La corona de espinas es uno de los mayores símbolos de la pasión y muerte, otro objeto de culto que debía ser adorado. La hipotética corona era adorada en la iglesia de Sión, en Jerusalén, durante los siglos V y VI. Pero tampoco se puede olvidar que hay otro ejemplar en la catedral de Notre Dame de París. En Cataluña lo que tenemos son fragmentos, es decir, algunas espinas. Dos de ellas están en la abadía de Montserrat mientras que en la catedral de Tarragona se guarda en un relicario otra desconociéndose cómo y cuándo llegó a esta ciudad. Igualmente la catedral de Barcelona también asegura tener restos.
Volvamos a la abadía de Montserrat. Es aquí donde se ha dicho que se encontraría una de las reliquias más buscadas y deseadas del cristianismo, incluso por algunos que querían darle una simbología oscura y terrorífica. Esel Santo Grial tan querido por los altos jerarcas nazis después de que Eschenbach dedicara un poema a la copa en la que Cristo bebió durante la Última Cena, protegida por una orden en un lugar llamado Montsalvat o Muntsalvach. La Sociedad Thule, originalmente Grupo de Estudio de la Antigüedad Alemana, creada por Rudolf von Sebottendorf, uno de los apoyos de Hitler, identificó Montserrat como el escondite del Santo Grial, creándose una leyenda que acabaría desembocando con la visita que en 1940 realizó a la abadía Heinrich Himmler, lugarteniente de Hitler y responsable del asesinato de millones de judíos. Himmler se fue de Montserrat con las manos vacías porque no había ningún Santo Grial en la montaña.
Pero no todas las reliquias de Cristo en suelo catalán están vinculadas con la muerte. Hubo una que está asociada con su nacimiento. Es el Santo Pañal que durante siglos fue guardado en la catedral de Lleida. el primero que, según la tradición popular, tuvo Jesús. Un mercader llamado Arnau Solsona, que había sido encarcelado en Mallorca junto con su esposa Elisenda, y su hija Guillamona durante una incursión que el rey de Túnez había realizado en la isla, fue el encargado de donarlo a la catedral de su ciudad en 1297. Todo ello está documentado en un acta notarial que ha sobrevivido, no como el Santo Pañal que desapareció durante la Guerra Civil
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