poco el nivel tecnológico y las influencias culturales de esta ciudad, situada en una encrucijada cultural y de la que realmente se tiene poca información.
La excavación forma parte de la segunda temporada de la Expedición Lautenschläger Azekah, que comenzó en 2012 y se encuentra dirigida por el profesor Odep Lipschits, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv. En el proyecto colaboran 12 universidades de Europa, Norteamérica y Australia, incluyendo a la Universidad Carolina.
Azeka fue uno de los primeros lugares excavados en Tierra Santa por parte del Fondo de Exploración de Palestina a principios del siglo XX. Las ruinas, incluyendo una fortaleza, un complejo de cuevas y el sistema de canalización, fueron descubiertas por los arqueólogos ingleses Frederick J. Bliss y R.A. Stewart Macalister entre 1898 y 1900.
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