La relación
del hombre con la naturaleza ha sido, a lo largo del tiempo y en las diversas
culturas, variada y compleja: acercamientos científicos, estéticos y religiosos
se han combinado con intervenciones directas, pero sólo muy recientemente, en
el hombre occidental al menos, se ha planteado que esa relación implicaba en sí
misma un problema moral, para algunos
incluso el problema moral decisivo. Porque el hombre ha tenido, desde que es
humano, una técnica que ha usado para ejercer una actividad transformadora de
la naturaleza, pero, la característica de esa técnica era que no podía hacer
modificaciones sustantivas.
Hoy somos ya
conscientes de que el impacto de una técnica poderosa usada con una estrategia
depredadora y despilfarradora nos ha traído una preocupante crisis ecológica.
Es en este
punto, ante la experiencia de nuestro poder, donde un problema de responsabilidad moral empieza a
aparecer. Dado que podemos cambiar y destruir ¿tenemos el deber de conservar?
¿Tenemos el deber de poner un límite a las transformaciones que somos capaces
de hacer? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué razones y según que
criterios? Todas estas son preguntas decisivas porque, no empujan sólo a
retoques en nuestra relación con la naturaleza, a una mera reorientación de las
aplicaciones técnicas, sino que cuestionan por completo la relación existente,
cuestionando a la vez el modelo de desarrollo, nuestra actitud ante las futuras
generaciones, nuestro puesto en la dinámica del cosmos.
Begoña Hernández Rubio
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