En Guatemala suelen acortar los topónimos. Por eso, a ningún viajero le sorprende que Chichicastenango se apocope como Chichi, por muy curioso que resulte esta abreviación. A Chichicastenango hay que ir un jueves o domingo porque es cuando se organiza uno de los mercados más famosos de toda Latinoamérica. Es un auténtico espectáculo cromático, un compendio barroco de texturas y colores donde los puestos de venta se agolpan en la calle y constituyen toda una inmersión en el universo de la cultura maya. Hay telas, objetos de madera, ungüentos,, artesanías en cuero, vendedores tercos, y muchos muchos regateos. Incluso abundan los puestos donde venden cal, muy útil para molerla y mezclarla en agua y así poder manejar y manipular el maíz para hacer las clásicas e indispensables tortillas guatemaltecas.
A este pueblo pueblo pequeño, emplazado en las montañas del departamento de Quiché, la neblina de las mañanas le da ya una considerable atmósfera de misterio. A ello se le suma un hecho histórico muy relevante para la comunidad local: a principios del S.XVIII, a Fray Francisco Ximénez recibió aquí un extraño manuscrito. A aquel monje le pareció que ese complendio de palabras que no entendía eran, realmente, las antiguas leyendas que la comunidad quiché transmitía de forma oral. Dada esta relevancia, decidió transcribirlo y traducirlo para que perdurara en la memoria. Y así fue como se universalizó el Popol Vuh, el texto más importante de la civilización maya y cuyo origen aún se desconoce.
En uno de los extremos de la Plaza Central, resalta la imponente fachada blanca de la Iglesia de Santo Tomás, mientras que frente a ella, con una apariencia similar, se alza la Capilla del Calvario del Señor Sepultado. Los lugareños afirman que estas estructuras están unidas por un sendero místico: la primera simboliza el supramundo maya, mientras que la segunda representa el inframundo. Los domingos es común avistar alguna de las catorce cofradías en procesión, acompañadas por las dieciocho gradas que conducen a la iglesia, tantas como los meses del calendario maya.
En el interior de ambos templos, donde se prohíbe tomar fotografías, perdura un sincretismo religioso que se remonta a la época de la conquista española, cuando se impuso la evangelización de los pueblos indígenas. No hay bancos, solo el suelo cubierto de velas de colores, botellas de licor, variadas ofrendas y hojas de pino. El humo del copal, que se eleva de los incensarios, actúa como una cortina que separa dos mundos, dejando su aroma impregnado en las fosas nasales por un buen rato.
El antiguo mundo de Chichicastenango inspiró la narrativa de Miguel Ángel Asturias con un nuevo aliento. El premio Nobel guatemalteco, mientras estudiaba en la Sorbona, tradujo el Popol Vuh desde su versión francesa, quedando fascinado por la poesía con la que este Libro Sagrado maya interpreta el universo. De esa lectura nació su obra Leyendas de Guatemala,donde una frase resuena con la cadencia de los conjuros: "el Cuco de los Sueños va hilando los cuentos". Guatemala está cosida por estas narraciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario